| El papa Francisco conversó ayer en el Vaticano con cerca de 400 niños procedentes de diversas localidades del centro de Italia que en los últimos meses se han visto afectadas por los diversos terremotos que han golpeado el país. El acto formaba parte del proyecto conocido como "El tren de los niños", una iniciativa impulsada por Cortile dei Gentili, una estructura del Consejo Pontificio de la Cultura, que traslada al Vaticano a menores para que puedan conocer y conversar con el papa. En esta quinta edición, los pequeños procedían de localidades como Norcia, Cascia, Accumoli, Amatrice, Arquata del Tronto y Acquasanta Terme, situadas en las regiones del Lacio, Las Marcas y Umbría, zonas que presentan severos daños como consecuencia de los movimientos telúricos que se han sucedido desde agosto de 2016 en el país. El acto se desarrolló en un clima distendido y de cierta espontaneidad, pues el Papa prefirió escuchar a los pequeños. "Me dicen que tengo que hablar, pero a mí me gusta escuchar", confesó Jorge Bergoglio. En ese momento invitó a una niña a acercárse y a contarle lo que quisiera decir y la pequeña le explicó que cuando acabara iría a un restaurante, unas palabras que Francisco no se esperaba y que le arrancaron una sonrisa.