El papa Francisco repasó en su mensaje de Pascua los numerosos episodios de odio y muerte de nuestros días, expresó su cercanía a las víctimas del terrorismo en todo el mundo y pidió acoger a los refugiados. "Ante los agujeros espirituales y morales de la humanidad, ante al vacío que se crea en el corazón y que provoca odio y muerte, solamente una infinita misericordia puede darnos la salvación". Así comenzó su mensaje el papa desde el balcón central de la Basílica de San Pedro.

Las palabras de Francisco tras los atentados del martes pasado en Bruselas, con la muerte de 31 personas y tres centenares de heridos, cobraron aún más fuerza cuando mostró su cercanía a las víctimas del terrorismo.

"Esa forma ciega y brutal de violencia que no cesa de derramar sangre inocente en diferentes partes del mundo", definió Francisco, quien recordó los recientes atentados en Bélgica, pero también Turquía, Nigeria, Chad, Camerún y Costa de Marfil. No faltó una referencia a otro de los dramas actuales, el de la inmigración y lamentó que muchos inmigrantes y refugiados encuentren "muy a menudo en su camino la muerte o, en todo caso, el rechazo de quien podrían ofrecerlos hospitalidad y ayuda".

"Son una muchedumbre cada vez más grande de emigrantes y refugiados -incluyendo muchos niños- que huyen de la guerra, el hambre, la pobreza y la injusticia social", recordó el pontífice.

Expresó su deseo de que "la próxima Cumbre Mundial Humanitaria ponga en el centro al ser humano, con su dignidad, y desarrollar políticas capaces de asistir y proteger a las víctimas de conflictos y otras situaciones de emergencia, especialmente a los más vulnerables y los que son perseguidos por motivos étnicos y religiosos". Entre ellos pidió por Siria.