Diferentes expertos consultados por Efe reconocen la dificultad de impedir que los menores entren así en contacto con "contenidos inapropiados": sitios pornográficos o páginas racistas o violentas, por citar sólo los que más alarma generan.

Así, de poco sirven a veces los programas de control que las familias instalan en los ordenadores domésticos, o que éstos se ubiquen en lugares comunes de la casa para facilitar la supervisión por parte de los adultos (algo que ocurre en el 61,3% de los hogares, según un informe del Instituto Nacional de Tecnologías de la Comunicación/INTECO).

"Vale con que el menor se baje a un cibercafé o vaya con sus amigos y un portátil a un bar con wi-fi para que pueda entrar en las páginas que quiera", advierte a Efe el presidente de la Asociación de Usuarios de Internet, Miguel Pérez.

Según el estudio de INTECO, elaborado con 625 familias con hijos de entre 10 y 16 años, el 87,5% de los niños reciben advertencias de lo que deben hacer en Internet, y además el 64% de los padres fijan algunas "normas": un 59,6% sobre el tiempo y los horarios de acceso a la red, convertido en el hobby tecnológico favorito del 75% de los menores.

Miguel Pérez explica que no hay una legislación específica de menores en cuanto a cibercafés, y reconoce la dificultad con la que se encuentra la administración para determinar "qué es un cibercafé: una tienda, un bar...", lo que ha llevado, explica, a que cada comunidad autónoma los haya regulado de forma diferente, en algún caso dentro de tipos comerciales ya definidos.

"No se está regulado en entornos nuevos, como las redes sociales o el hecho de que un menor abra una cuenta de correo electrónico, algo que debería tener autorización paterna", afirma Pérez.

El "ciberbullyng" es otro fenómeno que tiene en los cibercafés un aliado, ya que pueden ser utilizados para esta práctica y aunque los ordenadores van dejando "rastro" en los servidores, los acosadores mantienen el anonimato porque no se les exige el DNI al entrar en estos establecimientos, como se hace al inscribirse en un hotel.

Según Raúl García, responsable del Marketing de Beetdefender, empresa de software de seguridad, conectarse a Internet a través de un cibercafé "es una especie de baile de máscaras", ya que no se sabe quién está detrás.

"Tú pagas por una hora de conexión y en general nadie te controla. Por política en estos establecimientos no se capan los accesos a contenidos dependiendo de la edad, pagas y eres libre luego de utilizar el servicio", afirma este experto, que cree que en este tipo regulación "estamos todavía en pañales".

Aunque los principales temores de los padres son los de tipo sexual, las incidencias más habituales son las referidas a los riesgos físicos que padece el ordenador por su posible infección por virus, gusanos, troyanos o ladrones de contraseñas.

A pesar de estos miedos, hay pocas familias que usan programas de control parental que limitan el control automático a ciertas webs.

García indica que las mayores amenazas, con las que se enfrenta un niño en la red son la posible adicción a los juegos, redes sociales o mensajería instantánea; el ciberbullying, la exposición a contenidos inapropiados, pero también el poder cometer acciones ilegales: descargas o el 'crackeo' (modificación) de paginas webs.

En este sentido, Simona Cana, directora técnica de Beetdefender para España y Latinoamérica, explica que hay programas de control parental que permite filtrar webs y correos, y que también puede proteger las conversaciones de mensajería instantánea, bloquear ciertas páginas o limitar las horas de conexión.

Estas "suites de seguridad" son una aplicación configurable por los padres, que están en ocasiones en desventaja respecto a sus hijos, ya que al no ser nativos digitales (nombre que se da a la generación nacida ya con Internet) suelen ir siempre por detrás de sus retoños en este ámbito.

Estos programas incorporan una "lista negra" de webs y palabras vetadas que impide el acceso a determinados contenidos: sexo, pornografía, drogas, alcohol, pero también otros como términos como suicidio o anorexia.

"Depende de la tipología de cada familia, a algunas les preocupa más el sexo y menos la violencia y viceversa, el producto es amoldable a la ética y moral de cada hogar", señala García, quien recalca que además de estos programas de control ha de existir una mayor vigilancia física parental.