Este nuevo desafío se plantea en el informe titulado "Amenazas de asteroides: un llamamiento a una respuesta global", elaborado por la Asociación de Exploradores del Espacio (ASE, en sus siglas en inglés) y presentado a las Naciones Unidas.

Y es que, al ser ya técnicamente posible influir en la trayectoria de un meteorito, la comunidad internacional afronta el desafío de organizarse para defender al planeta de los asteroides.

"La aceleración de nuestro conocimiento", es decir, que ahora seamos conscientes de esta amenaza, plantea el dilema de actuar o no, explicó en rueda de prensa el ex astronauta de la NASA Russel Schweickart.

"Será tremendo. Descubriremos miles de amenazas a tratar. La pregunta es: ¿Actuaremos o no?. La comunidad internacional tendrá que decidir", dijo Schweickert, fundador y presidente del Panel Internacional sobre la Mitigación de la Amenaza de Asteroides (IPATM), integrado por miembros de la ASE y otros expertos.

En el informe se destaca que, por primera vez en la historia de nuestro planeta, existen capacidades técnicas para prevenir ese tipo de colisión cósmica, así como de predecir y preparar planes de evacuación y mitigación de daños frente a un impacto inevitable, pero todo depende de una preparación, planificación y toma de decisión a tiempo.

Hasta ahora se han descubierto unos 6.000 objetos cósmicos cercanos a la Tierra que con regularidad cruzan la órbita de nuestro planeta y los científicos esperan que su número aumente de forma exponencial, hasta rondar el millón hacia el 2020.

Aunque el conocimiento sobre ellos no implica una variación de la probabilidad con la que podrían causar un daño a la humanidad, sí plantea la cuestión de quién manejará este conocimiento, y cómo, explicó Schweickart.

Se estima que un porcentaje de esos objetos -entre los conocidos actualmente hay un grupo de 500 a 1.000- tienen un diámetro de más de 150 kilómetros, un tamaño que supondría una catástrofe mundial en caso de que impactara contra la Tierra.

Es el caso del famoso Apophis, un asteroide de 270 metros de diámetro que pasará muy cerca nuestro en 2029, en su camino hacia el sol, y amenaza con impactar en la Tierra a su regreso, hacia 2036, con un efecto superior al de varios miles de bombas atómicas.

La eventual devastación que causaría se calcula en cien veces superior a la del meteorito Tunguska, que en 1908 destruyó 2.000 hectáreas de Siberia.

Aunque los dos métodos desarrollados para desviar la trayectoria del objeto y evitar así su impacto, denominados "impacto cinético" y "tractor de gravedad", no se han probado aún, los expertos aseguran que son factibles también económicamente.

"¿Quién va a avisar?, ¿en qué informaciones se va a basar? ¿qué tecnologías se decidirá aplicar?", son algunas de las muchas preguntas que están ahora sin respuesta.

El problema es que, "como en muchos campos, la nueva agenda está caracterizada por un desafío institucional", explicó a Efe Walther Lichem, miembro del IPATM y ex funcionario de Naciones Unidas.

"No debemos aceptar que se desarrolle un proceso de responsabilidad y de implementación de decisiones fuera de la legalidad de la comunidad internacional. Éste es el desafío actual", añadió Lichem, quien resaltó la existencia de "grupos" y desarrollos no controlados por la ONU.

"Hay ciertas estructuras que están argumentando a favor de la aplicación de bombas atómicas en el espacio. Para ellos ésa es la tecnología disponible más barata y más efectiva. Y después surgen otros que dicen que, al contrario, la fragmentación del asteroide amplía el daño. Hay intereses particulares", reconoció el experto.