El encuentro con el espécimen, de algo más de dos metros de longitud, "de color claro casi blanco" y con las características de la especie de la foca monje, se produjo el pasado domingo a mediodía, de forma fortuita.

El submarinista, veterano conocedor de la reserva del Toro, buceaba con un grupo de amigos, según ha declarado a Efe, cuando se topó con esta foca monje, de la que se calcula que pueden quedar unos quinientos ejemplares en todo el mundo.

La mayoría de ellos se pueden ver en la colonia de cabo Blanco (en la llamada Costa de las Focas, de Mauritania), y otros en el Mar Egeo, el litoral de Sáhara y Madeira.

El avistamiento se produjo al final de una inmersión, cuando el buceador vio "entrar algo grande en la cueva que se encuentra en el lado de poniente de la isla" y se dirigió hacia allí "para comprobar de qué se trataba".

"Al entrar en la cueva, un recinto pequeño, de unos tres metros de profundidad, vi algo blanco y pensé que sería algún tipo de ballena o cachalote enfermo o varado porque estaba quieto, en posición vertical, con la cola hacia el fondo", ha relatado Garí.

El buceador se aproximó al animal y afirma: "cuando estaba a medio metro de distancia, se giró bruscamente hacia mí, con la boca abierta y vi claramente que era una foca".

La sorpresa "fue para los dos", ha asegurado Garí, quien ha explicado que el animal empezó a nadar por el interior de la cueva, alejándose de él y mirándole, momento que el buceador aprovechó para realizar algunas fotografías.

Garí y la foca permanecieron en el interior de la cueva "por unos diez minutos", antes de que otro buceador entrara en el recinto, lo que asustó al animal, que "salió nadando a toda velocidad".

El buceador ha asegurado que "nunca antes" había visto una foca en la zona y ha advertido del peligro que puede suponer para este espécimen "la almadraba de pesca ubicada en la propia reserva, donde podría quedar enganchado".

Los dos últimos ejemplares de foca monje, conocida popularmente como "vellmarí", de los que se tiene constancia en Baleares, fueron exterminados en Mallorca en 1958, uno de ellos sacrificado entre las redes de los pescadores de Cala Mondragó, en Felanitx, y el otro muerto a tiros por la Guardia Civil en Cala Tuent, en Escorca.

El Govern balear ha estudiado en distintos momentos la posibilidad de reintroducir en las islas la foca monje (monachus monachus), un mamífero marino considerado una de las diez especies del mundo en peligro de extinción.