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EL SÁBADOBeethoven total

Monumental biografía del genio de Bonn a cargo de Jan Swafford

EL SÁBADOBeethoven total

uy pocos son los reyes absolutos de la historia de la música occidental. Compositores imprescindibles hay muchos, sensacionales también. Pero si hablamos de genios -lo siento por lo gastado de la expresión- ahí ya la nómina se reduce a escasos exponentes que han llevado a la cima la creatividad del género humano.

Brilla uno de ellos con luz propia a través de los siglos, Ludwig van Beethoven (1770-1827). Una luminaria que cambió el curso de la música y ejerció influencia sistémica en el devenir de las siguientes generaciones y, ya en vida, fue venerado por una legión de seguidores que supieron ver en él a un maestro que estaba en otra esfera de talento.

Desde entonces han llovido los estudios, biografías y escritos en torno suyo, con una obsesión compulsiva por parte del mundo de la música de saber lo más posible sobre un autor que continúa siendo básico, a día de hoy, en el repertorio de las orquestas o los grupos de cámara de todo el mundo. Su música sigue convocando multitudes. Se programan sus sinfonías, sus obras camerísticas, su ópera, de forma continuada y media humanidad conoce algunas de ellas o al menos algún pasaje.

Todo ello lo analiza con detalle el compositor y escritor norteamericano J an Swafford, que tiene en su haber otros magníficos ensayos sobre Johannes Brahms y Charles Ives. Beethoven. Tormento y triunfo, editada por Acantilado y traducido por Juan Lucas, es una obra con afán totalizador que pone el foco en la vida y obra beethoveniana entremezclando ambas, trazando con pulso firme el río de la vida que es, al mismo tiempo, el que atesora el caudal creativo de un artista fascinante, una referencia cultural que nunca se agota.

Es curioso cómo, ya a su muerte en 1827, se había convertido en un icono romántico, algo que se potenció sin cesar a lo largo del siglo XIX, a través de sucesivas biografías. La intención de Swafford es la de mostrarnos la observación del "personaje lo más directamente posible mientras camina, conversa, escribe, se enfurece o compone". Lo consigue con creces. Dibuja el perfil de una personalidad complicada, con partes oscuras, incluso rayanas en lo sórdido por su modo de vida, por la manía persecutoria que sufría o por sus triquiñuelas para negociar con sus obras. A la vez vemos el hombre roto por la enfermedad, con la sordera como rayo incesante que lo mina. De todo ello surge la luz de una persona noble y honesta que, a su manera, sabía estar al servicio de los demás.

Despojado de cualquier afán de grandilocuencia el libro nos permite descubrir "el retrato de un músico consumado creando su obra, tocando el piano, buscando y hallando su voz, encontrando su espacio, vendiendo su mercancía, cortejando mecenas, protectores y editores, enamorándose, agradando a veces a su público y provocándolo otras; y, en su arte, expandiendo todos los límites con una energía y un coraje incomparables". Es precisamente ese retrato tan en primer plano, el que nos acaba por dar la medida de su grandeza, puesto que además está perfectamente delineado en el gran fresco del tiempo que le tocó vivir. Precisamente el doble registro que emplea Swafford, en vida y obra, hace que su estudio funcione tanto para el gran público como para otro más especializado. Vendría bien que los músicos aprovecharan el torrente informativo que se proporciona a través de más de mil cuatrocientas páginas. Sin duda su música se acaba viendo, tocando y sintiendo de otra manera.

Nació Beethoven en Bonn en 1770, bautizado en el catolicismo -explica Swafford que "siempre permanecerá cerca de Dios, aunque jamás de los sacerdotes, los ritos o la superstición"- en el seno de una familia musical cercana a la Corte y en una ciudad envuelta en música. Fue su padre el que empezó a enseñar a su hijo, inculcándole la música a golpes, con apenas cuatro años, mediante un clavicordio pensado para niños. Rápidamente su progenitor percibió la valía musical del retoño y empezó a fantasear con planes de convertirlo en el nuevo Mozart. Desarrolló astucias de promotor con el objetivo de presentarlo en la Corte. Mientras, su madre María -una mujer de vida bastante desgraciada- fue la perfecta guía en cuestiones éticas; de hecho, el propio Beethoven escribió: "desde la infancia aprendí a amar la virtud".

Con diez años ya era un músico por el que el público pagaba por oír tocar, con su aspecto desaliñado y un tanto despistado. Su vida estuvo marcada por el auge de la Ilustración, la Revolución francesa y por la reacción posterior. Todo ello, como es lógico, tuvo influencia en un devenir que musicalmente tuvo su primer gran aprendizaje con "El clave bien temperado" de J. S. Bach. La progresiva introducción del pianoforte le permitió desarrollar su instinto musical como intérprete y también como compositor. Las "Variaciones Dressler" y las "Sonatas electorales" marcarán el punto de partida de su carrera compositiva con diez años. Cinco años después ya es un músico integrado en la capilla de la corte y con múltiples actividades paralelas para sacar ingresos extra. Su primer viaje a Viena le permitió conocer a Mozart, encuentro que la leyenda posterior se encargó de sazonar con anécdotas inventadas, mientras que, por esos años, la muerte de su madre, le haría madurar rápidamente al tener que asumir responsabilidades que su inestable padre dejaba de lado.

Comenzó a tener mecenas importantes como Gabriel Waldstein y, años después, ya instalado en Viena se transformó en un músico cada vez más consciente de su capacidad, con enorme sentido del deber y gran ambición creativa, pese al tormento continuo de las enfermedades y la pérdida de audición. Hizo, poco a poco, suya a Viena, ciudad muy difícil y problemática desde el punto de vista musical. Impregnado del estilo de Mozart y de Haydn, empezó a tejer su propio camino, ya escribiendo obras camerísticas esenciales y sus primeros conciertos, hasta llegar en 1798 a la sonata "Patética", una de sus obras realmente históricas, y que para Swafford "se trataba de una especie de revolución democrática en la música". Se fueron sucediendo las primeras sinfonías que la crítica calificó como "innovadoras", los cuartetos?

Hay una característica en él que permanece inalterable a lo largo de su vida: su respuesta ante cualquier reto era desproporcionada, para lo bueno y para lo malo. Y cuanto mayor era el reto más lo era su reacción; se peleaba con los amigos y se enfadaba con el público y, además, tenía por costumbre enamorarse de mujeres inaccesibles. Todo un carácter.

Hasta que llegó en 1802 el punto de inflexión en su estancia en Heiligenstadt, donde escribe una carta a sus hermanos muy meditada con el objetivo que de fuera leída tras su muerte. Nunca la envío pero la tuvo consigo hasta el fin de sus días. Es un testimonio estremecedor en el que vemos los estragos que la sordera le provoca, afección que le llevó al borde del suicidio del que "sólo mi arte me ha detenido". Esa carta se denominará más adelante el Testamento de Heiligenstadt. Todo sería diferente después de este episodio y llegarían obras del calado de la "Sinfonía Heroica" la sonata "Waldstein" o la "Appassionata". Serían esos años de inicios del siglo XIX muy fértiles: por ejemplo 1806, completando los tres cuartetos "Razumovski", la "Cuarta Sinfonía", la mayor parte del "Cuarto concierto" para piano, las oberturas "Leonora números 2 y 3", la revisión de su ópera "Fidelio" y el "Concierto para violín". Todas ellas cimas de la historia de la música, algo absolutamente inaudito y entreverado con sus sufrimientos físicos y emocionales.

La "Quinta Sinfonía" se instaló "como un trueno" en la historia de la música y seguirían otras obras de estilo maduro y hechura impecable. Su fama siguió creciendo, aunque esto no le librase de problemas económicos, pese a que el estreno de la "Séptima sinfonía" fue uno de sus mayores triunfos en vida. En 1818 la sordera ya era tremenda, ¿Cambió la sordera su música?, "sin duda que lo hizo; pero cómo lo hizo, en qué medida el estilo final tiene que ver con su sordera no es algo fácil de dilucidar", explica Swafford. Llegarían entonces obras del calado de la "Misa solemnis" y la "Novena sinfonía". El itinerario creativo lo describe el autor con claridad: comenzó en Bonn, alcanzó su apogeo en la "Tercera" y la "Quinta" sinfonías y en "Fidelio", para culminar en la "Novena" que sintonizaba con las ideas y energías políticas y éticas de las décadas anteriores. La "Heroica" exalta al héroe conquistador; "Fidelio" es un testimonio del heroísmo y de la liberación individual; la "Quinta Sinfonía" es el drama implícito de un individuo luchando contra el destino y la "Novena" tiene que ver el destino de las sociedades". Y, en este sentido, afirma Swafford, "la Novena nos plantea tantas preguntas como respuestas, su utopía es vislumbrada, no alcanzada".

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