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Juan Benavides: "Llevé una vida tan dura, con una infancia tal, que recuerdo a la mili como mejor etapa"

Foto enviada en 1938-39 al padre, con abuela, madre y hermano mayor, antes de ser fusilado

Esta es la historia de un hombre perteneciente a la estirpe de los viejos luchadores, a la clase de los comprometidos con los demás y con la justicia distributiva; al linaje de quienes sacrificaron su salud y economía por traer la democracia a España y los derechos a sus trabajadores. La historia de un hombre que nació en medio de la nada extremeña, al que la guerra quitó al padre en ejecución, que no conoció un pupitre de una escuela, que de niño fue aguador de presos cuando los presos eran políticos y no como los de ahora catalanes; un tipo duro de la estirpe de quienes entraron en el comunismo en años en que se pagaba caro y que cofundaron un sindicato, CCOO, en el tiempo libre que dejaba la faena. Juan Benavides podría haber llevado una vida tranquila y en ascenso desde que llegó a Vigo y empezó en Citroën cuando también Citroën empezaba. Pero prefirió dar la cara y en las huelgas del 72 conoció torturas lacerantes que acabaron en invalidez. "Nada de esa lucha la podría haber hecho sin mi mujer, Hortensia Otero, que respaldó, sustituyó mis continuas ausencias, me dio fuerzas y luchó y sufrió tanto o más que nosotros, como las de mis compañeros sindicalistas", dice. Este es el hombre que, aún hoy, jubilado, se suma a las marchas de los pensionistas con la misma ilusión que antes a las de CCOO. Un ser de vida sencilla al que solo le basta haber defendido sus ideales para morir tranquilo. Así la cuenta él y nosotros la escribimos.

"Hace ya 81 años que nací, cuando asomaba el aciago verano de 1937, en el badajocense Valle de Santa Ana. Allí me crié hasta los 8 años, ya huérfano tras ser asesinado mi padre por fusilamiento en julio de 1939. Era militante del PCE y capitán del ejército republicano, y ese fue su único delito para que lo ejecutaran. Fue cuando yo tenía dos años y no llegó a conocerme, así que nos recogieron mis abuelos paternos. Tanto mi abuelo como mis tíos trabajaban en Montijo, Badajoz, donde los presos de la guerra civil estaban haciendo un canal. Allí empecé a trabajar yo a los 8 años repartiendo agua a los presos por una peseta diaria con la que ayudaba a mis abuelos, y así estuve unos 8 meses porque en 1945 hubo un indulto de la dictadura y, si unos quedaron en libertad, otros pasaron a las prisiones. No fui por tanto nunca a la escuela, no tuve esa suerte, lo poco que sé me lo ha enseñado la vida. Es evidente que no soy de los que recuerda su infancia como una etapa dulce sino por completo traumática. No conocí padre, a los 8 trabajaba entre presos, mi madre cayó enferma y entró en el hospital cuando tenía 11 años, no teníamos nada y mi hermano y yo íbamos a robar bellotas para venderlas y poder come r algo... Muchos niños de entonces lo pasaron como yo, y creo que eso tiene consecuencias en toda tu vida. Seguí trabajando con mi familia por toda Extremadura arreglando carreteras, allí donde había faena y en unas condiciones infrahumanas, a destajo. Mucha hambre, frío o calor extremo a pecho descubierto?. así hasta que me fui a la mili, a los 21 años. Vivíamos en casas de una habitación con cocina, sin baño. No había otra".

"Marché a la mili con la clara idea de que ya no iba a vivir más de modo tan miserable y al acabarla pensé en marchar a Francia. ¿Qué otra cosa podía planear aquí un hijo de la España derrotada, vástago de rojo fusilado? Pero me ofreció venir a Vigo un tío, hermano de mi madre, al que le habían conmutado la pena de muerte y desterrado aquí, por alejarle de su tierra y de los suyos. Fíjese usted qué vida tuve que la mili, a pesar de lo poco militarista que soy, fue la mejor etapa que tuve en mi vida. Comía bien a pesar de lo mal que se comía pero no sabe usted qué supone tener un plato cada día seguro para quien nunca lo había tenido antes. Estaba en la cocina, me daban cierta libertad y yo aprovechaba los pases para trabajar donde aceptaran la fuerza de mis brazos. La mayor parte de mis compañeros recibían alguna ayuda de casa, fuera dinero o comida, y yo no recibía nada pero recuerdo haber mandado 1.500 pesetas en 1959 ahorradas con el fruto de mis trabajos cada fin de semana en el campo, recogiendo fruta, sembrando trigo..."

"Llegué a Vigo en 1960 y al mes ya estaba trabajando en la casa Corcho para Citroën, de montajes y saneamiento. Solo hacía dos años que se había instalado en esta ciudad la gran empresa automovilística, y nosotros estábamos haciendo los montajes de aire, agua... de la primera nave. Ahí estuve tres años trabajando y después pasé para Citroën el 13 de julio de 1963 como soldador. Trabajaba bien pero en 1964 me afilié al Partido Comunista y ese año empezamos a organizar el sindicato de CCOO en Vigo con gente como Belarmino González , Manuel González "Saliño", José Lamigueiro López, Manuel Fernández Andrade, Leirós Vila, Margarita Rodríguez, que trabajaba en Álvarez... todos afiliados al PCE. La mía fue a través de Carlos Núñez, con el que tuve la primera cita en una pensión de la calle Alfonso XIII donde vivía un viejo comunista y a la que íbamos a tomar café los fines de semana. Ahí comenzó mi compromiso y no dudé porque, aunque sería muy cómodo no meterme en nada y progresar dentro de la empresa, mi infancia me había marcado las líneas de mi pensamiento, del que nunca abjuré".

"No era fácil vivir con una policía política siguiendo nuestros pasos. En aquellos años 60 decidimos en un asamblea de CCOO, ya que no había sindicatos reconocidos, infiltrarnos en el sindicato vertical, así entré yo como Jurado de Empresa de Citroën, y desde ese momento no me perdían de vista conociendo mi origen. Pero en cada empresa había un miembro de la policía Político Social. En Citroën Pastor, en Álvarez estaba Nieto, en Vulcano Pardavila, en Barreras estaba París? Era una vida muy tensa porque no tenías descanso físico y psíquico, siempre estabas pensando que podrían cogerte en cualquier descuido. En los primeros años si nos cogían en una de estas reuniones podrían ser años de cárcel. Esa conciencia sindical, ese compromiso se ha rebajado mucho por razones muy varias y lo cierto es que entre los jóvenes hay un descreimiento de las instituciones y hasta hay quienes afirman que esto no es una democracia. Que esta, mejor o peor, que tenemos es una democracia lo sabemos quienes luchamos y perdimos por el camino muchas cosas por ella. Se consiguió por una reivindicación progresiva y constante, que ahora no se tiene ante las nuevas formas de capitalismo, que han ido eliminando muchas de las mejoras que conseguimos en el orden laboral".

"En el año 1962, aún soltero y sin militar en nada, viví mi primera huelga, con paros en Tranvías, Barreras, Álvarez, Vulcano? solo por mejoras salariales. Ese fue el tiempo en que trabajadores como Manuel Saliño, Augusto de Campo Soto y otros fueron condenados por rebelión a 8 años de cárcel, aunque cumplieron tres. A mí y a otros 13 nos echaron el guante en 1968 o 69 en una concentración en la Plaza de América, año en que me metieron 19 días en la cárcel; la empresa lo consideró faltas al trabajo y tuvo la desfachatez de mandarme la carta de despido a la cárcel. Entonces las condiciones en esa cárcel de Vigo eran inhumanas, teníamos que limpiar nosotros porque aquello era un asco. Luego conseguí trabajo en una contrata de Vulcano y ahí no me olvido del agradecimiento a Carlos Mantilla, que nos salvó de un gran apuro a Rafael Caride Simón, Salvador Pérez Rodríguez y a mí de una detención que podía haber tenido malas consecuencias. Fue un acto de honradez que siempre le agradecí".

"En 1972, con la gran huelga que paralizó todo Vigo, me pasó lo que a muchos trabajadores. Fuimos detenidos, torturados? Yo pertenecía a a comisión encargada de coordinar y controlar la huelga, en la que estábamos un representante de cada empresa. Decidíamos las acciones persiguiendo la menor violencia posible aunque a veces tuviéramos que responder a la violencia policial. Empezó con el argumento de la readmisión de los despedidos de Citroën, se expandió por todo Vigo, que vivió una huelga de grandes dimensiones que pasó a la memoria de la lucha sindical y que duró gran parte de septiembre de ese año. Miles de trabajadores recibieron carta de despido, y nos amenazaron con cerrar las fábricas. Hacer huelga supone no cobrar y lo pasamos muy mal los que tenemos que vivir de la fuerza de nuestros brazos si no tenemos donde emplearlos. Es como una condena a muerte en vida. Pero es que en 1972 entre las empresas corrí a una lista negra que nos impedía el acceso a quienes estábamos despedidos antes. Santodomingo se portó muy bien porque montó una empresa, Forjas del Miñor, que nos dio cobijo a todos los despedidos. Él sabía que todos éramos profesionales porque en el sindicato y en el partido teníamos como principio cumplir bien en el trabajo para que eso nunca fuera razón para despedirnos. Ese hombre nos salvó hasta que las presiones que recibió le hicieron cerrar. ¿Cómo vivíamos luego? Pues en talleres, trabajando con amigos cuando se podía. Digamos que esa militancia nos marcó nuestro futuro".

"En la Intercomisión decidimos acabar la huelga el 26 de septiembre aquel 1972. Esa noche dormí en casa y a las 2 de la madrugada vinieron a detenerme los de la Brigada Político Social y, aunque intenté escapar por la ventana, no pude porque estaba rodeada la casa. Me llevaron a Comisaría y esa noche empezó el baile. Me pedían que cantara la organización del PCE y, claro, nosotros teníamos una consciencia: si cantábamos ya no solo era que descubríamos a los compañeros sino que asumíamos la militancia y la pena iba a ser mayor, así que tocaba aguantar. A mí sobre todo me insistían en qué grado de responsabilidad tenía en el partido Carlos Núñez pero yo no me apeé de que no lo conocía. Eso me costó torturas. Se habla de Billy el Niño pero en España hubo muchos Billys, aquí un tal Ribera que ya murió, otro venido de El Ferrol que le apodaban El Cañoto , que a mí me dejó deshecho y acabaría costándome la invalidez... Me llegaron a romper el esternón a patadas, poniéndome de cuclillas y golpeándome de abajo arriba. También tuvieron que operarme de un testículo a efectos de los golpes, me colgaron de un balcón en el patio interior de la Comisaría, me retorcían el talón encima de mis uñas, me daban con una reglas de madera cerca de la nuca? Cuando entré después en la cárcel con otros no podía andar, iba hecho una piltrafa, aunque tuve la suerte de que un médico también detenido, Manuel Mariño, nos fue atendiendo como pudo a varios con lo poco que había en el botiquín. Un compañero de Barreras entró como un muerto viviente, otro de Vulcano con tres costillas rotas".

"Salí a los dos meses y medio , me seguía vigilando la policía, el juez me dijo que el Gobernador quería ponerme encima una multa, marché a descansar unos días en casa de un hermano en Córdoba, fueron a detenerme allí pero yo había salido un día antes. A partir de esa dura experiencia tuve una etapa psicológicamente problemática, con los nervios destrozados, menos mal que el partido tenía amigos psiquiatras en Conxo y me echaron una mano. A los 5 meses me fui recuperando y encontré trabajo con mi amigo Fernández Andrade, y así estuve tres años hasta que me dieron una baja por invalidez, porque entre otras cosas tenía tres vértebras cascadas de las palizas. Llevo muchos años jubilado pero estuve unos años trabajando en CCOO desinteresadamente, era pensionista, aunque tuve discrepancias con la línea última de la central, que para mí se estaba aburguesando porque les llenan el pesebre. Ahora me sumo al movimiento de los pensionistas. Si no estamos cada poco en la calle no se les hubiera subido la paga. Nadie te regala el poder, nada se obtiene sin lucha".

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