El 30 de abril de 2002 comenzó para Déborah Fernández-Cervera, de 22 años, sin aparentes sobresaltos. Como todas las mañanas acudió a la escuela donde estudiaba Diseño Gráfico. Creativa y apasionada de la fotografía y las artes plásticas, estaba en su último curso. Aquel día, sin embargo, se fue antes de clase. Dijo que se encontraba mal. Estuvo en su domicilio en la Avenida Atlántida de Alcabre (Vigo) y, a mediodía, acudió a la peluquería. Tenía cita para depilarse.

Avanzada la tarde salió a correr. Se enfundó en ropa deportiva y fue a hacer footing por el entorno de la playa de Samil. Una parte del recorrido lo compartió con una prima, una de las últimas personas que la sitúa esa jornada. Era víspera de festivo, pero la joven, al despedirse de su familiar a la altura del puente del Lagares, le dijo que aquella noche no pensaba salir. Que iría al videoclub y cogería una película. Se quedaría en casa a ver 'Amelie'. Pero nunca llegó a alquilar esa comedia romántica francesa. Ni fue al videoclub ni llegó a casa.

Tras dejar a su prima, emprendió el camino de vuelta. Un conocido se cruzó con ella en la curva del matadero, en la zona de Alcabre, cuando solo le faltaban unos cientos de metros para llegar a la vivienda. Eran las 20:45 horas. Y en esa zona se le perdió la pista. Nadie vio nada. Ningún movimiento raro en una carretera de playas y habitualmente transitada que permitiese en los días posteriores aventurar quién se había cruzado en su camino y qué le había ocurrido.

Un cartel para pedir ayuda para resolver el caso. Marta G. Brea

Simularon un crimen sexual

Diez días después, cuando la joven ya tendría que haber cumplido los 23 años, su cuerpo desnudo apareció en una cuneta de O Rosal (Pontevedra), a 10 kilómetros de su casa, cubierto por hojas de acacias en medio de pistas falsas (un preservativo usado junto a una funda, un pañuelo de papel y un cordón verde bajo el cuerpo), una escena ficticia creada para simular un móvil sexual. La sospecha es que el autor incluso introdujo "postmorten" el semen en la vagina de la chica, "de forma artificial".

"Yo tengo clarísimo que Déborah se sube al coche con alguien conocido. Es algo clarísimo. Seguramente con alguien con el que había quedado previamente. Luego hay una prueba pericial médica de nuestro forense que ante cualquier punto de vista es una muerte violenta. Eso es lo que nosotros tenemos clarísimo". Estas son las palabras de Ignacio Pérez Amoedo, quien junto a su hermano Ramón son los abogados que luchan de la mano de la familia de Déborah por descubrir qué le pasó a la joven.

Su exnovio: principal sospechoso

Y es que las incógnitas que rodean a este caso suman tantas como los años que el caso lleva en investigación, eso sí, no siempre abierto. La causa estuvo archivada durante casi diez años al no dirigirse la investigación judicial hacia ninguna persona. Aunque policialmente, sí tenían a una persona en mente: su exnovio. Las múltiples contradicciones en sus declaraciones sobre la noche de la desaparición de la joven en sede policial lo situaron como el principal sospechoso, si bien, el juzgado no lo consideró suficiente motivo para citarlo en calidad de investigado.

El no poder concretar la causa de la muerte de Déborah tampoco ayudó en esta investigación. Y es que el cuerpo no tenía signos de violencia ni de agresión sexual. Los forenses aventuraron dos hipótesis. Una, la muerte súbita. Los allegados de Déborah rechazan esta posibilidad.

El propio informe de la necropsia parece identificarla como opción remota. "No se aprecian alteraciones morfológicas miocárdicas en el origen de las coronarias, válvulas o sistema de conducción que puedan ser causa de muerte súbita", detallan. Más allá de los tecnicismos de la técnica forense, la hermana de la joven recurre a la lógica: "Si estás con alguien y esa persona se muere no tienes nada que ocultar; lo lógico es que llames a una ambulancia", reconocía entonces Rosa Fernández-Cervera.

Pegada de carteles con la foto de Déborah en el 19º aniversario de su desaparición y muerte. MARTA G. BREA

Muerte por sofocación

La otra hipótesis fue la muerte violenta por sofocación. Los especialistas que examinaron el cuerpo no encontraron fracturas ni señales típicas de estrangulación en lengua, laringe o tráquea. Aun así, no descartan la "sofocación por oclusión de orificios respiratorios" con un objeto blando. Y esto, piensa la familia, se aproxima mucho más a la realidad. Porque todos estaban y siguen convencidos de que Déborah fue víctima de un homicidio.

Tras una ardua lucha y varias movilizaciones, la familia logró a finales de 2019 la reapertura del caso: Desde entonces el Juzgado nº 2 de Tui tomó declaración a más de una veintena de testigos (entre ellos los padres de su exnovio)  y efectuó otras diligencias, entre ellas la más que dolorosa exhumación del cuerpo.

Signos de defensa

Fue la familia de Déborah quien la pidió tras entregar al tribunal un informe pericial realizado por un prestigioso criminólogo y forense, Aitor Curiel, que concluye que Déborah no murió por causas naturales, sino que la causa de su fallecimiento fue violenta, concretamente por asfixia por sofocación con un objeto blando. Entre sus hallazgos también destacó lesiones de carácter vital que podrían ser indicativas de un intento de defensa por parte de la joven.

Precisamente, el gran objetivo actual del caso es acreditar esa etiología homicida, algo en lo que la exhumación tendrá un papel clave. Y es que tras 19 años el cuerpo estaba "deteriorado", de las uñas pudieron extraerse restos biológicos válidos para ser comparados con algunos objetos como pelos, cuerdas y fibras recogidos en el lugar del crimen y en un arcón congelador (se sospecha que la joven estuvo oculta durante días en un lugar frío y oscuro). El equipo legal de la familia también propuso al juzgado cotejar estos restos con más de 30 personas para tratar de cercar a la persona que intervino en la muerte de la joven viguesa.

El equipo de investigación policial de Madrid accede al custodiado cementerio de Pereiró para la exhumación del cuerpo. R. GROBAS

El caso prescribirá en mayo

El Instituto Toxicológico de Madrid todavía se encuentra analizando estos vestigios hallados en el cadáver de Déborah en busca de ADN pero con la vista puesta en mayo de 2022; una fecha marchada con temor en el calendario de la familia: se cumplirían 20 años del crimen y por lo tanto el caso prescribiría sin encontrar al asesino u homicida de la joven.

Un resultado positivo podría desembocar en un imputación y, con ello, la parálisis de los plazos legales. "Nosotros lo vamos a pelear hasta el último minuto, hasta el último segundo de cumplirse los 20 años. Eso sin duda. Vamos a ir hasta el final. No sé si llegaremos a una imputación. Solo queremos saber la verdad, solo queremos justicia para Déborah”, asevera Pérez Amoedo.