El paseo en lancha hinchable que cuatro jóvenes de Ponteareas y Vigo disfrutaban el domingo por el río Tea tuvo un final accidentado. Los chicos, que habían partido con la barca a media tarde desde la playa fluvial de Maceira (Covelo), acabaron atrapados varios kilómetros más abajo en una zona de piedras y cascadas. La alerta de la novia de uno de ellos a la Guardia Civil dio origen a un operativo que, ya avanzada la madrugada, permitió localizarlos, aunque asustados y con leves síntomas de hipotermia, en buenas condiciones. Para ello fue vital el tesón de tres agentes, que en plena noche y tras adentrarse por una complicada zona de monte en todoterreno y a pie, dieron con ellos tras casi cinco horas de búsqueda. "Ya estaba solicitado el apoyo de los bomberos y con la llegada del día iba a venir un helicóptero, pero no hizo falta; nos armamos de linternas, fuimos monte a través y los localizamos en tiempo récord; los encontramos muertos de frío y miedo, pero estaban bien, sólo querían ir a casa", relata R.G.R., guardia civil del puesto de Covelo que los rescató junto a sus compañeros J.A.V.P. y J.M.P.F. del de Salvaterra. Una patrulla de Ponteareas también intervino al inicio, pero tuvo que marchar a otra intervención.

El operativo se inició la medianoche del domingo al lunes, tras recibirse la alerta. Los chicos, tres varones y una mujer, habían salido esa tarde de la playa fluvial por el río en dirección Mondariz, pero su lancha quedó atrapada entre una cascada, piedras y dos terraplenes de tierra. La cobertura de telefonía móvil era casi nula. "No sabían donde estaban; creían que cerca de un puente", dicen los agentes, que revisaron los tramos del río con puentes -Redondo, Lourido y Barciademera- sin éxito.

Tras recorrer también sin suerte un tramo de la carretera PO-255 paralela al río, se adentraron por un camino pedregoso más próximo al Tea con el todoterreno oficial. Fue más de media hora de camino por un sendero de gran inclinación y lleno de barro y piedras hasta llegar a una zona en la que no podían avanzar más con el vehículo. "Llamé al teléfono móvil de uno de los chicos, pero daba apagado o fuera de cobertura; entonces le envíe un SMS y hubo suerte; contestó que estaban atrapados y les pedí que si escuchaban ruidos que gritasen, paro que nos pudiésemos orientar", afirma el agente de Covelo. "Era de noche, en el medio del monte, ni siquiera nosotros sabíamos donde estábamos", dice.

Motor

Allí decidieron poner las sirenas del todoterreno y a continuación apagar el motor por si los chicos las oían. "Lo intentamos seis o siete veces y nada; y a la última intentona por fin escuchamos sus gritos", prosigue el guardia civil. Pero el eco les impedía ubicar el lugar exacto donde estaba la barca, por lo que los tres agentes se armaron de linternas y empezaron a andar. Lo hicieron durante una hora. "Era cuesta abajo, había piedras, barrancos, zarzas, agujeros... ; fue un trayecto peligroso porque no sabías donde pisabas", recuerdan. Pero el esfuerzo tuvo su recompensa, porque, guiados en su camino por las indicaciones que a gritos les seguían dando los jóvenes, dieron con ellos. "Nos pusimos sobre una piedra y vimos dos remos blancos entre la maleza, y después a ellos; los sacamos mediante una cadena humana; estaban en chancletas, bañador, cansados, mojados y con frío, pero bien", relatan. Eran casi las cinco de la madrugada. Después aún tocó hacer andando y en todoterreno el largo camino de vuelta, pero los chicos ya estaban más tranquilos. "Quedaron muy agradecidos", cuentan los agentes.

A finales de junio, otro río, el Miño, se cobró la vida de un menor de 16 años de Goián.