Ángel Manuel Rodríguez es "Piquico" cuando crea, un licenciado en Bellas Artes, profesor en el instituto vigués "Carlos Casares", a quien la naturaleza sublima su vena artística. "Es mi fuente de inspiración y con los animales siento empatía, al estilo de la filosofía griega". Su sensibilidad como escultor, fotógrafo y docente de plástica no es una impostura, defiende. En agosto de 2011 vio a un corzo herido en la cuneta, lo recogió, lo abrazó y pidió con insistencia que los doctores curaran sus heridas en el centro de salud de Viana do Bolo, la localidad ourensana donde pasó su infancia y vive su madre. Ensangrentado y nervioso, reclamó, al menos, una aguja y un hilo para suturar él mismo las lesiones del corzo. Entre la estupefacción del personal, tuvo tiempo para taparle con esparadrapo un corte en la oreja. El fiscal lo acusa de delito contra la seguridad vial, al considerar acreditado que condujo hasta el ambulatorio bajo los efectos del alcohol, tras regresar de las fiestas de A Gudiña. Antes de 2004, acumula varias sentencias por circular ebrio de las que ya cumplió la pena.

Ángel Manuel, cuyo juicio quedó visto para sentencia ayer, da otra versión. "Me puse nervioso porque no me hacían caso y no querían atender al corzo en el centro de salud y me dio por beber licor café que tenía en la furgoneta". Defiende que el vehículo estaba parado y, como mucho, lo arrancó en el aparcamiento mientras esperaba. Dio una tasa de 0,88 en la prueba de alcoholemia hecha horas después. Ahora se enfrenta a 2 años sin carné y a multa de 2.640 euros.