"La gente le adoraba", explicaba ayer Florentino Comerón, un conocido hostelero gijonés que estuvo muchos años al frente de "El Lavaderu", una sidrería que traspasó hace un año aunque sigue siendo dueño del local: "Era una persona normal, tenía problemas con la bebida, pero encantador con todo el mundo. Tenía que tener una psicopatía porque no entiendo lo que ha hecho".

Él mismo figura entre los afectados, pues el pasado verano tuvo taquicardia y llegó a las 182 pulsaciones. El actual responsable del negocio relata que "empezamos a notar algo raro ya en septiembre. Las bajas de los trabajadores eran extrañas. Todos teníamos los mismos síntomas y lo fuimos hablando entre nosotros".

En cuanto al cocinero encarcelado por el intento de envenenamiento apunta que "tenía actitudes muy raras siempre. Le molestaba que la gente bebiese" , apunta Juan Luis Alfonso Alonso, haciendo hincapié en que "todas las noches después de trabajar Andrés se pedía una cerveza o dos apoyado a la barra y miraba a los compañeros. Cuando veía que se ponían rojos se reía, supongo que al ver que el medicamento estaba haciendo efecto, y decía que sus colegas bebían demasiado".