"Pasaban de las seis de la madrugada cuando salimos del Madrid Arena, y sí, vimos ambulancias y policía, pero ni nosotros ni nadie parecía estar al tanto de lo sucedido". El buenense Simón Acuña, de 18 años, razona así la perplejidad que sintió cuando ayer al mediodía se enteró a través de mensajes a su móvil de la avalancha que mató a tres chicas que, como él, disfrutaban de la macrofiesta de Halloween. "Cuando me entero de lo que ocurrió tan cerca de donde estaba, pues acabas impactado", confiesa.

"Al no vivirlo con tus propios ojos estoy alucinado. Piensas que también podía haberme tocado a mí", insistía este estudiante de primer curso de Ingeniería en Diseño Industrial, asimilando aún la tragedia mientras esperaba ayer tarde en Barajas su avión para regresar a Galicia. Su reflexión no es tópica. Simón, que pagó 25 horas por la entrada, estuvo en la zona de la tragedia una hora antes: "Fui al baño sobre las tres; casi no se podía andar por allí".

Y cuando comienza a rememorar la fiesta apunta una conclusión que coincide con la de muchos testigos: "Puede sorprender que la mayoría de la gente no se enterase de nada, pero es que estaba abarrotado. Desde luego había más de 10.000 personas seguro. Y los controles en los accesos eran de aquella manera. Detrás mía entraron niños, y los vigilantes ni revisaban mochilas ni pedía el carné de identidad".

Las primeras investigaciones apuntan a una bengala como origen del pánico que se desató entre el gentío que abarrotaba la zona de los aseos y que acabó taponando las salidas. Al encontrarse cerca del escenario, en el otro extremo del recinto, Simón no pudo ver nada de lo que ocurría en aquella zona aunque observó otras cosas que a la vista del trágico suceso cobran importancia: "Bengalas no vi, pero desde la pista central, desde el público, se lanzaron al menos dos petardos luminosos", indica como prueba de las débiles medidas de seguridad toleradas por la organización tratándose de un recinto cerrado.

Otras dos jóvenes también relataron a FARO que se fueron de la fiesta sin conocer la tragedia. "Vi pasar ambulancias, pero pensé que era gente que se había mareado, lo habitual", afirma Mar. Raquel García, universitaria madrileña, estuvo hasta las siete de la mañana: "Permanecí en la pista central; había mucha gente, pero no me sentí agobiada".