El presidente del equipo de fútbol sala femenino del Concello de Mos, Jesús G.F., acusado de presunta agresión sexual a tres jugadoras menores cuando era entrenador del equipo, se sentó ayer en el banquillo del Juzgado de lo Penal 1 de Vigo como presunto autor de un delito de maltrato continuado a su expareja. Él tenía 22 años cuando conoció a la joven, de solo 14 años, y un año después tenían un hijo. La supuesta víctima tiene en la actualidad 25 años. El acusado, trabajador municipal, está en libertad provisional bajo fianza de 30.000 euros por el caso de los abusos.

La fiscal solicita por el supuesto maltrato penas que suman 4 años y 3 meses de prisión y 1.000 euros de indemnización. La acusación particular eleva la petición a 6 años y 3 meses de cárcel y reclama 11.00 euros por gastos dentales y 50.000 por daños morales. La defensa pide la absolución.

Los presuntos malos tratos comenzaron cuando la víctima, que se separó a los 22 años, era aún menor. La joven relató un calvario de golpes que le hicieron perder varios dientes, vejaciones e insultos; el acusado negó haberle dado siquiera "una bofetada". En su derecho a la última palabra Jesús G.F. dijo: "Todos me acusan pero no es cierto. Es una tomadura de pelo".

Uno a uno, los testigos fueron desgranando datos sobre los presuntos episodios de maltrato denunciados en la causa juzgada ayer, así como amenazas y seguimientos tras la separación de la pareja. Hasta entonces la joven no denunció "por miedo" . Los forense dieron credibilidad a su relato y explicaron que "se curaba [las lesiones] con remedios caseros". Ambos peritos diagnosticaron que el trastorno de estrés postraumático de la chica es compatible con un maltrato continuado en el tiempo, y a una edad vulnerable, ya que era todavía menor cuando comenzó.

Testigos de los golpes

La joven relató que Jesús le había prohibido sacarse el carné de conducir y que cuando se enteró de que se había inscrito en una autoescuela, fue allí y la golpeó. Un alumno fue testigo de esto y la responsable de la academia declaró en la vista que la encontró con la blusa rota y le limpió la cara ensangrentada.

En otra ocasión fueron de camping a Cangas con amigos y, según explicó la joven, la abofeteó en la tienda de campaña por celos. Uno de los testigos, citados por la defensa, explicó que Jesús y su pareja discutieron por un "malentendido". A instancia de la juez, que le recordó que mentir en el juicio podría conllevar prisión por falso testimonio, acabó reconociendo que Jesús creyó que él y otro amigo estaban "manoseando" a su mujer en los baños, donde coincidieron, pero que no era verdad. Admitió que la pareja se metió en la tienda de campaña y después Jesús salió y continuó bebiendo con ellos, pero que no vio que él la golpease.

Testigos relataron que en dos ocasiones el acusado fue al bar donde trabajaba su expareja y la amenazó. Una vez "con quemarla viva". El novio actual de la víctima y otros clientes del bar dijeron que la acompañaban de noche hasta su casa "porque temía por su vida" y en varias ocasiones vieron como él la seguía con el coche.

"Temía por su vida y por la de su hijo. Fue víctima de tantos malos tratos que no sé por donde empezar. La forzaba y la grababa con la web cam. Un amigo le pidió un día un CD con música y Jesús le dio grabaciones de las violaciones. Medio Mos las vio", dijo el actual novio de la joven.

La joven declara que dejó el equipo porque le obligó a grabar a sus compañeras en el vestuario

La presunta víctima jugó durante una época en el equipo de fútbol femenino de Mos que entrenaba el acusado: "Él era mi pareja y mi entrenador". La joven relató que hizo esta actividad deportiva hasta que él la obligó a grabar "con una cámara de vídeo" a sus compañeras "en el vestuario". Entonces, se provocó una lesión grave en la rodilla para dejar de jugar.

Un entrenador, testigo de la defensa, admitió que se ofreció a llevar a la chica a un fisio, pero no recordaba si porque Jesús no quería llevarla al médico. La juez le preguntó si el acusado sigue en el equipo femenino y el entrenador dijo que es el presidente del club. Sorprendida, la juez preguntó: "¿Lo mantienen y saben que está encartado en otra causa (en alusión a los presuntos abusos a 3 jugadoras por los que se enfrenta a 7 años)?" El testigo contestó que sí.

"Perdí ocho dientes por los golpes que sufrí; él se burlaba, decía que se iban a reír de mí"

Protegida por un biombo y sin poder contener las lágrimas, esta joven hizo ayer en el juicio un desgarrador relato del presunto maltrato que sufrió en plena juventud y de las consecuencias que tuvo para ella. En la actualidad tiene 25 años y debe usar dentadura postiza porque, relató, perdió ocho dientes por los "golpes" que sufrió. En esa época sufría sensibilidad dental. "Tengo que comer papillas", afirmó. Y aún hoy sigue el tratamiento psicológico y farmacológico que tuvo que empezar hace casi dos años, ya tras la separación, a raíz de que él comenzara a "perseguirla en coche" y a "amenazarla": "Me daban ataques de ansiedad, me faltaba el aire, tenía miedo, no quería salir de casa..."

La mujer describió su calvario durante la convivencia en pareja. "Me maltrataba; me pegaba porque no quería que me sacara el carné de conducir; me controlaba el dinero, hasta los billetes de bus; me amenazaba con mi hijo; me obligaba a mantener relaciones sexuales...", contó en varios momentos de su testimonio, añadiendo que él dormía con un cuchillo en la mesilla para "amedrentarla". Relató episodios concretos, como cuando en una acampada en 2009 le dio "bofetones" en la tienda de campaña tras un ataque de celos solo porque ella estaba "de broma" con dos amigos del grupo.

Concretó que por los "golpes" que recibió en la vida en pareja perdió 8 dientes: "Mi imagen personal estaba deteriorada durante la relación; me faltaba dentadura y él se burlaba; me decía que parecía mayor y que todo el mundo se iba a reír de mí..." En octubre de 2009, un viernes al mediodía tomó la decisión de abandonarlo. "Yo había hecho pescado para comer, llegó a casa, me dijo que qué era aquella comida y tiró el plato, me iba a pegar...; fue la única vez que me enfrenté a él y se fue", dijo. Entonces, ella cogió a su hijo, metió las cosas personales que pudo "en bolsas se basura" y se fue para la casa de sus padres.

Seguimientos

Pero, añadió, la pesadilla no cesó: "A raíz de que me separé empezó a seguirme y a amenazarme; yo notaba que me seguía un coche, desde mi trabajo a casa, y un día vi que eran él y otro chico". Entonces decidió ir al psicólogo. "Tenía miedo de que la amenazas se cumpliesen", afirmó, explicando la razón por la que no denunció antes: "Me amenazaban con que si hablaba me iban a quitar a mi hijo; ¿Y si me cogía por la calle?, ¿quién me garantizaba que no me iba a pasar nada?".