Los equipos de descontaminación húngaros trabajaban ayer a contrarreloj para evitar que la riada tóxica que devasta el oeste de Hungría llegue al Danubio, el segundo río más largo de Europa, y que el desastre ecológico adquiera así consecuencias aún más dramáticas. Los trabajadores vertieron toneladas de yeso desde los puentes sobre el río Marcal para tratar de contener la ola tóxica que aniquila todo rastro de vida a su paso y evitar que desemboque en el Raab, afluente del Danubio, que se encuentra a unos 100 kilómetros. Además, el "barro rojo" y sus metales pesados altamente contaminantes pueden suponer un grave riesgo para la salud humana si se inhalan los restos de polvo que queden al secarse.

"Esperamos poder parar la contaminación antes de que llegue hasta el Danubio", afirmó el ministro de Interior húngaro, Sándor Pintér. Alrededor de cuarenta kilómetros cuadrados en los que viven 7.000 personas quedaron anegados por una capa de varios centímetros de fango rojo contaminante, altamente venenoso, que ha causado un desastre medioambiental sin precedentes.

Medio millar de personas equipadas con trajes especiales para la protección contra sustancias químicas y dispositivos de agua a presión tratan ahora de descontaminar las viviendas y las calles de las poblaciones afectadas, en medio de escenas de destrucción. La rotura de una balsa de acumulación, propiedad del fabricante de aluminio MAL Zrt, provocó el lunes el vertido de un millón de metros cúbicos de "barro rojo" que arrasó más de 400 viviendas en las dos aldeas más cercanas, Kolontár y Devecser, y causó cuatro muertos, seis desaparecidos y unos 120 heridos.

El secretario de Estado para el Medio Ambiente, Zoltán Illés, advirtió de que habrá que retirar dos centímetros de tierra en la región afectada para que la zona pueda volver a cultivarse, lo que podría llevar un año. La población también corre un gran riesgo, porque el lodo saturado de cadmio, arsénico, silicio, plomo, hierro y otros metales pesados, además de ser corrosivo, es también cancerígeno si se inhala. Incluso cuando se seque puede contaminar el aire y con los vientos extender su poder destructor, alertaron los ecologistas.

El enorme poder contaminante del fango causó ya la inseguridad de los damnificados, que se plantean no volver a sus viviendas, y calificaron de mísera la primera ayuda estatal de emergencia de 400 euros recibida. El primer ministro, Viktor Orbán, garantizó que "se encontrará a los responsables" y se indemnizará a las víctimas. Las autoridades comenzaron a investigar por si hay algún tipo de actuación indebida por parte de la empresa propietaria de la balsa de acumulación.

Esta compañía calificó lo sucedido de "catástrofe meteorológica" al achacar la rotura de la balsa a las fuertes lluvias y solicitó volver retomar la producción el fin de semana. La prensa local informó de que la empresa dispone de un seguro de tan solo 37.000 euros para hacer frente a posibles desastres.

Apoyo de España

Ante esta situación, el Gobierno español ofreció ayer "apoyo" a Hungría a la hora de gestionar la catástrofe provocada por el vertido tóxico de aluminio por su experiencia en situaciones similares como la de Aznalcollar (Sevilla) y admite que en el territorio nacional existen algunas balsas "similares" a la húngara aunque "no exactamente iguales", al no ser del mismo tamaño ni material ni características.