El misterio tiene mil nombres. En Lanzarote envuelve desde hace días a Bosco José Fernández Tapias Riva, tercer hijo del primer matrimonio del empresario y naviero vigués Fernando Fernández Tapia con la también viguesa Chiqui Riva Suardíaz, fallecida el año pasado. La desaparición del hijo del vicepresidente primero del Real Madrid y ex presidente de la Cámara de Comercio de Madrid, fue denunciada el pasado 28 de septiembre y las pistas conducen hacia el fondo del mar.

Un equipo del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (Geas) de la Guardia Civil se sumergió ayer en aguas próximas a la Playa Chica de Puerto del Carmen en su búsqueda, pues la hipótesis que barajan los investigadores es que se adentró en solitario en el océano para practicar submarinismo y que algún problema, en principio una narcosis, habría ocasionado, presuntamente, su muerte, en cualquier caso no confirmada oficialmente.

La familia del desaparecido en Vigo desconocía ayer esta búsqueda y la noticia les dejaba consternados. Los submarinistas del Geas se adentraron en unas aguas tan profundas como alguna de las dudas que rodean este caso desde su inicio. Las fuentes consultadas por este diario señalan que Bosco José residía desde hacía varios meses en un apartamento alquilado en la localidad de Las Caletas, un pequeño pueblo costero. Desde allí se desplazaba con frecuencia en un coche de alquiler a las zonas turísticas de Costa Teguise y Puerto del Carmen para la práctica del submarinismo con distintos centros de buceo.

La denuncia ante la Guardia Civil fue interpuesta el mismo día 28 por dos hermanos desplazados desde Madrid después de que su familia no tuviera noticias de él durante varias jornadas. A partir de ahí, las autoridades comenzaron a descartar teorías.

El hallazgo el pasado lunes del vehículo de alquiler en una zona de estacionamiento próxima a la Playa Chica ayudó a los agentes a atar cabos. En su interior encontraron su traje de neopreno y la bombona de inmersión, así como sus gafas de sol y la cartera. La llave del coche apareció bajo una rueda, aparentemente escondida.

El análisis de una de las tarjetas de crédito permitió desvelar que Bosco José Fernández Tapias había adquirido plomadas de buceo ajustadas a su peso que no aparecieron ni en el coche ni en el apartamento. Con ellas, supuestamente, penetró en el océano en una zona donde a tiro de piedra de la costa ya se alcanzan los 35 metros de profundidad. A partir de ahí un cantil deja paso a un abismo de unos ochocientos metros que se abre entre Lanzarote y la vecina Fuerteventura.

La investigación encontró otro hilo del que tirar y que serviría para explicar por qué Bosco José habría decidido emprender una aventura marítima en solitario. Varias personas consultadas por este diario a pie del muelle de Playa Chica explicaron que había mostrado su deseo de alcanzar una oquedad del cantil conocida en la zona como la Cueva de la Gamba. Según los expertos, se trata de un espacio de una gran belleza pero no exento de serios riesgos. Al no encontrar acompañantes para esta incursión, habría decidido hacerla por su cuenta.

Si se da por buena la hipótesis de que el hombre, de unos treinta años, sufrió un percance en el lugar, las posibilidades de rescatar su cuerpo serían prácticamente nulas, pues las corrientes le habrían arrastrado hasta el fondo del veril. Así lo explicó el jefe del Geas en la provincia de Las Palmas, Juan Ortega Machín, minutos después de abandonar el agua por última vez, pasadas las seis y media de la tarde.

"Nosotros ya levantamos la búsqueda, porque si está ahí abajo ya no tenemos nada que hacer", subrayó. Bajo su punto de vista, pudo haber sufrido los efectos de una narcosis, una suerte de ebriedad que provoca desorientación, descoordinación e incluso incapacidad para juzgar los riesgos.