Todo empezó en un after. La mañana de un caluroso 12 de julio de 2006 Jacobo Piñeiro, tras salir toda la noche en Cangas, llegaba en barco a Vigo. Eran las nueve de la mañana y quería seguir de copas, por lo que fue al Strong, un local de Urzáiz que abre todo el día. Fue allí donde conoció la que sería una de sus dos víctimas, Isaac, un camarero con el que, con el paso de las horas, fue trabando amistad.

Ese día Isaac había empezado a servir copas a las ocho de la mañana. Su turno acababa a las cuatro de la tarde. Otro camarero del local relataba ayer que poco después de esa hora el joven se fue acompañado de Jacobo Piñeiro. "Isaac me dijo que había ligado con él [en relación al procesado] y es la impresión que daba", señaló este joven, que recuerda que el acusado estaba "borracho" y "perjudicado". Otro empleado agregó que parecía "un poco alterado".

Isaac y el acusado se fueron al piso de la calle Oporto, donde el primero vivía desde hacía unos meses con el brasileño Julio, el otro fallecido, con el que iba a casarse y con el que, según sus conocidos, tenía una relación "abierta" y "liberal". En la vivienda Isaac y Jacobo permanecieron casi todo el tiempo solos en una habitación. Aunque el autor confeso de los crímenes afirmó en todo momento que fue al piso a una fiesta y que no mantuvo relaciones sexuales con Isaac, varios amigos de éste último que estuvieron ese día en el inmueble daban por hecho lo contrario. "Se les escuchó varias veces entrar en la ducha juntos", dijo uno.

Y es que mientras ambos estaban en el dormitorio, con el paso de las horas fue llegando gente al domicilio para celebrar una cena entre amigos. El cocinero era Julio. Hasta cuatro jóvenes estuvieron haciéndole compañía en la cocina, pero sólo dos se quedaron a cenar. Aunque ni Jacobo ni Isaac participaron en esta velada, entraron en alguna ocasión en la cocina. Uno de los testigos recordaba como el acusado, que iba con el torso desnudo y con "un bañador o un pantalón corto", hizo aparición allí y, tras presentarse, contó un chiste. "Decía cosas sin sentido, estaba alterado, raro...", describe. Otro decía que parecía "nervioso y que tenía una conducta extraña", pero que no le parecía "agresiva".

Desde la cocina, Julio y los dos compañeros que se quedaron en el piso por la noche fueron a cenar a la terraza. Isaac y Jacobo seguían en el dormitorio. La velada se postergó hasta la medianoche y cuando se fueron los últimos invitados, en la casa se quedaron solos el acusado y las que poco después se convertirían en sus víctimas, dos jóvenes gais muy "cariñosos" y "nada violentos", en palabras de quienes los conocían. Los crímenes ocurrieron en torno a las cuatro de la madrugada: a esa hora los vecinos de dos viviendas escucharon fuertes ruidos y quejidos. Horas después el acusado abandonaba la vivienda no sin antes prender fuego a los cadáveres y al piso. El edificio tuvo que ser desalojado.