Cualquier alusión a la desaparición de su hija motiva un lógico derrumbe emocional en los padres de Sonia Iglesias. Con una amabilidad inexigible a una persona que está atravesando tal trance, Alejandro Iglesias Rodríguez, padre de Sonia, se disculpa a las puertas de su casa por no poder atender a nadie. "No podemos más, no tenemos ni fuerzas para hablar", argumenta con toda lógica un hombre en cuyo rostro se aprecian los cuatro días de sufrimiento que ha pasado por no conocer el paradero de su hija.

Alejandro Iglesias y Carmen Eirín llevan unas cien horas sin salir de su vivienda, en el barrio pontevedrés de Monte Porreiro, esperando noticias del paradero de su hija. Solo reciben visitas de los más allegados, que salen del hogar familiar abatidos por la desesperanza que, al parecer, se ha instalado en la familia. De hecho, la madre de Sonia se teme lo peor sobre el desenlace de esta búsqueda. Al menos así lo ha manifestado a los familiares y amigos que han podido hablar con ellos. Carmen Eirín ya no confía en volver a ver a Sonia con vida, aunque su otra hija, Mari Carmen, trata de infundirle ánimos recordándole que aún pueden encontrarla sana y salva.

La familia ha querido apartar al hijo de Sonia del trágico momento que atraviesa el hogar paterno y por eso su tía se ha llevado al pequeño a pasar estos días a su domicilio, fuera de Pontevedra. Le han convencido de que su madre ha tenido que salir de viaje unos días.

Tanto la familia de Sonia como los allegados que han tenido acceso a su entorno más próximo destacan la buena relación que la joven desaparecida tiene con toda la familia, una relación especialmente afectuosa con su hijo de ocho años, por lo que todos descartan una desaparición voluntaria.

Aún así, todos en la familia saben que Sonia ha iniciado en los últimos tiempos una nueva relación afectiva, dado que se encuentra en proceso de separación de su actual cónyuge.