La segunda sesión del juicio contra el brasileño de 46 años de edad que mató a su pareja de 25 en un piso de la Travesía de Vigo ante sus dos hijos pequeños fue demoledora para la defensa del acusado. ¿La razón? Los forenses echaron por tierra la versión aportada por Manuel Dorgival, que sostiene que golpeó sin querer a Aellyca Dacosta con el adoquín que le arrancó de las manos en un forcejeo después de que ella intentase agredirlo a él con este contundente ladrillo. La explicación aportada por los peritos, al contrario, respaldó las tesis de las acusaciones de que el brutal ataque no se produjo durante una pelea, ya que el cuerpo de la joven no presentaba ni el más mínimo signo de defensa o de lucha contra su agresor: la víctima recibió entre “nueve y once” golpes en la cabeza y perdió el conocimiento nada más recibir los primeros, lo que provocó que cayese al suelo y ya no pudiese reaccionar para evitar los posteriores ataques. La herida mortal fue una confluencia de tres impactos en una misma zona del cuero cabelludo que fueron propinados con tal violencia que provocaron la fractura del hueso occipital, uno de los más gruesos y resistentes del cráneo.

Aellyca murió una tarde de domingo del 17 de agosto de 2008 en la habitación que usaba para planchar y en la que los niños tenían su zona de juegos. Su cadáver fue hallado sobre un colchón donde solía dormir y descansar con los pequeños. Los policías encargados de la inspección ocular tras el crimen se encontraron con una estancia ordenada. No vieron los “signos de pelea o desorden” típicos de un enfrentamiento y lo único fuera de sitio eran los cojines del sofá. “Hasta los juguetes estaban alineados sobre la tabla de planchar”, contó un agente.

El relato de estos policías ya ponía en entredicho la versión de la pelea que dio el procesado. Pero más rotunda fue la explicación de los forenses, que en una detallada exposición contaron al jurado que la víctima estuvo indefensa ante el ataque mortal del que fue su compañero durante cinco años. Los primeros golpes con el adoquín los recibió en la parte frontal de la cara, que llegó a mover para intentar esquivar esa agresión: en la frente y el rostro tenía cuatro heridas que no le habrían provocado la muerte pero que sin embargo le hicieron perder el conocimiento.

Sucesión de golpes

Tras este ataque inicial, los forenses contaron que la joven cayó “con la cara contra el suelo”. Fue entonces cuando su agresor le propinó el resto de golpes, esta vez en la parte posterior de la cabeza. Una de estas heridas le provocó un traumatismo craneoencefálico mortal “con seguridad”: su homicida la golpeó de forma repetida hasta en tres ocasiones en un mismo lugar del cuero cabelludo, con tanta fuerza que le partió un hueso de gran grosor como es el occipital. La joven quedó tirada sobre el colchón y el suelo y todavía pasó “un cierto tiempo” entre el momento en el que sufrió las heridas y el de la muerte. Cuando los primeros agentes la encontraron, había un gran charco de sangre bajo su cabeza y a su lado, a medio metro, estaba el adoquín.

En la autopsia no se encontraron las típicas lesiones defensivas o de lucha que suelen aparecer en manos o en brazos. “No había nada”, dijeron rotundos los forenses, que también dieron casi por descartado que las heridas del acusado -esguince en un dedo de la mano derecha y erosiones en la izquierda- fuesen por esquivar una hipotética agresión de la chica. De hecho, los peritos creen que el esguince se lo causó al sujetar de forma prolongada o mover con fuerza el adoquín con el que la joven Aellyca recibió la agresión mortal.