Ni asesinato como pedía la acusación particular, ni homicidio imprudente como justificaba la defensa. Después de dos sesiones de juicio, con declaraciones del acusado, testigos y periciales, el juicio que se seguía en la Audiencia provincial con jurado popular contra Sergio González por haber dado muerte a su vecino Gregorio Fernández quedó ayer visto para sentencia. El jurado emitió su veredicto y fue tajante. Por unanimidad, declaró al encausado culpable de un delito de homicidio. Eso sí, tiene en cuenta, que Sergio González padece un retraso mental moderado que limita parcialmente sus capacidades intelectivas y volitivas, pero que le permite distinguir en el bien y el mal. Así lo entendió el jurado por mayoría de siete votos, al amparo de las valoraciones psicológicas vertidas durante la vista oral.

Después de toda una tarde de deliberación, el jurado popular designado en la causa volvió a la sala de la Sección Segunda de la Audiencia a las nueve de la noche. Fue entonces cuando el acusado, que hasta entonces esperaba en los calabozos del edificio judicial, conoció el veredicto. Para el jurado popular era el autor material de un homicidio. El presidente del jurado lo argumentó.

A tenor de las declaraciones, pruebas e informes dadas a conocer durante el juicio, el jurado considera probado que el 25 de septiembre de 2006, sobre las 16.30 horas, el acusado se encontró en el paraje de "As Campanillas", en la localidad de Albarellos, con su vecino Gregorio, portando éste una azada y unas tijeras de podar en tanto que se dirigía a trabajar a unas fincas. Asimismo, estima acreditado que Sergio González consiguió arrebatarle las tijeras a su vecino y que, "con ánimo de matarle", se sirvió de ellas para herirle, causándole lesiones en la cabeza, el tronco, las vértebras, extremidades y el cuello, seccionándole las venas yugulares, lo que le provocó una intensa hemorragia interna y el posterior fallecimiento.

El jurado también estima acreditado que, tras estos hechos, Sergio González (que entonces tenía 40 años y su víctima más de 80) arrastró el cuerpo de Gregorio, aún con vida, a lo largo de más de 40 metros hasta una zona de abundante vegetación, donde lo tapó con piedras y ramas, al mismo tiempo que ocultaba las tijeras en un terraplén, marchándose después para su casa a lavarse las manos y la ropa.