Las mujeres se jubilan mejor: "Ellas cuidan más y se cuidan más"

Hombres y mujeres afrontan de manera distinta el proceso de envejecimiento, condicionado por factores como la esperanza de vida, la brecha económica tras la etapa laboral o la responsabilidad de los cuidados

Dos mujeres mayores pasean por Ourense

Dos mujeres mayores pasean por Ourense / Brais Lorenzo

M. González

M. González

“Tanto los hombres como las mujeres tenemos distinto proceso de envejecimiento y, desde luego, distinta manera de afrontar el tema de la jubilación”, sostiene el geriatra y gerontólogo vigués Andrés Vázquez, que identifica “tres elementos tremendamente diferenciadores entre hombres y mujeres en el proceso de envejecimiento”. “El primero, la esperanza de vida, que en las mujeres se sitúa por encima de los 86 años y en 80 para los hombres. Hay una diferencia de seis años que, a esa edad, es muy importante. Las mujeres sobreviven mucho más y son conscientes de esa supervivencia en el momento de la posible jubilación o del proceso de envejecimiento”, expone Vázquez, que también fue presidente de la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría.

“El segundo elemento”, prosigue, “sería la brecha económica en cuanto a pensiones que existe en el proceso de la jubilación o en la pensión por jubilación que reciben los hombres y las mujeres”: “En España, la pensión media por jubilación está en 1.500 euros para los hombres mientras que para las mujeres estaría cercana a los 1.000 euros”, dice mencionando datos de marzo de este mismo año. “Si hablamos de otras pensiones (viudedad, no contributivas, etc.), que perciben en un 90% las mujeres, son bajísimas”, afirma.

Andrés Vázquez

Andrés Vázquez / CEDIDA

Y, en tercer lugar, Vázquez sostiene que “el afrontamiento de la situación de envejecimiento a partir de los 65 o 70 años en la mujer y en el hombre es distinto”. “Las redes sociales, la cohesión grupal que rodea a las personas o las relaciones intergeneracionales en las familias la hace mucho mejor la mujer que el hombre en el momento de la jubilación. El cuidado conforma una situación de cohesión grupal y, por suerte o por desgracia, sigue siendo un patrimonio de las mujeres: siguen siendo las cuidadoras de hijos, de nietos, de padres y madres y de suegros y suegras”, afirma.

Vázquez: “Es un proceso que lleva su tiempo y precisa de mucha adaptación”

En su caso, tras haberse jubilado el año pasado, reconoce que creyó que la jubilación sería “otra situación distinta a la que me encontré realmente”. “Todavía estoy en un proceso que lleva un tiempo; incluso sabiendo lo que va a ocurrir, es lento y precisa de mucha adaptación a una situación novedosa. Las responsabilidades son menores y esto no es un hecho menor”, expone. “Te quedas como en una caída libre hacia no sabes muy bien qué y cuál va a ser el futuro y a qué cuerdas te vas a enganchar para darle sentido profundo a una vida que lo ha tenido siempre”, prosigue.

“Y me refiero a un sentido profundo, no al activismo por el activismo, sino a conseguir desarrollar un proyecto vital dentro de los 25 años de expectativa de vida que me pueden quedar y tener claro ese proyecto vital me está costando tiempo”, reconoce. “Aunque se rellenen espacios, el proyecto vital es algo que todos deberíamos buscar firmemente porque, en el mejor de los casos, hay 25 años por delante. Yo estoy en ello”.

Guadalupe Varela, vestida con su traje de baile tradicional gallego

Guadalupe Varela, vestida con su traje de baile tradicional gallego / Cedida

Guadalupe Varela Varela, por su parte, se jubiló hace 10 años. Trabajó desde los 16 años como peluquera, primero como empleada y después, a partir del año 66, con un negocio propio. “Esa fue mi trayectoria de vida, encantada de haber tenido esa profesión, a pesar de que fueron unos años muy esclavos”, dice. Por eso cuando se jubiló se volcó en todas aquellas cosas que le apasionaban: “Empecé con la música tradicional, que me gustaba desde siempre, antes ya de jubilarme, en la Asociación Cultural Andarela. Empecé tras fallecer mi marido y tocaba el pandeiro, las chucharas, la pandereta, las cunchas... También hacía baile gallego, pero hace unos seis años que lo dejé”, dice. Hace ocho años se hizo, además, voluntaria en el centro Sociocomunitario de O Calvario. “Primero empecé unos cursos de informática y luego, como ya llevaba bastante tiempo, me dijeron que tenía que hacerme voluntaria para poder seguir. Y así lo hice”, destaca.

También canta en la Coral Polifónica Riomao do Calvario, de la que es delegada desde 2018. “Todo eso ya me lleva mucho tiempo, a mayores de planchar, fregar, hacer de comer, ir a comprar...”, dice Lupe, que vive con dos hijos.

“Yo ahora estoy encantada de la vida y me gusta mucho tener cosas pendientes, tener cosas que hacer. El tiempo se me va bien, no me aburro para nada”, bromea.

Teresa Castro

Teresa Castro / CEDIDA

Teresa Castro también está jubilada. “Mi marido, mi hijo y yo trabajábamos los tres juntos en una agencia de seguros. Mi marido se tuvo que jubilar anticipadamente por problemas neurológicos –tiene demencia frontotemporal– y yo me jubilé a finales de 2021, un poco más tarde de lo que me correspondía. Yo hubiera seguido trabajando un poco más de tiempo, pero debido al estado de mi marido, decidí que me iba a jubilar para poder dedicarle un poco más de tiempo”, explica. Finalmente, tenía casi 67 años cuando finalizó su etapa laboral.

En un primer momento afrontó su nueva etapa “más o menos bien”. “Mi marido no tenía todavía muy avanzado el problema y digamos que lo llevaba bien. No trabajas, estás más en casa y digamos que, al ser la empresa nuestra, no te desvinculas de todo porque, al final, es mi hijo el que se quedó al frente de la agencia. Mi idea, de hecho, siempre había sido no haberme jubilado a jornada completa, sino seguir trabajando media jornada, pero al final esa opción no pudo ser”, expone.

“Ahora, con el problema de mi marido, la vida te cambia mucho. Piensas que te vas a jubilar, que vas a disfrutar de la vida y a hacer muchas cosas, pero al final la vida te coloca en otro punto”, destaca. “Al principio te cuesta un poco asimilar toda esa situación, pero una vez que ya más o menos lo tienes asumido sabes que tu vida va a ser de otra manera y te adaptas. Tienes que pensar que lo que te toca es lo que hay y que hay que tirar para adelante”.

Teresa Castro, cada vez más pendiente de su marido, también consigue sacar un poco de tiempo para ella: “Antes iba a Afaga dos días a la semana, pero ahora va a un centro de día cuatro días a la semana por las tardes y puedo salir a caminar, ir a clases de pintura o quedar con una amiga una tarde si quiero para tomar un café”.

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Jorge García Marín - Profesor titular de Sociología de la USC

“Donde puede haber mayor diferencia es en que las mujeres cuidan más y se cuidan más”

Los de Andrés Vázquez, Guadalupe Varela o Teresa Castro son tres claros ejemplos de las diferencias que existen en esta etapa vital. Independientemente del sexo, cada persona asume de manera diferente esta llegada a la etapa “sénior”. De este modo, el profesor titular de Sociología y director del Club de Masculinidades Disidentes de la Universidade de Santiago de Compostela (USC), Jorge García Marín, destaca que lo primero que se puede pensar en esta diferente manera de afrontar la jubilación entre hombres y mujeres es que “el desigual reparto de roles de género que tienen las personas en su vida activa, sobre todo cuando hablamos de una generación más mayor, que vivió un modelo más “patriarcal”, puede dar lugar a un grupo de hombres que no está tan acostumbrado a todo el universo que significa cuidar, incluso cuidarse a sí mismo”. “Por lo tanto”, afirma, “cuando llega esa época en la que dejan de trabajar en el ámbito de lo público y retornas a lo doméstico, se encuentran con un vacío”, subraya. “Las mujeres, tradicionalmente, asumían el doble papel e, incluso, en generaciones anteriores, el papel primordial era el ámbito de lo doméstico, por lo que para ellas la jubilación no es tal jubilación, porque sigue asumiendo ya no el cuidado de sus hijos, pero sí el de sus nietos o, incluso, el de sus padres”.

De todos modos, en alguna de sus investigaciones, “vimos que había una tendencia de que muchos hombres asumían un rol de cuidador justo al llegar a abuelos, que hacían cosas con sus nietos que no habían hecho con sus hijos”, afirma García Marín. “De cualquier manera, donde puede haber más diferencia es en que las mujeres cuidan más y se cuidan más; incluso por aquello de vivir la masculinidad tóxica o hegemónica al límite, uno de los rasgos que caracteriza este tipo de masculinidad justamente es el de cuidarse menos: te haces menos revisiones o te cuidas menos en tu propia estética... Esto correlaciona, además, con la expectativa de vida, que es mayor en las mujeres que en los hombres; lo cual es indicativo de la capacidad que tenemos los hombres de cuidarnos nosotros mismos: ir más al médico, hacerte chequeos, ser más saludable con hábitos como fumar, beber, etc.”.

Evidentemente, con los años muchas cosas han cambiado: “En una simple observación sí que se ve a abuelos yendo con los nietos al parque, quizá arrastrados por ese cambio de paradigma de ver a sus hijos hombres que también están cuidando y van asumiendo con más naturalidad un nuevo rol masculino”, apunta el sociólogo.

Cotización

La brecha salarial en la vejez también tiene, según García Marín, su coste. “Las mujeres, a lo largo de su vida laboral, muchas veces han tenido que pedir más permisos o tener más trabajos a tiempo parcial, justamente para dedicarse a cuestiones que tienen que ver con el ámbito doméstico. En ese sentido, muchas veces necesitan más tiempo de cotización y, por lo tanto, más tiempo de actividad”.

En este punto, afirma que “la mujer va más en el paradigma de la superwoman, de la mujer que trabaja fuera y en casa, que siempre tiene lío; en cambio, el hombre, curiosamente tiene más tiempo libre, pero a veces ese exceso de tiempo libre le conduce al paradigma de no saber qué hacer, más que estar en el bar o yendo a comprar el pan”.

Sobre la facilidad de las mujeres para mantener vínculos sociales más allá del entorno laboral, el sociólogo apela al campo de las “emociones y la afectividad”, un campo que “tradicionalmente se ha vinculado más al universo femenino”.

Cuidados

“Si en este momento, todas las mujeres mayores de 65 años que son cuidadoras de sus familiares mayores, que tienen dependencia, dejaran de cuidar este país se paralizaría”, sostiene Andrés Vázquez. “Los costes de la gestión privada de recursos de la dependencia son muy caros e inaccesibles y los de la sanidad pública son terriblemente escasos para poder liberar a la mujer actual de 65 y más años de los cuidados de su familia”, insiste: “Sin embargo, los hombres, con más culpa o menos, nos liberamos antes de ese proceso porque como ya no estábamos, nadie nos espera”.

También es cierto, por otra parte, que “el impacto para nosotros los hombres de dejar el trabajo que hemos ejercicio durante 40 años y, de repente, parar y meternos en casa nos viene un poco grande y es mucho más severo que el de la mujer”.

Pasado, presente y futuro

Andrés Vázquez hace, además, otra clasificación en este proceso: “pasado, presente y futuro”. “Toda la población que nació en los años 40, aproximadamente, ha tenido una vida muy distinta a la de las mujeres que se van a jubilar ahora y a la de las que se van a jubilar dentro de 40 años. Quizás no han cotizado en la vida, a diferencia de los hombres, que tienen un proceso de jubilación claro, pero para ellas ese proceso no se manifiesta en sus vidas, porque siguen haciendo las mismas funciones, que es el trabajo familiar, el de casa”. Un segundo bloque sería “el de los que ahora tenemos 65 y más años, donde se percibe un desequilibrio importante en cuanto a las cotizaciones de hombres y mujeres: ellas han trabajado menos, cobran menos y tienen que trabajar más tiempo”, subraya.

A partir de ahí, viene el futuro: “Más adelante no sabemos qué va a pasar, lo que es seguro es que será una realidad totalmente distinta para la que la sociedad también tiene que tomar conciencia”, destaca.


José María Failde
Presidente de la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría

“Nuestras sociedades, por desgracia, no nos enseñan a envejecer”

José María Failde

José María Failde / Iñaki Osorio

“La jubilación es uno de los acontecimientos más importantes y que potencialmente más pueden suponer un cambio en la vida de una persona”, apunta José María Failde, presidente de la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría: “Puede ser positiva, sobre todo cuando es voluntaria o buscada, o perjudicial si la actividad se ve interrumpida de forma súbita o cuando la persona tenía fundamentalmente todos sus vínculos sociales en el ámbito laboral”.

Failde menciona la teoría del gerontólogo Robert Atchley, que propuso un modelo sobre la jubilación que consta de seis fases: prejubilación, jubilación, desencanto, reorientación, estabilidad y finalización: “Cada persona es diferente y es fundamental entender que en el proceso de adaptación a la jubilación influye mucho tu vida anterior, cómo haya sido y cómo sea tu autoconcepto”.

Puede llegar a darse “un desencanto o crisis”, pero después “resurgimos y volvemos a adaptarnos”: “Empieza una oportunidad para explorar otras actividades productivas o de ocio: se retoman incluso algunas actividades que se habían abandonado en fases anteriores y empiezan a establecerse, en muchos casos, unas rutinas más satisfactorias”.

“Otros autores también hablan de cuatro estilos de afrontamiento del momento en el que nos desvinculamos laboralmente”, añade. “La jubilación parece que es el inicio de la vejez y, sin caer en el estereotipo, podemos encontrar dos patrones de una forma de ver el envejecimiento en positivo. Uno, el de oportunidad para el cambio; vivimos esta etapa como una liberación, donde las obligaciones son secundarias”, prosigue. Aquí, “la muerte se ve como un punto final antes del cual queda mucho por hacer”. Hay otra etapa con un afrontamiento en positivo “en la que el envejecimiento es visto como una etapa más de la vida, la vejez forma parte de ese proceso vital”.

“Los niveles de conocimientos que tiene la población sobre el envejecimiento son muy bajos y están llenos de estereotipos”

Las dos siguientes taxonomías ya “son más reactivas o pasivas”: “Enla tecera, la vejez se vive como un momento para compensar déficits y se caracteriza por una actitud compensatoria ante las dificultades y los retos que va produciendo la vejez”. Finalmente, “la cuarta es la de la vejez como un momento de abandono, una etapa dolorosa, sin reconocimiento social, donde uno ya no es ni útil ni válido; es una espera que los lleva a sobrevivir desde una posición resignada y en la que se puede observar abandono de cuidado físico, descuido de las relaciones sociales e incluso una menor vinculación familiar”.

“En función de cómo sea nuestra satisfacción vital, nuestro estilo de afrontamiento será de una manera u otra”, subraya. Hay estudios –aplicando la escala de Philadelphia, de Lawton– que correlacionan la satisfacción vital con la longevidad: “Las personas que puntuaban alto en satisfacción vital tenían un promedio de 7,8 años más de vida”. También hay investigaciones que relacionan la satisfacción vital con una mejor salud. “En el momento en el que una persona pierde la ilusión de vivir se va abandonando. Y una de las cosas que abandonas cuando te deprimes es el contacto social. La soledad no deseada impacta en la longevidad hasta 15 años”, expone.

“Vivimos en una sociedad que invisibiliza la vejez y esto nos lleva a tener una visión negativa del envejecimiento e, incluso, a convertir la muerte en algo tabú”, reflexiona: “Nuestras sociedades, desgraciadamente, no nos enseñan a envejecer y esta es una de las grandes tareas que tenemos pendientes. Hay que empezar hacer más formación a lo largo de la vida para aprender a envejecer, para saber afrontar con un estilo positivo la vejez”, insiste.

“Tendríamos que tener más conocimientos sobre el envejecimiento”, apunta: “Los niveles de conocimiento que tiene la población sobre el envejecimiento, incluidas las propias personas mayores, son muy bajos y están impregnados de estereotipos y también sabemos que cuando se activa el estereotipo negativo eso tiene una grave repercusión en la salud de las personas mayores”.

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