Las rocas gallegas donde enamorarse de la escalada

Galicia es prolífica en clubes de montaña, sin embargo el montañismo es un gran desconocido | Tierra donde se forjaron grandes figuras como Chus Lago o Sechu López, sus granitos crean una ‘zona escuela’ donde roca y mar se unen

Mara (Montañeiros Celtas) haciendo un 8A en Plaza Picoña, San Cibrán

Mara (Montañeiros Celtas) haciendo un 8A en Plaza Picoña, San Cibrán / Brais Costas

Galicia es la tierra del agua por excelencia donde el Atlántico le da sentido a todo, también a sus montañas, que acaban sobre él en una cascada de granito, duro, rugoso a veces, liso otras, gris y siempre frío. Como sacadas de otro tiempo sus rocas hacen una composición difícilmente reproducible en otro lugar. Ejemplo de ello es Monteferro, con su inconfundible piedra amarilla se levanta sobre océano infinito, cortado solo por el cielo naranja del atardecer de Nigrán. Y donde generaciones de gallegos amantes del ‘lado oscuro’ que representa el montañismo en el planeta del mar han dado sus primeros pasos en la escalada. La disciplina indispensable para cualquier alpinista, base del ascenso y cuya técnica esculpe no solo el cuerpo, sino también el carácter.

“Galicia tiene rocas que son zonas escuela y te dejan practicar al lado del mar, como Monteferro. Tiene tramos pequeños y te puedes permitir la dificultad cuando estás aprendiendo, es fácil abrirla”, explica la reconocida alpinista viguesa Chus Lago. La deportista aclara que cada zona de España tiene sus características y, en el caso de las rocas gallegas, estas ofrecen la posibilidad de trabajar fisuras, chimeneas, orejas y placas. “Tenemos formaciones diferentes que son muy características de esta tierra, como pitones de cuarzo. Son como botones y para escalar tienes que poner los pies y los dedos agarrándote en ellos. Hay que ser duro, porque el granito es muy rugoso. Las manos se resienten mucho. Hay quienes se vendan los dedos para protegerse”, señala. Y asegura que todo ello les prepara para el mundo, ya que siempre están viajando en busca de los desafíos extremos que ofrece la montaña, entre el cielo y la tierra. La roca y el hielo.

Junto a Monteferro y las rocas sobre el mar de Cabo Home, ambas paredes cortas, destacan también Galiñeiro, muy técnica y de paredes duras y que Lago considera “vías escuela”. También Faro de Budiño, granito con cuarcito que se escala en adherencia y que exige mucho equilibrio.

Además de Pena Corneira, en los montes de Avión. “Otro lugar donde practicar la escalda en bloques cortos en Galicia y enamorarse de ella” cuenta otro amante de la vida montañera, José, alpinista gallego aficionado. Él comenzó con solo veinte años su andadura en la montaña y de eso ya han pasado más de treinta. Como Chus, reconoce que la montaña atrapa y que “se viaja mucho, siempre estamos de un lado a otro, desde Pirineos y Picos de Europa a Gredos”.

Afirma que la montaña es una pasión que no se pierde nunca. Y que, aunque se trate en su caso (como el de tantos) de una afición, es difícil de abandonar. “Ahora soy padre, tengo responsabilidades que no puedo dejar como cuando era más joven y dedicaba mis vacaciones y todo mi ocio a la montaña”, dice con cierta melancolía.

Todas componen algunas de las rocas que integran la ‘zona escuela’ gallega para escaladores. Galicia cuenta, además con una Federación Galega de Montañismo, que agrupa todas las disciplinas (alpinismo, barranquismo, esquí y raquetas y también, la escalada). En ella están registrados los clubes federados. Solo en la provincia de Pontevedra hay 27, entre ellos los históricos ‘Montañeiros Celtas’, ‘Clube de Montaña e Escalada Azimut’ y ‘Club Peña Trevinca Montañeiros de Galicia’.

Un deporte mental

Si algo tiene la montaña es que es aglutina disciplinas que exigen unas condiciones físicas y mentales especiales. Y parte del éxito de estos deportistas está en lo que se les inculca desde niños.

Chus Lago, que fue la primera alpinista española en escalar el Everest sin oxígeno artificial y la primera en recorrer el Polo Sur, recuerda sus experiencias para explicar por qué es un deporte tan exigente. “Es el aquí y el ahora, no puedes estar en otra cosa. Cuando esa sensación la descubres por ti mismo, con tus ojos, tus dedos todos tus músculos... Está todo conectado porque un fallo y te caes”. “En montaña, a diferencia del Polo, tienes que estar presente y muy concentrado. En la montaña hay peligro, por eso es tan necesaria la concentración. Puedes prepararlo todo, pero cada día es diferente y debes saber responder”. Aclara que el infinito hielo del Polo es todo lo contrario y el trabajo mental consiste en abstraerse, porque todos los días, todas las horas son iguales. “Y pasas catorce cada jornada haciendo la expedición”.

El entrenamiento en rocódromo y gimnasio (para fortalecer los músculos y entrenar movimientos en un espacio controlado), el descanso y una dieta equilibrada y adaptada al trabajo físico que requiere la escalada, son tareas que no se ven, pero son fundamentales. Una buena preparación marca la diferencia entre la vida y la muerte, en la era de la tecnología punta de los equipos (desde la adherencia y control que ofrecen los pies de gato, hasta las cuerdas con distinto grados de elasticidad u otros elementos indispensables como: fisureros, ochos, grigris...).

“Es un deporte fantástico para personas con algún tipo de dependencia. Sirve como terapia, porque te enseña a concentrarte y tienes que trabajar todo tipo de destrezas físicas”, remata la histórica y querida alpinista.

Pequeños escaladores de forma natural

Quien desconoce el mundo de la montaña, pero se anima a probar a ver si es capaz de subir su propio peso en un rocódromo, se queda estupefacto al ver a niños muy pequeños escalando. A penas uno y dos años, algunos, con el apoyo y guía de papá o mamá que les van indicando qué presa agarrar. Con sus ‘pies de gato’ minúsculos, suben sin mostrar dificultad, en un despliegue de fuerza física y flexibilidad que impresiona. Casi tanto como su pequeño tamaño en la pared. Los niños no han perdido el reflejo de agarre cuando son tan pequeños. No tienen miedo que les haga dudar y son muy ágiles. Esto les permite trepar sin problema. “Y es un deporte que les enseña cualidades que deben fomentarse entre los pequeños, como el equilibrio y la concentración”, recalca la alpinista Chus Lago, madre de uno de dos años. Muchos de estos padres fomentan la escalada desde bebés, poniendo pequeñas paredes con presas de colores para acceder a la cama, por ejemplo. Una manera de aprender la técnica desde el juego. Y una forma de inculcar los valores de este deporte desde la cuna. Los parques públicos infantiles también han incorporado presas, por los beneficios aporta este deporte.

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