“Ellas son parte de nuestra vida”

Andrés y Alfonso tuvieron sus dos hijos por gestación subrogada: “Son fruto del deseo enorme de sus padres y de gente buena que participó” | Las gestantes Gladis y Lulú: “No hemos sido explotadas” y fue “un privilegio”

Alfonso, a la izquierda, con Lulú y Gladis, las madres gestantes de sus hijos Alicia y Antonio, y su pareja Andrés

Alfonso, a la izquierda, con Lulú y Gladis, las madres gestantes de sus hijos Alicia y Antonio, y su pareja Andrés / Cedida

M. González

M. González

Andrés y Alfonso, pareja desde 2005, siempre tuvieron claro que querían tener hijos. Descartada la adopción internacional en su caso, lo intentaron en España. “Hicimos todos los cursos y nos dieron el certificado de idoneidad, pero por nuestra edad ya nos dijeron que no llegábamos a tiempo. Esa puerta se nos cerró también”, afirman. Así que empezaron a plantearse la vía de la gestación subrogada, un proceso que iniciaron en 2017. Contactaron con una agencia española y realizaron la donación de semen en una clínica de Idaho. “Una chica maravillosa, a la que conocimos a posteriori y con la que ahora tenemos una gran relación, donó unos óvulos, se fecundaron y se quedaron congelados esperando a la aparición de una gestante”. Presentaron su perfil en la agencia que llevó su caso y esperaron a ser elegidos. “Fue Gladis la que nos escogió”, celebran.

“¿Sus motivaciones? Ella tuvo una amiga que sufrió mucho para tener hijos. En ese momento Gladis no podía ayudarla porque tenía 4 hijos pequeños, pero decidió que, en el momento en el que pudiera, le gustaría ayudar a una familia”, indica Andrés. “Cuando su segundo hijo falleció en un accidente de tráfico, con 18 años, decidió que ese era el momento”. “Y decidió ayudarnos a nosotros”, prosigue.

Alfonso, a la izquierda, y Andrés, con sus hijosAlicia y Antonio. // Cedida

Alfonso, a la izquierda, y Andrés, con sus hijos Alicia y Antonio. / Cedida

Se quedó entonces embarazada de Alicia, que nació en 2019, y se creó un vínculo entre ellos que se mantiene hoy; de hecho, es la madrina de la niña. La propia Gladis se muestra emocionada por el caso de Ana Obregón, del que tuvo constancia a través de la pareja viguesa, y lo califica como una historia “bella”: “Ojalá yo hubiera tenido esa oportunidad de hacerlo con mi hijo, hubiera tenido mis nietos, pero me da mucho gusto que podamos ser parte de esto y podamos ayudar e informar a muchas parejas allí en España para que también sus sueños se hagan realidad”, afirma. “En ningún momento hemos sido explotadas”, subraya.

Para evitar que haya un componente económico, las gestantes deben tener unos ingresos mínimos y también pasan unas evaluaciones psicológicas. “Nosotros también las pasamos en Estados Unidos”, afirman. “Desde un principio tenía muy claro que esa hija era nuestra. Sabía que traía una niña al mundo, que nos estaba ayudando y desde el primer momento tuvo claro que era nuestra hija”, explica Andrés. “Alicia conoce a Gladis y sabe que estuvo en su barriguita porque los hombres no pueden tener bebés en su barriga”, añade. “Siempre lo contamos con mucha naturalidad porque no hay nada que ocultar, cuanto más lo ocultas, más lo oscureces, pero es tan bonito. Nuestros hijos son fruto del deseo enorme de sus padres y de mucha gente buena que participó”: “Somos una gran familia, una familia extensa, y somos todos muy felices”.

“Para nada era una mujer pobre ni explotada. Vive en Palm Springs, tiene un trabajo con un buen sueldo y su marido también, no tenían necesidad económica”

Cuando decidieron tener un segundo hijo, “Gladis, en ese momento, quería tener un quinto hijo con su nuevo marido”, así que presentaron una nueva solicitud en la agencia. Les escogió, esta vez, Lulú. “Alguien de su trabajo había sido gestante de una familia y le pareció algo tan bonito que quiso vivirlo ella”, explican. “Se quedó embarazada de Antonio y todo fue de maravilla”, dicen. “Para nada era una mujer pobre ni explotada. Vive en Palm Springs, tiene un trabajo con un buen sueldo y su marido también, no tenían necesidad económica”, destacan.

“Ser parte del proceso de ayudar a completarse la familia de Andrés y Alfonso fue un privilegio. Personalmente, fue una experiencia llena de amor e ilusión”, afirma Lulú: “Se tiene la impresión de que es un asunto económico y, en mi caso, no fue así. Tengo estabilidad económica y emocional. A día de hoy los considero mi familia y estoy agradecida con la vida por habernos juntado”, añade. De hecho, cuando Antonio nació el pasado mes de junio en Palm Springs, “Gladis vino con su familia para estar con nosotros”, destaca Andrés hablando del vínculo que se ha creado entre ellos.

“Claro que cuesta dinero: los gastos médicos, los abogados... Nosotros llevamos ahorrando desde que nos conocimos y nos ayudó nuestra familia"

“Hay una serie de compensaciones”, indican: “Las rentas perdidas, por si un día tienen que faltar al trabajo, los gastos sanitarios (una ecografía cuesta unos 200 dólares), el parto, la ropa premamá, los desplazamientos que tengan que hacer...”, enumeran. En este punto, Andrés considera que las agencias “son muy necesarias”: “Garantizan el buen fluir y el componente humano con la gestante porque se encargan de gestionar todas estas cuestiones económicas”. “Claro que cuesta dinero: los gastos médicos, los abogados... Nosotros llevamos ahorrando desde que nos conocimos y nos ayudó nuestra familia. No es cosa de ricos, es cosa de ser valientes y tener la fortuna de que se cruce en tu camino alguien que te quiera ayudar. Y existen”, añaden.

“Allí tienen otra forma de ver las cosas y lo ven de otra forma, creo que es un tema de mentalidad”, apunta Alfonso. “Allí la gestante es una figura muy reconocida, forma parte de su sociedad, por lo que resulta muy injusto que se hable de ellas en estos términos y me molesta por lo que puedan escuchar mis hijos cuando sean mayores y por la imagen que dan de ellas, me parece una falta de respeto, como si fueran unos objetos que no fueran capaces de pensar y decidir por sí mismas”, indican.

En cuanto al discurso que apunta a que se ejerce violencia sobre la madre gestante, afirman que “violencia es si las obligas, eso es totalmente reprobable, pero en este caso no hay obligación ninguna, son ellas las que van a la agencia a ayudar a familias, son ellas las que te escogen a ti y son ellas las que toman, en todo momento, las decisiones”, subrayan: “Si ella considera que quiere interrumpir el embarazo, lo interrumpe. El derecho es de ella, porque es su cuerpo”.

“Nuestra gente, nuestro entorno siempre nos ha apoyado, se alegran por nosotros y siempre han mostrado un respeto absoluto”, dicen, al tiempo que lamentan el tono con el que se está tratando el tema en este momento. “El problema es que, púbicamente, te insultan, insultan a tus hijos, llamándoles niños comprados, e insultan a las mujeres”, reflexiona Alfonso. “Pero, ¿qué alquilas? No alquilas nada, el cuerpo no se alquila. Ellas, voluntariamente, deciden albergar a tu hijo en su vientre y lo gestan, lo cuidan y cuando nacen se sienten bien por haberte ayudado y ahí no has alquilado nada. Se alquilan las cosas, los coches, las casas, pero las mujeres no se alquilan, ¿qué es eso de vientre de alquiler?”, se preguntan.

“Entiendo que tiene que haber debate, es un proceso complejo, pero deber ser un debate sereno y respetuoso”

“Lo que no quiero es que haya esta persecución, este estigma”, dice Alfonso. “Es algo que me horroriza y creo que los políticos de hoy en día están generando una situación terrible para los niños si se mantiene esta dinámica, me preocupa esta falta de respeto y este tacto con las familias que somos padres por gestación subrogada”. “Quienes sí tienen responsabilidad son los políticos, de todos los colores, y pueden no estar de acuerdo, estar en contra de regularla, pero lo que no pueden hacer es insultar y estigmatizar”, añaden: “Entiendo que tiene que haber debate, es un proceso complejo, pero deber ser un debate sereno y respetuoso”.

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El 10 de febrero de 2020 vino al mundo la pequeña Martina. Nació en Ucrania, gracias a una gestante que hizo realidad el sueño de Mariana (de nacionalidad argentina) y de Alberto (gallego) de ser padres. Después de muchos años intentando un embarazo que no pudo darse, pensaron en un primer momento en la adopción. “Imposible”, dice Mariana, que por entonces tenía ya 42 años –ahora ella tiene 46 y su marido, 50–. Fue cuando apareció la opción de la gestación subrogada. “Sabíamos que se hacía en Estados Unidos, pero en ese momento desconocíamos que se podía hacer en Ucrania”, apunta. Fueron averiguando sobre el tema, contactando con diversas agencias y, finalmente, optaron por Ucrania porque, además, era “más accesible” económicamente.

El primer paso fue contactar con una clínica. “Nos entrevistamos con varias y la que nos pareció más seria y transparente fue la que decidimos contratar”. A través de la agencia elegida, de Madrid, iniciaron un proceso por el que viajaron a Ucrania para conocer a una gestante que, finalmente, no terminaría de presentar todos los papeles requeridos. “Los requisitos que les piden son que tienen que estar casadas, haber tenido hijos previamente, tener sustento económico comprobable para que no lo hagan por necesidad...”, enumera. Pero también les piden una “autorización familiar” que, en este caso, no llegó a aportar. “Se suspendió el proceso a una semana de proceder a la transferencia del embrión”, destaca. A los “dos o tres meses” conocieron a otra gestante, esta vez por videoconferencia.

Esta gestante se quedó embarazada en la primera transferencia de embrión, cuyo material genético era de Alberto. “Otro de los puntos que exige Ucrania es que, además de que seas una pareja heterosexual, el material genético debe ser de uno de los dos padres, no puede ser un embrión fertilizado”, matiza Mariana. Aquí también quiere añadir que “todo se firmó ante notario”.

El embarazo transcurrió con total normalidad y mantuvieron contacto asiduo con la gestante. Diez días antes de la fecha del nacimiento de Martina viajaron a Ucrania. “No pude presenciar el parto”, dice Mariana. “La mujer puede presenciarlo si la gestante está de acuerdo, pero en este caso la niña nació por cesárea, por lo que no fue posible”, puntualiza. “A los 20 minutos ya me la trajeron a la habitación”, afirma: “Estuvimos cuatro días ingresadas y nos dieron el alta simultáneamente”.

Tras el alta tuvieron que permanecer unos días más en Ucrania para realizar los trámites burocráticos pertinentes. En su caso, la inscribieron como argentina, lo que les permitió regresar a España, donde Mariana es residente, a los 20 días del nacimiento de la niña. “Yo salí con ella con un pasaporte argentino, con partida de nacimiento argentina donde yo figuro como madre y Alberto como padre”, explica. Pero ahora se encuentran en una pequeña encrucijada legal para regularizar la situación en España. “Para mi país yo soy la madre y Alberto, el padre; para España, yo soy la madre, pero Alberto no es el padre. Ahora tenemos que hacer un juicio de afiliación y, después, no sé qué tenemos que hacer. Nadie sabe. Si fuésemos españoles Alberto tendría que hacer un juicio de afiliación y, una vez hecho, yo tendría que adoptarla; pero en este caso nadie sabe qué tengo que hacer porque ¿cómo la voy a adoptar si yo ya soy su madre para mi país?”, se pregunta: “Yo ahora estoy en la etapa en la que me niego a adoptarla”.

Tener a la pequeña Martina con ellos supuso un gasto de unos 50.000 euros. Tuvieron que pedir un crédito para hacer frente al desembolso. “Volvería a hacerlo”, dice tajante, al tiempo que también asume que “la gestante –que ya tenía dos hijos– lo hace por dinero”, afirma. Y llegó a preguntarle sus sentimientos al respecto: “Me decía que ella, en todo momento, era consciente de que estaba cuidando a mi hijo, que sabía que ese hijo era mío”, desvela. “Incluso antes de que llegara el embarazo a término insistía en que la madre de la niña tenía que estar en el parto”.

Ahora, ya con su niña en casa, evita entrar en debates. “Con lo de Ana Obregón, ¿qué opino? Pues no voy a entrar en si está bien o mal, no me quiero posicionar en ninguna parte, pero yo sé que en Ucrania hay límite de edad para hacer esto y que no podría hacerlo siendo una madre monoparental. Es mucho más restrictiva la ley en Ucrania que en Estados Unidos, donde, además, el dinero no se va para la gestante”. Con el dinero que recibió la gestante de su hija, “se compró una casa”. Y aportan el dato de que lo que recibió corresponde “a 10 años de salario” para ella.

Mariana y Alberto le han contado a su entorno cómo vino al mundo su pequeña Martina. “Lo sabe todo el mundo; nadie lo ha visto mal, al menos no me lo han dicho”, afirma. “Me pareció totalmente ético, no era mi solución si hubiera sabido que la chica estaba explotada. Solo tuvimos algún cuestionamiento con algunas agencias que habíamos contactado antes, en las que no nos parecían éticas algunas cosas que nos decían. Para mí era un requisito indispensable, por ejemplo, tener contacto con la gestante y muchas agencias no te dejan, o solo puedes hacerlo a través de ellos”. A día de hoy, Mariana mantiene contacto con ella: “Nos felicitamos por los cumpleaños y yo le mando fotos de la niña y ella me envía fotos de sus hijos”, cuenta. Incluso le ofreció su ayuda cuando estalló la guerra, aunque ella no quiso salir del país: “¿Cómo no voy a ayudar a la persona que me ha dado lo más bonito que tengo en mi vida?”.

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En cuanto a los juicios que han tenido que escuchar estos días tras el caso de Ana Obregón, afirma que “nosotros ya estamos mayores y no me lastima nada porque yo sé lo que hice, pero ahora mi niña tiene tres años, pero si tuviera 9 o 10 años, ¿qué pensaría si oye todo lo que se está diciendo?”, se cuestiona. “El problema es que se estigmatice este tema porque haya una opinión política contraria”, apuntan.

Ahora Martina es muy pequeña, pero Mariana ha elaborado un álbum de fotos para explicarle cómo ha venido al mundo. “Ella ya sabe que nació en Ucrania y va a ser algo normal, con naturalidad. No va a recordar el día en el que le contamos que nació por gestación subrogada porque es algo que ya le vamos contando, que estuvo en otra barriga porque mamá no la podía tener”, afirma. “Espero que algún día podamos viajar a Ucrania y pueda conocer a su gestante”, añade.

“Se está estigmatizando a los niños”

Patricia (nombre ficticio) también recurrió a la gestación subrogada para ser madre y muestra su “rabia” ante la posición de “un sector feminista tan abiertamente en contra y con frases tan repetitivas sobre que la maternidad no es derecho, sino un deseo. Todos dicen lo mismo, sin saber qué están diciendo, llegando a calificar a las madres gestantes como vasijas. Me da tanta rabia...”, apunta.

“Ahora, con toda esta polémica, estamos muy observados por todo el mundo y me parece mal por los niños, porque se les está estigmatizando”, añade. Al principio ella hablaba abiertamente sobre cómo habían venido al mundo sus hijos, pero ya no: “Ha habido un cambio muy importante sobre cómo se percibía hace unos años y cómo se percibe ahora”.

“No me da miedo hablarlo con ellos, sino lo que les puedan decir en el cole por cómo se está tratando el tema ahora”

Patricia tuvo a sus hijos por mediación de una gestante de Ucrania. “Yo hablaba de ello sin ningún tipo de reparo y nadie me manifestaba su opinión en contra, lo que pudieran pensar ya es otra cosa, pero no había ese rechazo social como el que hay ahora”, afirma. “Un rechazo que se ha trabajado desde las instituciones”, añade. Ahora que sus hijos se acercan a la edad de hacer preguntas, reconoce que es cuando más le está costando hablar sobre ello: “No me da miedo hablarlo con ellos, sino lo que les puedan decir en el cole por cómo se está tratando el tema ahora”.

“Ser madre no es un derecho, por supuesto, pero ¿quién tiene derecho a qué?, ¿tenemos derecho a cambiarnos de sexo, por ejemplo?”, se pregunta. “Y no entro en eso, no soy quien para valorarlo y entiendo que para quien lo haga es una necesidad”, opina. “Ser madre es algo que está relacionado con el instinto biológico de perpetuarse y de reproducirse de una forma u otra y es una necesidad para sentirse bien, ahora que se habla tanto del bienestar emocional. Y hablan de deseo, a secas, como si nos estuviésemos comprando un coche o una casa; no es lo mismo”.

“Me hubiera gustado no tener que hacerlo”, reconoce una madre gallega, que apunta que “nadie recurriría a la gestación subrogada por un capricho”

Patricia reconoce que, en su caso, le costó “muchísimo” tomar la decisión de recurrir a la gestación por sustitución. “Me hubiera gustado no tener que hacerlo”, dice, y asume que “hay una necesidad de base” en muchos casos. “No se puede generalizar y habrá gente que lo hace por sentirse bien ayudando a otras personas, pero hay muchos casos en los que tienen una situación socioeconómica peor y necesitan salir adelante también”.

Esta madre gallega intentó tener hijos con sus propios óvulos. Tras varias inseminaciones artificiales y fecundaciones in vitro tuvo que asumir que no sería posible. Además, le detectaron un cáncer que le cerró también la puerta de la adopción.“No fue una decisión fácil, ni lo va a ser el resto de la vida”, reconoce. “Cuando los niños crezcan sigo pensando cómo se lo van a tomar. Ellos saben que yo no los he tenido en mi barriga porque “mamá estaba malita”; se lo toman con toda la naturalidad del mundo, pero son pequeños”.

Reconoce que ahora mismo “nos está haciendo mucho daño cuando hablan de violencia”. “Violencia es lo que también hacen ellos, no se puede combatir una violencia con más violencia y, realmente, no la están ejerciendo contra nosotros porque, a fin de cuentas, somos adultos, pero los niños son niños y hay muchos en España; y seguirá habiendo, porque puedes conservar la capacidad de tus óvulos, pero no la de gestar”, asegura.

“Lo que me da rabia es que dicen que no es un derecho, que es un deseo; pero hay muchas cosas que son un deseo y se reclaman a muerte”, insiste. “Nadie en su sano juicio recurriría a esto por un capricho”, opina. “Para mí, claro que es un dilema moral, por su puesto que lo es, pero lo que deberían hacer es regularlo”: “No debes juzgar a nadie si no quieres que te juzguen a ti. Cada uno tiene sus circunstancias y hasta que tú no te ves ahí, no sabes cómo reaccionarías”, reflexiona.

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