Medio siglo en bicicleta por el mundo

Una película en Netflix cuenta la increíble historia de Heinz Stücke, que pasó 51 años recorriendo el planeta | Visitó Vigo en 1983 y FARO lo entrevistó

Rafa López

Rafa López

Es “el hombre que quería verlo todo”. Así lo definió en un titular el periódico “The Sunday Times” en 1978. A Heinz Stücke le gustó tanto la frase que la adoptó para sí mismo. El 5 de noviembre de 1962, este alemán, que hoy tiene 83 años, abandonó su trabajo en una fábrica y la casa de sus padres en Hövelhof (Renania del Norte-Westfalia) y no regresó hasta 51 años después. En ese largo medio siglo visitó 211 países y territorios en bicicleta, recorrió más de 600.000 kilómetros, sacó más de 100.000 fotografías y escribió 18.000 páginas de diario. Su increíble historia se cuenta en una película documental disponible en Netflix y que lleva por título, cómo no, “El hombre que quería verlo todo”. FARO lo entrevistó en Vigo en 1983, cuando sólo –y solo– llevaba 19 años de periplo y 215.000 kilómetros recorridos a través de 136 países.

Stücke se presentó entonces en la calle del Príncipe, lugar donde tradicionalmente se plantan músicos callejeros y mochileros para obtener algo de dinero y proseguir su viaje. El intrépido alemán, que contaba entonces 43 años, vendía folletos con su historia a los transeúntes. Hasta él se acercaron el fotógrafo Magar y la periodista Sara Caldero, que relató en las páginas de FARO la epopeya de este “Marco Polo del siglo XX”. “Prefiero viajar solo porque es de gran importancia para mí poder disponer de mis propios pasos y de esa manera no puedo culpar a nadie de mis errores –contaba el aventurero en el decano, el 18 de octubre de 1983–. Un viajero solitario aprende mucho más porque depende de los contactos que haga para no estar solo y así se consiguen más invitaciones”, añadió.

Stücke salió de su pueblo con apenas 300 dólares en el bolsillo. Había oído historias de gente que viajaba sin dinero. “Si ellos pueden, yo puedo”, se conjuró. Llegaba a una ciudad inhóspita, como Bagdad, preguntaba por un alojamiento barato, y antes de darse cuenta le invitaban a dormir en una casa particular. La bicicleta era su “pasaporte”: cuenta en la película –dirigida por el catalán Albert Albacete– que si hubiera abordado a extraños como peatón hubiera resultado sospechoso. Pero su condición de ciclista le confería una apariencia más amistosa.

Stücke, al inicio de su periplo.

Stücke, al inicio de su periplo. / Rafa López

Cuidaba también su aspecto: se aseaba y afeitaba todos los días para no parecer un tipo que llevaba décadas de viaje en solitario. Esa disciplina germana le ayudó también a elaborar detalladísimas fichas de los países que visitaba, aprender idiomas y escribir cartas a todos los que trababan amistad con él, repartidos por todo el mundo. Eligió una bicicleta de acero sencilla, de tres velocidades, que podía arreglar fácilmente. Completó su viaje interminable con la misma montura.

“Empecé a usar la bicicleta en mis primeros viajes porque me sentía más independiente, era la forma de transporte más barato, y también porque consideré que era el modo ideal para conocer el mundo –razonaba Stücke en FARO hace 40 años–. Era suficientemente lento para permitirme estudiar cada país y sus habitantes y al mismo tiempo bastante rápido para recorrer grandes distancias en un tiempo relativamente breve”, explicaba en el decano.

“Durante unos días ha estado conociendo las Rías Bajas, sus gentes y sus comidas”, contaba Sara Caldero en el artículo, que cuenta también percances en el largo camino: un atropello en el desierto de Atacama, en Chile; el golpe de estado en Ecuador en 1966; la rebelión estudiantil contra los militares en México en 1968... Precisamente en ese país trabajó como fotógrafo en el legendario Mundial de fútbol de 1970 –se hizo una foto con Pelé–. Y en Etiopía, donde pasó apuros por una escaramuza bélica, conoció al mítico emperador de Etiopía, Haile Selassie, que le dio algo de dinero. Los objetos –recuerdos, regalos, documentos...– que acumulaba en los primeros 30 años los enviaba a casa de su hermana o de su padre. Así conseguía seguir ligero de equipaje.

El objetivo inicial, batir el récord de Marco Polo, le supo a poco. Tampoco se conformó con visitar todos los países del mundo. Su última meta fue cumplir 50 años de viaje sin parar, “una bonita cifra redonda”.

En Mali, en 1979.

En Mali, en 1979. / Rafa López

La aventura de Heinz Stücke tenía algo de obsesivo. Solo así se comprende su negativa a volver a casa en medio siglo. En 1966 su padre le escribió para comunicarle que había muerto su madre a los 63 años, y le avisó: “No estaré bien hasta que vuelvas al hogar”. “Ya estaba enterrada, era demasiado tarde”, se excusa Stücke en el documental. Para convencerle de que regresara al hogar, su padre le decía que estaba enfermo y que podía morir en cualquier momento. Pero el aventurero lo consideraba un chantaje emocional y no se ablandaba: “Lo ignoré hasta que murió”. El padre falleció en 1989 a los 82 años. En el documental, Stücke se muestra emocionado ante la tumba de sus progenitores.

Heinz Stücke.

Heinz Stücke. / Albert Bertran

Una vez, en los años setenta, recibió la visita de su familia en Holanda, a 300 kilómetros de su pueblo. Ese fue el único encuentro. “El viaje era lo que daba sentido a mi vida, no quería volver a casa. El viaje me completa. Es una vida plena”, explica el alemán en el documental, que gira en torno a una pregunta: “¿Hasta dónde serías capaz de llegar para conseguir tus sueños?”. Heinz Stücke llegó muy lejos para lograrlo. Como dice uno de sus amigos, “la mayoría de la gente trabaja en una oficina para jubilarse y viajar; él ha viajado toda su vida y se ha retirado para trabajar en una oficina”.

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