El vigués que te lleva al fin del mundo

Luis Piñero, de 28 años, lleva un lustro filmando y fotografiando los lugares y tribus más remotos de la Tierra | Codirige el segundo canal de viajes en YouTube con más seguidores en el mundo de habla hispana

Rafa López

Rafa López

Si hay alguien al que le podríamos decir aquello de “contigo, al fin del mundo”, ese es Luis Piñero Álvarez. A sus 28 años, este vigués se ha sumergido en la cultura de 43 países, filmando y fotografiando los lugares más remotos y los pueblos más esquivos, como la última tribu de cazadores de cabezas, los Konyak de la India. Junto a su amigo Rubén Díez, alias “Lethal Crysis”, que pone la cara y el nombre, este cineasta y fotógrafo codirige el segundo canal de viajes en YouTube con más seguidores del mundo de habla hispana, solo por detrás del mexicano Luisito Comunica.

“Desde los 8 años recuerdo que quería viajar por todo el mundo, era mi mayor sueño, pero no me imaginaba que podía hacerlo –comenta a FARO–. Pensaba que serían 30 países en días de vacaciones y que eso sería todo”. A los 18 años se compró su primera cámara, y su vida dio un giro en el último curso de carrera en la Escuela de Cine de Lisboa. Un amigo, Íñigo, le propuso documentar un viaje fotográfico a la India. Allí coincidieron con otro joven que llevaba tiempo dedicándose a hacer vídeos de YouTube, Rubén Díez. “Solo hacía vídeos de experimentos, como mezclar mentos con Coca-Cola, y algún truco de magia, pero quería empezar a hacer vídeos de viajes”, dice. Así empezó su colaboración con Díez, “Lethal Crysis”, y un canal de YouTube que acumula 4,6 millones de suscriptores. “Vamos a los lugares más interesantes del planeta –explica el joven vigués–. Hemos estado en situaciones muy difíciles pero nos adaptamos a todo, nos llevamos bien y podemos hacer lo que sea juntos”.

El riesgo es consustancial a este tipo de viajes, pero no es lo que buscan Luis y Rubén: “No vamos a sitios porque nos atraiga el peligro, no somos reporteros de guerra –precisa–. El peligro no es algo que nos impida hacer cosas, pero no somos descerebrados”.

Una de las situaciones de mayor peligro se produjo en México, donde estaban documentando el “tren de la bestia” al que se suben cientos de migrantes que viajan de Honduras a EE UU: “Estábamos en la zona más peligrosa de México, yendo a distintos sitios de la vía de tren. Llevábamos una hora en coche por la jungla, por donde había más secuestros de taxis. Nos llevaban con unos sicarios. El hombre me llegó a confesar que hicimos bien en amenazarlo y obligarlo a dar la vuelta, porque allí es normal que secuestren a la gente y la maten para robarle todo, o para pedir un rescate”, explica.

Paisaje helado en Siberia, Rusia, a cuarenta grados bajo cero.   | //  LUIS PIÑERO

Luis Piñero filma a un miembro de la tribu konyak, los últimos cazadores de cabezas. / R. Díez

Otro de sus trabajos más comprometidos fue el que realizó en Siria. En la ciudad en ruinas de Aleppo vivió “una situación muy jodida”, según él mismo relata. “No había más de cien turistas en toda Siria y la inteligencia de Bashar al-Ásad estaba siguiéndonos. Nuestro fixer nos decía que era muy peligroso, nos señalaba dos mercedes negros que estaban siguiéndonos. Nos la jugamos bastante, teníamos que documentar eso como fuera. Optamos por hacernos los tontos. Hablando a cámara teníamos cierta paranoia, que estaba justificada, de que hubiese micrófonos en las habitaciones de nuestros hoteles. Al final no ocurrió nada”, apunta.

Piñero habla del fixer como la persona que arregla el viaje en países complicados, como Afganistán, un destino que de momento tendrá que esperar. En la lista también figuran el Kurdistán de Irak, Papúa Nueva Guinea, los inuit en Groenlandia, Alaska, Canadá... También el Ártico y la Antártida.

Los polos ya no supondrán un reto tan insalvable, porque Luis y Rubén ya saben lo que es estar en uno de los lugares más fríos del planeta: hace unos meses viajaron a Siberia para conocer a los Nénets, mal llamados esquimales, pueblo que tenían ganas de conocer a raíz de unas fotografías del célebre fotógrafo brasileño Sebastião Salgado. Estuvieron a menos de 40 grados bajo cero. “Era un objetivo en nuestras vidas ir cuanto antes y lo hemos podido conseguir pese a la guerra y el COVID”, dice Luis.

La invasión de Ucrania supuso una dificultad añadida. “Pensamos que el trato iba a ser mucho peor al venir de España, llegamos a oír que los rusos podrían llegar a ser bastante racistas –apunta–. Algunos nos trataron de manera fría e incluso mal en alguna ocasión, pero no fue ni de lejos la norma, tuvimos muy buen trato. En cuanto al papeleo, no fue tan complicado, pero tuvimos que tener un contacto en Rusia para que nos comprase allí, en rublos, los billetes de avión”.

Un niño de los nénets de Siberia. |   // LUIS PIÑERO

Una espectacular aurora boreal. / Luis Piñero

“Antes de ir a Siberia –continúa el joven vigués– estuvimos en la zona del Cáucaso, en Daguestán y Chechenia, y nos hablaron contra la guerra. Todos habían perdido a algún familiar en la invasión de Ucrania. Se respiraba mucho dolor, nos decían que no era su guerra; incluso a la cámara, con el riesgo para ellos que eso conlleva”.

Luis asegura que las personas se abren cuando hay una cámara delante. Eso ocurrió también con los konyak, la última tribu de cazadores de cabezas del planeta. Viven en el Estado de Nagaland, en el noreste de la India, junto a la frontera con Birmania. Hasta hace unos años se dedicaban a ir a las aldeas vecinas, en grupos de 10 o 15, a cortar cabezas. Creaban terror para defenderse. “Nos confesaron que eran los primeros que vivían aterrados. Nos dio una entrevista buenísima uno de los últimos cazadores de cabezas. Dentro de 5 o 10 años no quedará ninguno. Nos contaba que estaba muy agradecido a los misioneros cristianos que les llevaron paz, porque antes no podían viajar a ningún lado. Amigos y familiares eran asesinados por otras tribus, vivían con un miedo constante y gracias al cristianismo se pudieron relajar. Les preguntábamos por la caza de cabezas pero preferían no respondernos. Les salía alguna sonrisita, en plan ‘no me acuerdo’... Suponemos que es porque no quedaba bien decir ‘he rebanado 400 cabezas’”, señala.

Sin embargo, cuando más cerca sintió la muerte Luis Piñero fue cuando contrajo la malaria en República Democrática del Congo en 2021. Llevaba 5 días en Madrid con unas fiebres a las que en principio no dio mucha importancia. Pero cuando le preguntó al antropólogo y viajero Aníbal Bueno, le dijo que tenía los síntomas típicos de una malaria muy grave. “Llegué tarde al hospital de La Paz, con parasitemia muy alta, al límite de ingresar en la UCI. Tenía la Plasmodium falciparum, la malaria más grave, pero tiene la ventaja de que una vez que la contraes ya la has pasado; otras malarias te quedan de manera crónica toda tu vida”, explica.

“Cada vez que viajo, mi madre tiene que tener al lado la caja de Lorazepam”

En la pasión de Luis Piñero por viajar y conocer nuevas culturas tienen mucho que ver, probablemente, sus padres, ambos periodistas. “La prensa siempre ha estado muy presente en casa y he vivido al tanto de lo que pasa en el mundo y con curiosidad de querer saber más”, destaca. Su padre, Luis, trabajó casi toda su vida laboral en FARO; y su madre, Patricia, que fue colaboradora literaria del decano, quería ser reportera de guerra, aunque esa vocación no le evita, como es lógico, preocuparse ante las aventuras (y algunas desventuras) de su hijo. “Mi madre me dice que cómo puede llegar a pasarlo tan mal cuando ella misma quería ser reportera de guerra, pero empatiza conmigo, lo llega a entender. Si estoy 8 días sin conexión a internet se lo aviso muy bien para que no le dé un ictus. Cada vez que viajo tiene que tener al lado la caja de Lorazepam” (risas).

Además de filmar y fotografiar viajes fascinantes –ayer mismo asistió a una ceremonia hindú en Jodhpur, en la India–, Luis Piñero Álvarez realiza trabajos audiovisuales para Amazon Music y otras grandes compañías, lo que le permite vivir en La Latina, en Madrid, aunque sin lujos. “No tengo coche y Rubén sigue con su Seat Ibiza de siempre”, asegura. La monetización de los vídeos de YouTube la reinvierten en nuevos viajes, y en algunos de ellos llevan a gente que, como ellos, quiere conocer lugares y etnias remotas, fuera de los circuitos turísticos. Así es su viaje actual a la India, donde buscarán entrar en contacto con una secta hinduista shivaísta que se dedica a recoger los cadáveres que no se queman en el Ganges, el río sagrado del hinduismo.

“Me gustaría llegar a hacer cine asentado en España, hacer ficción”, confiesa Luis Piñero Álvarez. Quién sabe si en el futuro será otro Martin Scorsese, maestro tanto de la ficción como del cine documental. Mientras tanto, nos seguirá llevando al fin del mundo, ya sea de forma virtual, a través de YouTube o Instagram, o en persona.

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