CLUB FARO

López: “Isabel Zendal fue la mejor mano izquierda de la medicina de este país”

El periodista presentó ayer en Club FARO su libro dedicado a esta mujer gallega que formó parte de la expedición que llevó la vacuna de la viruela a América y Filipinas

Ánxel Vence y Antonio López Mariño.

Ánxel Vence y Antonio López Mariño. / MARTA G. BREA

“Isabel Zendal fue la mejor mano izquierda de la historia de la medicina en este país”. Así lo afirmó ayer en el Club FARO el periodista Antonio López Mariño, autor del libro “Isabel Zendal. La madre de todas las vacunas” (Teófilo Ediciones), en un acto presentado por el periodista Ánxel Vence en el que podó el reconocimiento público para esta gallega participante en la expedición que llevó la vacuna de la viruela a América y Filipinas entre 1803 y 1812 atendiendo en una primera fase de la campaña a los 21 niños de la Inclusa de A Coruña de edades comprendidas entre los tres y los nueve años que actuaron de vacunas vivientes y, más tarde, a menores de otros países que cumplieron la misma misión.

Para contextualizar el hito que supuso en la historia de la medicina preventiva la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna patrocinada por Carlos IV, López Mariño se apoyó en documentos que definían a la viruela, causante en esos años de 400.000 muertes, como “el mayor asesino de la humanidad”, así como en grabados y bustos desde el siglo XVI antes de Cristo hasta el siglo XX que mostraban personas afectadas por esa infección letal. Una enfermedad que la OMS daba por erradicada en el mundo en 1980, tres años después de que no se registraran casos en África.

Habló también de Edward Jenner, el británico que inventó la vacuna y que aparecía en un cuadro junto a un retrato de la vaca Blossom, la que inspiró su hallazgo de cómo se transmitía esa enfermedad de las ubres del ganado bovino a las manos de sus ordeñadores en una forma leve de la afección , y que además les proporcionaba inmunidad para contraer el modo letal de la epidemia. A partir de ahí, desarrolló la vacuna, que consistía en pasar ese pus de una vaca a una persona y de ésta a otra llegando a la conclusión de que la inmunización indirecta era efectiva.

El descubrimiento de Jennes fue llevado a cabo a nivel universal por España a través de 21 expósitos que embarcaron en 1803 en A Coruña a bordo del María Pita con rumbo a América. “Con pus procedente de una vaca infectaban a un niño en un brazo y cuando los granos tenían más pus se lo pasaban a otro brazo, de manera que los menores llevaron la vacuna activa a Puerto Rico”. A partir de ahí se hicieron más campañas para extender la vacunación a México, Cuba y Filipinas, por un lado, y a Venezuela, Colombia y otros países hasta llegar a Chile.

En esa Real Expedición, dirigida por Francisco de Balmis, cirujano de Su Majestad, viajaban dos cirujanos, dos auxiliares, dos practicantes, cuatro enfermeros – todos varones– e Isabel Zendal, una coruñesa “hija de labradores pobres, madre soltera, analfabeta y la única persona experta en tratar con los 21 expósitos” del Hospital de la Caridad, donde trabajaba como rectora de expósitos.

En su labor de investigación sobre esta mujer, López Mariño acudió a los archivos de Santa María de Parada, la parroquia del municipio de Ordes donde nació y donde obtuvo datos sobre sus ascendientes y descendientes. “En las partidas de defunción de sus padres no hacen ninguna disposición civil (testamento) pues no tenían nada que legar) ni disposición litúrgica, ya que no había con qué pagar una misa”. Su familia trabajaba en tierras aforadas a Antonio María Osorio, propietario de 118 fincas de labradío y dos molinos que contaba con 23 sirvientes en su casa de A Coruña.

Tras trabajar como criada para Gerónimo de Hinojosa en 1794, el comerciante más rico de A Coruña, Zendal da a luz en 1796 un hijo. Tenía 25 años. Se ocupó de él en una época en que las salidas para una madre soltera eran dejarlo en el torno de la inclusa, utilizar el cuarto de partos secretos, donde se retiraban a los siete meses de embarazo y lo abandonaban tras dar a luz y recuperar su figura, o solicitar un “salvoconducto de inmunidad” a alcaldía. En 1800 trabajaba de rectora del expósito en el Hospital de la Caridad de A Coruña, donde era de las peor pagadas.

La primera campaña transcontinental de salud pública

La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna fue la primera campaña transcontinental de salud pública que, además, resultó exitosa. “No imagino que los anales de la Historia nos proporcionen otro ejemplo de filantropía tan noble y extenso como éste”, decía Edward Jenner, el padre de la primera vacuna, refiriéndose a los nueve años en los que se llevó a cabo la mencionada expedición administrando vacunas a personas sin distinción de sexo, edad, raza, religión o condición social.

Gracias a esta labor frente a la viruela quedó asentado que la mejor inmunización contra las epidemias son las vacunas infectarse estando sano con dosis atenuadas del mismo mal que se quiere combatir.

Para Alfredo López Mariño, esa expedición es la mejor aportación de nuestro país a la historia de la medicina. “Este orgullo no tienen nada de desaforado sentimiento ultranacionalista”. Y se remite a una palabras escritas hace casi 50 años por Enrique Bustamante, médico e historiador mexicano, secretario general de la Organización Panamericana de la Salud: “La Expedición de la Vacuna permanece inigualada y corresponde a sus miembros la primacía en la aplicación científica, a escala mundial, de un nuevo y maravilloso procedimiento preventivo”.

Isabel Zendal, fue, a juicio de López Mario una pieza insustituible dentro del equipo médico de esa expedición. Además de ocuparse de la asistencia. , alimentación y aseo de los niños en las expediciones –lo que incluía desparasitarlos y ofrecerles “alimentación mejorada” en caso de que enfermasen– “se encargó de convencer a las madres mexicanas que enviaron a sus hijos como vacunas vivientes de que estaban en buenas manos”. “Como la mejor de las madres”, aseguró López.