Entrevista | José Miguel Viñas Físico, meteorólogo y divulgador

“Cada año que pasa los objetivos se van convirtiendo en más inalcanzables”

“Llevamos muchos años viendo cómo las cumbres llegan a acuerdos de mínimos y no se termina de dar un impulso fuerte como el que parecía que había ocurrido a partir de París”

El físico y comunicador científico José Miguel Viñas.

El físico y comunicador científico José Miguel Viñas. / FDV

Rafa López

Rafa López

“Todavía estamos a tiempo de saldar nuestra deuda con el mundo y construir un futuro mejor”, defiende el físico y meteorólogo José Miguel Viñas, que el próximo lunes, 28 de noviembre, hablará en el Club FARO de “Nuestro reto climático”. Así se titula también su último libro, en el que presenta las claves del calentamiento global de una manera amena y divulgativa. FARO habló con Viñas el pasado viernes, cuando ya se intuía que la COP27 de Sharm el-Sheij (Egipto) no iba a producir grandes resultados.

–La cumbre del clima nunca parece llegar en buen momento y esta vez tampoco hay mucho optimismo respecto a los resultados.

–No se han dado las condiciones para que esta cumbre terminase con algo como mínimo esperanzador. Hace falta que se tomen muchas acciones a muchos niveles. Ha sido un lastre esta situación de inestabilidad que ha generado la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Incluso sin ese conflicto se habrían hecho avances, pero no los suficientes. Llevamos muchos años viendo cómo estas cumbres llegan a acuerdos de mínimos y no se termina de dar un impulso fuerte como el que parecía que había ocurrido a partir del acuerdo de París (2015-2016). Cada año que pasa los objetivos se van convirtiendo en más inalcanzables.

–¿Considera más adecuado hablar de “emergencia” o de “crisis climática”?

–Hay una cierta urgencia en llevar a cabo esa acción climática que a todos nos gustaría. Quizá soy más partidario del término “crisis” que de “emergencia”, porque cuando escuchamos la palabra “emergencia” nos ponemos como en guardia, estamos preparados para algo peligroso... Pero esa situación no se puede mantener en el tiempo, y si se mantiene, al final nos resultará tan familiar que no estaremos en ese estado necesario en el que hay que estar ante una situación urgente como esta. El clima está generando una crisis a nivel global, y en ese sentido veo más adecuado utilizar “crisis climática” que “emergencia”.

–En su último libro habla de “excesos catastrofistas que conducen a la inacción” y apunta al documental “Una verdad incómoda”, de Al Gore, de 2006, que fue bastante catastrofista. ¿Ha sido contraproducente esa forma de comunicar?

–Sí. El catastrofismo pudo llegar a a despertar la conciencia de cierto tipo de personas, sobre todo la población de Estados Unidos, que siempre ha vivido un poco más al margen del impacto medioambiental. Por el nivel de vida que tienen, algunas personas allí no eran conscientes del impacto de consumir sin control. En ese tipo de personas, el mensaje de Al Gore probablemente funcionó, pero mantener un discurso catastrofista es, al final, contraproducente para gente que puede tener sensibilidad hacia una acción climática y está todo el rato escuchando que vamos hacia el apocalipsis, que todo va a ser terrible... Puede generar un bloqueo, lo que no interesa. Hay que ofrecer datos objetivos, que los hay, sobre lo que está ocurriendo y lo que puede ocurrir; comunicar las incertidumbres que tiene cualquier proyección hacia el futuro y no exagerarlo. Si hay escenarios peligrosos, decirlo, pero comunicar también los escenarios no tan peligrosos a los que tendríamos que dirigirnos.

–Su primer libro fue “Estamos cambiando el clima”, en 2005. Mirando atrás, ¿ha cambiado mucho la perspectiva desde entonces?

–En 2005, cuando escribí el primer libro, ya se hablaba de cambio climático. Los científicos llevaban bastante tiempo apuntando a más calor, y eso se manifiesta cada vez de forma más claro. Lo que sí ha cambiado es la percepción de que es algo que nos está afectando muy directamente. Hasta hace unos cuantos años, quizá cinco o poco más, muchas personas veían el cambio climático como algo lejano, que afectaba al Ártico, a la fusión del hielo, a la biodiversidad en países del tercer mundo... No lo veíamos como algo que nos afectaba de lleno, pero eso ha empezado a cambiar. No solamente por este verano tan caluroso que hemos tenido, sino también por impactos que cada vez nos afectan más. A muchas personas les hace entender que tenemos que protegernos de ese cambio y trabajar en la mitigación para esquivar esos escenarios no deseables.

–El Nobel de Química (2019) Stanley Whittingham, uno de los inventores de la batería de ion de litio, ha dicho en Santiago de Compostela que no hay marcha atrás en el cambio climático, pero que se puede evitar que vaya a más.

–Ya no hay que entender el clima como un comportamiento de los fenómenos atmosféricos. En el sistema climático hay muchísimas interacciones entre la atmósfera y los océanos, los océanos y los hielos, la biosfera... Es un sistema muy complejo que tiene muchas inercias. Es verdad que no estamos ya condenados a un escenario en el que vaya a subir mucho la temperatura y los impactos vayan a hacer muy difícil la vida. Pero, aunque fuéramos cumpliendo a rajatabla los compromisos de París, que ya muchos científicos ven como muy difícil, incluso en ese caso el sistema climático tiene unas inercias y no podríamos frenar en seco esa tendencia al alza de las temperaturas y del nivel del mar. Por tanto, sí tenemos todavía una capacidad de modulación, reducir las emisiones para evitar los impactos catastróficos, pero no podemos detener el calentamiento global, aunque dejásemos ahora mismo de emitir gases de efecto invernadero, por esas inercias del sistema.

–¿Se está revirtiendo ese tabú que ha habido en el ecologismo sobre la energía nuclear?

–Es un tema sensible. No es la solución, ni mucho menos. La solución no viene únicamente por cambiar nuestras fuentes de energía, más renovables, o nuclear sí o no, sino, como también apunto en el libro, por consumir menos materias primas. No soy nuclear ni antinuclear, pero si tenemos ahora mismo una serie de centrales nucleares operativas, con una vida útil aún de bastantes años, no soy partidario de clausurarlas y cerrarnos esa opción de un tipo de energía que además es de bajas emisiones. Todavía encaja la energía nuclear. Habría que hacer más inversión en renovables y en alguna otra fuente que se pueda utilizar en el futuro. Apostar decididamente por la nuclear conlleva una serie de problemas, como estamos viendo con la sequía en Francia, país que tiene una dependencia muy grande de esa energía. La nuclear tiene una parte buena, que son las bajas emisiones, y una serie de problemas sin resolver, y eso es lo que genera el debate.

-En 2018 estuvo tres semanas en la base científica española en la Antártida en la isla Livingston. ¿Qué enseñanza extrajo de aquella experiencia?

-Para cualquier persona que haya estado allí, viajar a la Antártida supone un antes y un después. Es un lugar distinto al resto del planeta, no es comparable al resto de regiones polares, como el Ártico, que tiene zonas impresionantes a nivel paisajístico. Pero esa sensación de aislamiento respecto al resto del planeta te llega muy dentro cuando estás allí. Fueron tres semanas muy intensas. Acompañé a los investigadores que estaban en Livingston y me di cuenta, por un lado, de cómo la naturaleza, en un estado casi virgen, funciona sin ningún tipo de problema, con toda la vida que hay allí. Y, por otra parte, de la fragilidad que tiene un sistema natural como ese. Te impacta mucho el cambio de paisaje, la ausencia del verde. Hay zonas totalmente inertes, no percibes vida ni en las piedras por donde caminas. Y luego la sensación de querer repetir. Tienes la percepción de que has estado en un lugar ciertamente singular.

–Hablando del poder de la naturaleza, se ha comentado que la erupción del volcán Hunga Tonga en enero pasado produjo una enorme nube de vapor de agua y que esto ha podido influir en el clima de este verano, al ser el vapor de agua el gas de mayor efecto invernadero.

–Es verdad que el vapor de agua es un gas muy potente a nivel de efecto invernadero, pero digamos que no es comparable el CO2 que estamos lanzando a la atmósfera. El vapor de agua que se incorpora a la atmósfera en tan gran cantidad no es una molécula persistente en la atmósfera, sino que va cambiando rápidamente de fase. No obstante, es una singularidad y los datos han llamado mucho la atención. Por los datos de satélite se sabe que el volcán ha introducido vapor de agua en la estratosfera, incluso en parte de la mesosfera, a muchos kilómetros de altitud. Eso, seguramente, tendrá una señal en la temperatura media del planeta, pero creo que ha habido mucha precipitación en algunos medios, que han lanzado la idea de que el calor tan extraordinario que hemos tenido este verano podría estar relacionado con ese aporte tan grande de vapor de agua. No está ni mucho menos demostrado, porque durante buena parte del tiempo ese vapor de agua no se distribuyó por toda la Tierra, sino que ha estado concentrado en el ámbito tropical y subtropical. Si al final se detecta será en el medio y largo plazo, en los próximos años. Los estudios tendrán que cuantificar qué parte de la temperatura, algunas décimas, se debe a esa aportación del vapor de agua.

-Puede parecer que el cambio climático se asemeja a la fábula de la rana que se mete en la olla con agua y no se da cuenta de que hierve. ¿Dentro de dos o tres décadas nos daremos cuenta de que el efecto es tangible en la vida cotidiana? Es llamativo el dato que aporta en el libro sobre la posibilidad de mayores turbulencias en los viajes en avión en el futuro.

-Yo creo que estamos empezando a observar que la magnitud y frecuencia de los fenómenos está aumentando de forma muy claro, y que eso nos afecta muy directamente. No lo veo lejos de mi día a día. Ha afectado al calendario escolar de una parte del curso de mis hijos, está afectando en algunas zonas de la Tierra a productos de alimentación como el café o el cacao… Todo eso se irá transmitiendo por la globalización y nos afectará de alguna manera. No es que vayamos a llegar a un punto en que seamos consciente en que ya no hay nada que hacer, sino que es un tema gradual, pero rápido. Vamos viendo cada vez con mayor claridad que estos fenómenos, de los que se habla desde hace 30 años, ya han llegado, y con una perspectiva de que van evolucionando.

FICHA PERSONAL

José Miguel Viñas (Madrid, 1969) es físico del aire y comunicador científico, especialista en Meteorología y temas afines. Trabaja como meteorólogo en Meteored, en el portal www.tiempo.com, y es consultor de la OMM (Organización Meteorológica Mundial). En 2018 viajó a la Antártida como divulgador científico, siendo uno de los participantes de la XXXI Campaña Antártica Española. Ha colaborado en los programas “La aventura del saber” y “Órbita Laika”, en televisión;_y “Agropopular” y “De Pe a Pa”, en radio. Es responsable de la página web www.divulgameteo.es.

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