El actor gallego Diego Anido vive ahora su momento, inmerso en la promoción de “As Bestas”, de Rodrigo Sorogoyen, que ya está en cines y donde interpreta a un vecino de una aldea de montaña entre Galicia y León que vive con su hermano (Luis Zahera) y su madre (Luísa Merelas). Los tres bordan sus papeles junto a los franceses Denis Ménochet y Marina Foïs que dan vida a dos galos que empiezan a vivir en el lugar y se oponen a la implantación de molinos de viento que los dos hermanos anhelan como la vida.

–Su personaje, que presenta una diversidad funcional intelectual, está muy logrado. Es muy verosímil y en ningún momento presenta una caricatura.

–Me enteré de que iba a hacer el personaje un día antes de empezar el rodaje. Leí el guion. Sorogoyen me dio indicaciones de que no quería ningún tipo de referencia a una discapacidad. Me resultó fácil hacerlo así. Por mi trayectoria, estoy bastante domado por tantos espectáculos de teatro contemporáneo en los que tuve que deshacer la dramaturgia del personaje que ahora me resultó fácil. En la película se ve un personaje oscuro; no sabes lo que está pensando; puede resultar peligroso y magnético a la vez.

–La película inspira en un crimen acontecido contra un holandés en Petín (Ourense) en 2010. ¿Le inspiró para el papel el asesino?

–No; no vi ni una foto (suya).

–¿Cómo fue el rodaje?

–Nosotros vivíamos en Villafranca del Bierzo y rodamos a 50 kilómetros alrededor de ese punto. Las secuencias del mercado las grabamos en el propio pueblo pero la aldea donde vivían los personajes y donde más se rodó se llama Quintela, a 30 kilómetros de Villafranca, con una carretera de muchas curvas y precipicios.

–Me refería a si recordaba algún momento complicado por el tiempo meteorológico u otras cosas.

–Los actores no tuvimos muchas complicaciones porque el guion estuvo muy bien depurado y escrito por Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen que son dos maestros. Las indicaciones por parte de Rodrigo eran excepcionales. Pero hubo muchísimos cambios del plan de rodaje. Fue algo escandaloso: 25 veces cambiaron la planificación de toda la peli. También hubo un día en el que un camión generador gigante casi cae por la ladera de una montaña.

–Tanto Zahera como usted protagonizan a dos hermanos ganaderos. ¿Cómo se portaron las vacas?

–Hubo dos secuencias con ellas complicadas. En una tuvimos que rodar bastante tomas llevando las vacas para atrás a la primera posición y esas vacas eran de monte, no de cuadra. No estaban hechas a estar en aquel lugar mucho tiempo bajo tutela de nadie que no fuera su dueño y él, que vive solo en aquella aldea perdida, también estaba cansado. Pues hubo una pelea de vacas. En otra escena, mi espalda estaba a 50 centímetros de la pared y una vaca, no sé cómo hizo, pero pasó entre la pared y yo. Me quedé ‘cagado’. Nadie me creía lo que decía hasta que se me volvió a acercar muchísimo otra y di un salto para arriba. Ahí, sí que me dijeron que parecía Spiderman.

–Su experiencia en danza le vino de maravilla entonces...

–Sí, sí, hay varios momentos en la película en los que me vino bien como en la secuencia de la pelea.

–[Advertencia, esta pregunta puede resultar un spoiler] Justo le quería preguntar por ella. Crea mucho desasosiego. ¿Fue un reto psicológico?

–No tuve ninguna implicación psicológica diferente respecto a otra secuencia normal. Pero sí vi que Denis Ménochet tuvo esa conexión emocional con lo que estaba pasando. Él estaba muy preocupado. Había allí una ambulancia con una botella de oxígeno. Tuvimos que hacer esa escena a la brava y a él le provocaba angustia. Quedó impresionado con las imágenes.

–¿Qué reflexión ofrece usted sobre lo que plantea el filme?

–Hay varios temas planteados. Por un lado, están los personajes franceses que vienen de un lugar desarrollado con acceso a la cultura y que tienen tantos recursos que pueden dar el giro de marchar a otro país a una aldea perdida para recuperar las casas. Cuando vives en la prosperidad sí puedes dar un paso atrás y recuperar una zona deprimida. Frente a ellos, otras personas quieren salir de ahí, quieren prosperar, pero no pueden. El personaje de Zahera es una persona muy lista. Las encontramos por ahí. Tengo visto cómo estas personas atienden a las vacas y saben cómo funciona el sistema capitalista. Esa confrontación de dos mundos en el mismo lugar da como resultado que los dos están equivocados porque empujan para que la situación de cada uno vaya a favor.

–¿Cómo se siente en esta vorágine de tener un papel de tanto peso en una película?

–Es algo muy deseado por mí. Llevo toda la vida dedicándome al teatro. Ahora aparece esto que es un regalo muy grande pero no es como si te tocara la lotería. Hay trabajo que te mola hacer, compensación económica, equipo de trabajo de alto nivel, actores y actrices extraordinarios. Tuve que gestionarlo bien para interpretar un personaje contenido, minimalista. Yo antes pensaba: A ver si conozco a la gente que sale en las pantallas. Tienes que estar muy templado para darle importancia a lo que realmente la tiene y no dejarte llevar por las luces de colores.

–Su nombre va muy ligado a la sala de teatro Ensalle de Vigo.

–Aún estuve el otro día por la ciudad y pasé a saludarlos. Somos muy amigos. Es un lugar muy importante para mí. Casi todos mis espectáculos individuales tuvieron un apoyo importante de la familia de Ensalle.

–¿Siempre fue su sueño interpretar?

–Estoy en este trabajo creativo y me siento perfecto aunque a nivel económico es una montaña rusa, poder soportar tantos años el nivel económico de un artista que se mueve en los márgenes de público-no público. Trabajé mucho para poder subsistir sin dedicarme a otra cosa. De pequeño, quería ser músico o actor. No tenía antecedentes artísticos en la familia.