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El gimnasio y el corte de pelo, obsesiones de los adolescentes

La presión estética en los varones no es comparable a la que sufren las chicas, pero se ha multiplicado en los últimos años y las familias empiezan a preocuparse

Un hombre en una peluquería. Archivo

Hace solo una generación, los chicos más jóvenes iban a la peluquería cada mucho tiempo y prácticamente lo hacían obligados por su madre. La estética no iba con ellos. Ahora, sin embargo, a partir de los 14 años, los chavales tienen dos altares: su pelo (llevan todos el mismo corte, con los laterales rapados) y sus músculos. La percepción de la belleza ejerce sobre ellos una presión que si bien no es comparable con la que sufren las chicas, sí se ha elevado a la tercera potencia en los últimos años.

A ellas les preocupa la dieta y el peso. A ellos, el pelo y los músculos. Las barberías se han multiplicado en pueblos y ciudades. Retocarse el pelo se ha convertido en una necesidad vital para los chicos, de ahí, que pidan cita cada 10 o 15 días. La peluquería implica un presupuesto, pero tonificar brazos y piernas puede salir gratis: los gimnasios al aire libre que hay en muchos parques públicos están llenos de adolescentes de cuerpo cincelado haciendo ejercicio durante horas. Las familias están preocupadas, pero ¿estamos delante de una moda juvenil pasajera o de un fenómeno arraigado y potenciado por las redes sociales?

"Existe una presión brutal en los chicos por la estética", asegura Susana Fuster, experta en comportamiento no verbal, profesora universitaria y autora de Hijos que callan, gestos que hablan. En su opinión, el patrón estético de los chavales responde a una máxima de la adolescencia: la pertenencia a la tribu, la identificación. Lo que hace uno, lo hacen todos.

En esa misma línea, la psicóloga especializada en infancia y adolescencia Agnès Brossa añade que, de los 12 a los 16 años, los niños siempre han buscado un "uniforme", un look con el que ir iguales y sentirse seguros dentro de su grupo. Las amistades son fundamentales. Son el pilar de su vida social, su proveedor de oxitocina. "Se sienten independientes y se distancian de sus padres y madres. Lo más importante son sus amigos, y si no te pareces a ellos te conviertes en el friki", destaca.

Citas semanales en la peluquería. Hay que parecerse a los líderes juveniles, como Quevedo, número uno mundial de Spotify. Corte de pelo mullet , mohawk o fade. Difusores para potenciar los rizos. Aguas de peinado. Ceras. Mancuernas para moldear los brazos en casa, camisetas slim fit para lucirlos… "Quiero tener buena imagen, y para mí es básico tener el pelo siempre bien y trabajar el dorso. No lo considero un problema porque no me obsesiona, aunque sí me provoca cierta tensión. No pretendo ser un machito alfa. El feminismo me interesa. Lo único que quiero, de verdad, es dar una buena imagen", afirma Manel, de 16 años, que empezó a preocuparse por la estética a partir de 3º de ESO y que admite que la musculación está de moda en TikTok.

Ángel, de 19 años, añade que la presión social para que los chavales tengan un cuerpo perfecto es altísima. Y cada vez más pequeños. "Veo niños de 13 y 14 años levantado pesas de 100 kilos. ¿Por qué? Porque ven determinados cuerpos en Instagram y TikTok. Si no estás así de cachas te sientes avergonzado", subraya. En las redes se ha impuesto el término gym bros (hermanos del gimnasio) para identificarse entre ellos. "Hay presión estética en los chicos, pero, de momento, no es comparable con la que sufren las chicas", explica Bernat Escudero, miembro de Homes Igualitaris de Cataluña. Pone como ejemplo la cabellera canosa de la actriz Andie MacDowell, que estuvo en las portadas de medio mundo. Que George Clooney tenga el pelo blanco, sin embargo, no es noticia.

Escudero invita a las familias a distinguir muy bien entre el autocuidado (una manera muy saludable de vivir la vida) y la presión estética (un auténtico estrés). Dentro de lo primero está el hecho de que los hombres quieran tener un aspecto físico agradable y saludable, lo cual, incluye, por ejemplo, algo tan poco común como visitar al podólogo de vez en cuando. La presión, sin embargo, está relacionada con unos modelos de belleza inalcanzables e impuestos por futbolistas, por personajes del cine bélico de EEUU o por las omnipresentes redes sociales.

Las familias están viviendo con estupor ese coqueteo con un tipo de masculinidad tan prototípica. "Desde que cumplió los 14 años, mi hijo tuvo dos santuarios: el pelo y los músculos. Acude a la peluquería con más frecuencia que yo, tiene secador con difusor y varios productos para el cabello. Además, hemos aceptado comprar unas pesas para que haga ejercicio en casa", admite Ana Ramírez, madre de un chaval de 16 años. "Nunca pensé que hablaría con él de los riesgos que conlleva la presión estética. Estaba preparada para tener ese tipo de conversación con mi hija, que tiene 10 años. Pero no con mi hijo", concluye.

La psicóloga Agnès Brossa invita a las familias a tranquilizarse y no preocuparse mucho por la atracción de los menores hacia unos determinados gustos estéticos. "Los adolescentes siempre han tenido un dresscode y se copian unos a otros. Hace años, eran los pantalones bajos, enseñando la ropa interior. A los adultos nos puede parecer horrible, pero si ellos se sienten a gusto, no hay problema. Da igual el corte de pelo que lleve tu hijo". El problema, recalca, es cuando se cae en hábitos no saludables. Coger pesos desmesurados, comer a base de pollo y arroz –la llamada dieta del culturista, cada vez más extendida entre los más jóvenes– o querer tomar productos específicos para potenciar la musculación. Los radares, dice la especialista, también deben ponerse cuando se detectan problemas de autoestima, de comunicación, en los estudios o en las relaciones de amistad.

Brossa concluye con una advertencia a padres y madres: "Acepta la estética de tu hijo. Cuidado, a ver si el problema lo tienes tú con tu negativa a su look porque no quieres que crezca y tenga gustos propios. Eso sí que es un problema para tu hijo". Para la autora de Compartir la vida educa, mucho más peliagudo para las familias es la afición de menores a tatuarse la piel, algo que no debería hacerse sin permiso paterno.

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