Amalio Telenti Asensio (1959) estudió Medicina en la Universidad de Oviedo. Ha trabajado en la Clínica Mayo (Rochester, EE UU), la Universidad de Berna, el Albert Einstein College of Medicine de Nueva York y el Hospital Universitario de Lausana (Suiza). Actualmente es responsable de datos científicos en el Scripps Translational Science Institute, así como profesor de genómica en The Scripps Research Institute, entidades ubicadas en San Diego (EE UU). Experto en enfermedades infecciosas, Telenti es una de las figuras mundiales invitadas al I Encuentro Internacional de Microbiología Clínica y Enfermedades Infecciosas, que se celebra en Oviedo.

–La pandemia parece estar en una fase de indefinición. ¿Qué va a suceder a medio plazo?

–Uf, hay muchos factores involucrados. Hay un antes y un después de la variante ómicron. Antes, las sorpresas eran continuas, porque cada variante que venía no era la hija de la anterior, era un nuevo experimento. Después de ómicron, casi todos tenemos experiencia del virus y por eso siempre encuentra algo de respuesta. Con ómicron, el SARS-CoV-2 ha conseguido infectar prácticamente al planeta entero. En muchísimos países ya todo el mundo ha experimentado el COVID de una manera o de otra.

–¿Cómo evalúa la respuesta que se ha dado a la pandemia?

–Hay varios niveles. El mayor éxito lo ha marcado la industria, que hizo lo que se esperaba de ella: fármacos, vacunas, anticuerpos... Ciertamente, con mucha inversión pública. Pero esto rompe con los estereotipos de la industria como el malo de la película. Segundo mayor éxito: los profesionales de la sanidad. Tercero, mucho más abajo: el sistema sanitario en su papel de realizar estudios clínicos y clasificar a los pacientes. Aquí se cometieron muchos errores. Se tiró mucho dinero en investigaciones de pacientes mal hechas. Cuarto, en el punto más bajo, los sistemas de salud pública de todo el mundo. No fueron capaces de comunicar a la sociedad el riesgo real de lo que venía y de explicar los motivos por los que se hacía a lo que se hacía.

–¿Cómo analiza el momento actual?

–El COVID se ha calmado. Pueden pasar dos cosas. El virus puede entrar a través de la naturaleza, captar innovación y volver a una fase agresiva. Esto es posible porque tiene capacidad y lugares para mutar. O puede pasar a una fase en la que el virus esté domesticado y no haya más innovación.

–¿El virus está domesticado?

–Sí. El problema es que está domesticado con una agresividad importante. En Estados Unidos hay 400 muertos diarios por COVID, el doble o el triple que por gripe. No es un nivel confortable, pero quizá sí tolerable. Eso de que sea tolerable o no tiene que decidirlo la sociedad. ¿Es aceptable que un señor de 70 años muera de COVID? ¿Y un señor de 80 años? Hay que dar una respuesta, y debe darla la sociedad.

–¿Qué riesgo existe de que llegue una mutación agresiva?

–Es difícil predecirlo. Las nuevas mutaciones se ven dos o tres meses de antelación. Ahora mismo no se observa ninguna variante novedosa.

–¿Y si el virus vuelve fuerte?

–Ahora conocemos el enemigo. Hemos llegado a una situación estable. Y disponemos de herramientas para resolver los problemas que puedan venir. Hay terapias muy diversas. La industria tiene en marcha una maquinaria inmensa. Habrá fármacos orales, una nueva generación de monoclonales, vacunas... En Estados Unidos vas a la farmacia, pides un test, das positivo y en la misma farmacia te dan el tratamiento directamente.

–El lunes que viene empieza a administrarse en España la segunda dosis de refuerzo. ¿Usted recomienda ponerla?

–Las vacunas han funcionado bien. Las primeras se diseñaron con arreglo a las primeras variantes, y eso genera una especie de memoria. Por eso es previsible que esta segunda generación de vacunas funcione bien, pero no con la frescura de las anteriores.

–¿Usted va a vacunarse de nuevo?

–Por supuesto, porque el impacto sobre la mortalidad y el COVID persistente van a ser importantes.