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Bajar de peso no conoce de milagros

Las dietas rápidas pueden desembocar en trastornos alimentarios e incluso obesidad | La mayoría de las personas que recurren a ellas son mujeres jóvenes

Una mujer se pesa en una báscula. | // FDV

Se acerca el verano y el tiempo corre contra reloj en la llamada “operación bikini”, lo que puede implicar caer en manos de las “dietas milagro”, aquellas que prometen perder peso de forma rápida, cómoda y sin esfuerzo, pero que no solo darán al traste con todas las expectativas a corto y medio plazo, sino que pueden desembocar en trastornos alimentarios e incluso en obesidad al fomentar comportamientos restrictivo-compulsivos. Sin embargo, y según el último informe de la Academia Española de Nutrición y Dietética, dos de cada diez personas reconocen haber seguido alguna dieta rápida en verano. La mayoría de las personas que realizan este tipo de dietas son mujeres jóvenes, así como personas con bajos ingresos y un menor nivel educativo. Por el contrario, solo tres de cada cien encuestados opinan que sí funcionan, principalmente debido a los resultados que obtienen en el corto plazo.

Amil López Viéitez, nutricionista y doctora en Farmacia, advierte de que este tipo de propuestas dietéticas no cuentan con ningún aval científico y que no funcionan, ya que solo sirven para perder líquidos y masa muscular, pero no grasa corporal. “Las dietas rápidas no están diseñadas por nutricionistas; las expectativas que crean no son realistas; no son compatibles con la vida social; son hipocalóricas, y, además, suponen rechazar determinados grupos de alimentos o dejar de comer en largos periodo de tiempo, como es el caso del ayuno intermitente”, argumenta la experta viguesa, creadora de la Dieta Coherente.

Además, el 95% de las personas que han perdido peso drásticamente con una dieta milagro no solo recuperan el peso perdido, sino que ganan aún más kilos en muy poco tiempo, según la Asociación Española de Dietistas y Nutricionistas. Es lo que se conoce como efecto yoyó o rebote al reducir el metabolismo basal.

“Las dietas rápidas crean unas expectativas que no son reales”

Amil López Viéitez - Nutricionista

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“Lo que más frustración y ansiedad genera es el efecto yoyó, porque el metabolismo se hace eficiente y, al abandonar la dieta y volver a los hábitos de antes, quedan más calorías sobrantes que se transforman en grasa y se gana peso. Y peor aún, toda la ansiedad acumulada durante la dieta restrictiva puede hacer que comas más cantidad que antes o provocar trastornos alimentarios, con lo que el exceso de calorías sobrante es todavía mayor y se gana más peso aún”, explica.

Además, se trata de dietas muy restrictivas que hacen que desaparezca el disfrute ante la comida y que, además, fomentan la sensación de frustración y de culpa. Según Viéitez, para alcanzar el peso ideal, y, más importante aún, mantenerlo, primero hay que establecer una correcta relación con la comida.

Para ello, es fundamental identificar qué tipo de relación tenemos con esta y aprender a gestionar las emociones. En este sentido, la nutricionista advierte de que el estrés también engorda. “La comida es como una droga y es algo a lo que estamos expuestos durante todo el día. Es importante saber qué detonantes tenemos que afectan a la calidad y a la cantidad de la ingesta, si comemos por causas emocionales: estrés, ansiedad, aburrimiento, frustración, falsa sensación de hambre... si queremos mejorar nuestra relación con la comida”, afirma.

Pero no solo la cantidad y la calidad de la ingesta son importantes. También lo son la combinación de los alimentos y cuando se ingieran. “Una correcta combinación de los alimentos hará que no tengamos esos bajones de azúcar que nos impulsan a comer alimentos que activen la dopamina, el mismo neurotransmisor del bienestar que activan las drogas, y que nuestro cuerpo no se convierta en una esponja y almacene con más facilidad las calorías y bloqueen los depósitos de grasa, lo que no nos dejará quemar, aunque hagamos ejercicio. Tampoco engorda igual un alimento en el almuerzo que en la cena”, explica.

Además, una dieta para perder peso debe ser siempre personalizada, ya que cada persona tiene unas necesidades específicas y un estilo de vida único. “Una dieta no puede ser igual para un joven, que en general tiene una vida más activa, que para un hombre adulto con un trabajo que requiere una fuerte actividad física o que para una mujer con la menopausia”, explica.

Sin embargo, uno de los rasgos comunes de las dietas rápidas es que sus propuestas son únicas, sin tener cuenta factores tan importantes como la edad, sexo, genética, composición corporal o estilo de vida de la persona. Tampoco comer a libre disposición, otra característica que comparten estas dietas rápidas, es bueno, según la experta, ya que no contribuye a fomentar un hábito de alimentación saludable.

Aunque la premisa de las cinco comidas al día es objeto de debate entre nutricionistas y dietistas, Viéitez continúa recomendándolas, aunque matiza que no han de convertirlas en un dogma. “Lo ideal es que haya una ingesta cada cuatro o cinco horas para mantener los niveles hormonales y el metabolismo activo, pero si eres una persona que se levanta tarde no tiene mucho sentido. Y, al contrario, si te levantas muy pronto y llegas tarde a casa, puede ser recomendable que hagas seis ingestas”, comenta.

En resumen, para perder peso hay que seguir una alimentación equilibrada, con alimentos frescos, variados y de temporada; realizar actividad física de forma regular, con al menos tres o cuatro días de ejercicio semanales; y adoptar unos hábitos de vida saludable: dormir bien, disfrutar del sol a horas de bajo riesgo y practicar alguna actividad de relajación como yoga o mindfulness. “En definitiva, usar el sentido común”, afirma la nutricionista, que apuesta por la dieta atlántica como la mejor opción tanto para perder peso como para mantenerlo después.

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