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El COVID persistente se camufla en los niños

Alumnos en una clase, cuando la mascarilla era obligatoria. // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

El COVID persistente pediátrico es poco frecuente, aunque real. La Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) calcula que podría afectar a cerca de un 4% de los menores tras la infección por el virus SARS-CoV-2. Sin embargo, los expertos reconocen que falta mucha investigación para dimensionar correctamente su impacto, saber por qué sucede y cómo manejarlo.

Afecta principalmente a adolescentes, mayoritariamente de sexo femenino. Uno de los principales factores de riesgo asociados es el asma. Los síntomas son similares a los descritos en adultos. Según la guía “Recomendaciones para el manejo clínico de la COVID-19 persistente en la infancia y adolescencia” que publica “Pediatría Integral”, revista de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria, el síntoma más común es la fatiga, tanto física como mental, que puede llegar a afectar de forma considerable la calidad de vida, limitando la actividad escolar y social de los pequeños.

Otros síntomas que se presentan de forma frecuente son disnea (dificultad para respirar), dolor torácico o trastornos del sistema nervioso autónomo, con taquicardia o hipotensión ortostática. También, los trastornos del sueño, la depresión y la ansiedad, y el dolor de cabeza o muscular.

Los autores de esta guía, que adapta a población pediátrica las existentes para el manejo de COVID persistente en el paciente adulto, subrayan la importancia de detectar estos casos de forma precoz por el pediatra de atención primaria y ofrecer apoyo y acompañamiento a los pacientes; detectar los síntomas y su gravedad; descartar otras enfermedades, y valorar si precisan tratamiento sintomático y rehabilitador.

Pilar Rodríguez Ledo FDV

"Los niños empeoran en su rendimiento escolar, lo que no es motivo de consulta"

Pilar Rodríguez Ledo - Médica, investigadora de COVID persistente

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Según la doctora gallega e investigadora de COVID persistente Pilar Rodríguez Ledo, la manifestación de los síntomas en los niños es fácilmente atribuible a otras causas. “El déficit de atención y la fatiga se traducen en que los niños pierden concentración en el colegio, empeoran en el rendimiento escolar y pierden interés en el juego colectivo, porque, como se cansan, no quieren jugar en el patio, lo que incluso afecta a sus relaciones sociales. Estas señales en sí mismas no llaman la atención, por lo que no son motivo de consulta, lo que retrasa el diagnóstico”, explica.

Además, el hecho de que el coronavirus curse, en la mayoría de niños y adolescentes, de forma leve o sin síntomas también dificulta el diagnóstico. “En el niño es algo mucho más solapado porque la mayoría pasa la fase aguda de la enfermedad de forma asintomática, y esto hace que si después aparecen síntomas de COVID persistente se puedan atribuir a otras patologías”, explica.

Sin embargo, que el niño comience a sacar peores notas en el colegio y que, de repente, le cueste mantener la atención, cuando antes no le sucedía, pueden ser indicadores de que puede sufrir esta enfermedad. También la pérdida de apetito, con la consiguiente bajada de peso, puede ser una señal de aviso, según la doctora Rodríguez Ledo.

La fatiga mental y física, el déficit de atención y la dificultad para respirar son algunos de los síntomas más frecuentes

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El COVID persistente, reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde septiembre de 2020, se define como la presencia de signos y síntomas que se desarrollan durante o hasta tres meses después de la infección aguda por virus SARS-CoV-2 y que se mantienen de forma continua o fluctuante durante más de ocho semanas, sin poder explicarse por diagnósticos alternativos.

Según la médica gallega, esta nueva situación puede cambiar de forma drástica la vida de los pacientes y de sus familias, ya que no existe un tratamiento curativo –solo se puede tratar de controlar los síntomas y hacer que la alteración funcional sea menor– ni un pronóstico claro. Por lo tanto, es esencial dar validez a lo que los pacientes explican, empatizar con la incertidumbre y ofrecerles todas las herramientas disponibles para tratar la afectación.

“Hay muchos casos en los que al cabo el tiempo, por una parte, se van adaptando a la sintomatología, y por otra, parece que los síntomas van teniendo menos intensidad e incluso desaparecen. Sin embargo, cuando una persona tiene una afectación de más de un año, es difícil que remitan y desaparezcan”, afirma.

Afecta a más del 50% de los infectados adultos

Un metaanálisis de 196 estudios y 120.000 sujetos concluye que el COVID persistente o de larga duración afecta a más del 50% de los pacientes, es independiente de la gravedad de la infección y es más prevalente en mujeres de algunos continentes. Este estudio de investigación preliminar no ha sido aún revisado por pares y ha sido publicado en el repositorio SSRN.

El artículo revela que una mayor edad media también representa un importante factor de riesgo para desarrollar síntomas prolongados de COVID, particularmente generales, psiquiátricos, respiratorios, digestivos, y problemas de la piel que indican que el COVID persistente podría tener importancia epidemiológica en las personas mayores.

La incidencia de cualquier signo y síntoma general fue significativamente mayor en Oceanía, mientras que los síntomas respiratorios fueron más frecuentes en Europa y África. Norteamérica reportó las tasas de incidencia más bajas entre todas las categorías de síntomas. Los autores del estudio suponen que los factores genéticos y ambientales pueden justificar estas diferentes incidencias. En opinión de los autores de este estudio, el COVID persistente representa un importante problema de salud pública, tanto por su incidencia en pacientes con infección por SARS-CoV-2 y por la falta de estrategias terapéuticas hasta la fecha.

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