Miedo y asco en Shanghái

Una británica cuenta las difíciles condiciones de un centro de cuarentena en la megalópolis china

Un motorista entrega un pedido en una zona en confinamiento en Shangáai

Un motorista entrega un pedido en una zona en confinamiento en Shangáai / ALEX PLAVEVSKI

Rafa López

Rafa López

“Esperaba que fuese duro, pero no esto”. Así relata la británica Emma Leaning su experiencia y la de su pareja, Shane Leaning, como positivos de COVID-19 en una Shanghái que se confina por mitades para intentar atajar el brote de ómicron. Ambos se comunican en la distancia y cuentan cómo les va en unos centros de aislamiento con unas medidas sanitarias y de higiene cuando menos dudosas.

China reportó ayer 6.215 nuevos casos de coronavirus, el mayor incremento diario desde el inicio de la pandemia en Wuhan, y más de la mitad de ellos se registraron en Shanghái, la mayor megalópolis del país asiático, con una población estimada que supera los 28 millones de habitantes. Tras el intenso brote de COVID-19 en Hong Kong, donde se registraron las mayores tasas de mortalidad de la pandemia por un elevado porcentaje de población mayor sin vacunar, el régimen chino trata de hacer frente a la ola de ómicron con medidas draconianas.

Desde que su pareja dio positivo el pasado miércoles y se les envió a ambos a instalaciones diferentes, Emma Leaning relata en su cuenta de Twitter unas condiciones que no parecen compatibles con la política de “cero contagios” que practica el régimen chino: enfermos que tosen compartiendo espacio con asintomáticos, hospitales en los que los positivos no tienen acceso a agua corriente, escasa limpieza... “Frío, sin agua corriente, inodoro sucio y sin papel higiénico Un marco de alambre y una fina sábana para dormir y encerrarse con tres extraños, incapaces de comunicarse. Difícil ver a mi amor así”, dice Leaning, columnista en un medio estatal chino, “Shanghai Daily”. Ella se encuentra en el World Expo Center de Shanghái, un descomunal centro de aislamiento donde se han instalado 7.000 camas. No hay duchas, solo le facilitaron un balde y un trapo para su higiene personal. “Váteres portátiles, vasos de plástico y hacinamiento. Como un festival de mierda”, dice la británica, que muestra en vídeo váteres de “agujero en el suelo” rebosantes de excrementos.

“Incertidumbre es la palabra que sigo escuchando en Shanghái. No saber qué va a pasar o cuánto durará esto realmente pasa factura”, lamenta la periodista, que reconoce que los recursos médicos de la ciudad china “están agotados” con este primer confinamiento duro.

Lo último que ha compartido Emma Leaning, que refiere síntomas muy leves, han sido sus declaraciones al “Shanghai Daily”, un vídeo en el que se muestra asombrada por el “mar de camas” del enorme centro de aislamiento del World Expo Center, ya a un cuarto de su capacidad. Se queja de la dificultad para dormir debido a los ronquidos, los dispositivos electrónicos y la iluminación, que nunca apagan, pero nada del “festival de mierda” que describe en sus anteriores tuits.

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