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SEGUNDO ANIVERSARIO

Dos años del ‘fundido a negro’

El mundo ha cambiado y muchas cosas no volverán a ser como antes | ¿Lo urgente ahora? Salud mental y economía

Por orden: María José Cruz Agra; Jesús Sueiro; al lado Rocío Paramá; Maite Maza y Federico Martinón FDV

Se cumplen dos años de pandemia. El 13 de marzo de 2020 el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciaba una reunión de urgencia para declarar el estado de alarma en todo el país. En principio se planteaban 15 días, ante los primeros casos de coronavirus detectados. “Estamos solo en una primera fase del combate frente al virus que libran todos los países del mundo y, en particular, nuestro continente, Europa. Nos esperan semanas muy duras. Dijimos que vendrían días difíciles y tomamos medidas a la altura de esa dificultad y no cabe descartar que en la próxima semana alcancemos, desgraciadamente, los más de 10.000 afectados”, explicaba el presidente.

Los 15 días o semanas serían muchas más. Los afectados, también. Era muy difícil imaginar en aquel momento la crudeza, el miedo, la dureza y los plazos de una pandemia que ha llegado hasta hoy, afortunadamente ya debilitada y con la población protegida por un proceso de vacunación que ha sido crucial para combatir el virus.

Un estruendoso aplauso para los sanitarios del Cunqueiro

Un estruendoso aplauso para los sanitarios del Cunqueiro RICARDO GROBAS

Cada persona puede contar su propia historia de estos dos años de pandemia que, sin duda, marcan un antes y un después no solo para cada individuo, sino también en la forma de entender el mundo: una nueva normalidad tan deseada y tan difícil, en la que muchas cosas parecen haber cambiado definitivamente.

“¿Lecciones que nos deja esta pandemia? A nivel social, quizá entender la importancia de la familia, pasar más rato con ella e incluso vivir experiencias nuevas a pesar de un encierro, fomentando la imaginación y creatividad. También, y esto es obvio, la soledad de mucha gente y las limitaciones sociales impuestas, que produjeron aislamiento y vulneraron la salud mental de mucha gente que acabó y acabará desarrollando determinadas patologías. Económicamente, deja un mazazo a muchas familias que perdieron sus medios de vida y que poco a poco tratan de recuperarse de esta situación”, expresa Rocío Paramá, docente, una de las protagonistas de este reportaje.

“Sinceramente, a nivel humano no veo que hayamos ganado nada. Las personas huyen de las personas, consciente o inconscientemente perdimos mucho de la parte social que caracteriza al ser humano”, añade. Para Concepción Somoza, gerente de la Asociación de Familias de Personas con Daño Cerebral (Apamp), “dos años después notamos que nos afectó emocionalmente a todos mucho más de lo que pensábamos”.

“Vemos situaciones de aislamiento, más sensibilidad en general, más personas con poco ánimo; se empieza a ver que estamos muy cansados todos y todas”, apunta Somoza. ¿En la parte positiva? Prácticamente todos los participantes en este reportaje coinciden en el esfuerzo humano, la importancia de los sanitarios, de los cuidados, de los y las “esenciales”, la solidaridad, la ayuda, la familia y la importancia de la ciencia y la investigación, con vacunas en tiempo récord.

"Para las personas sordas lo peor ha sido el aislamiento"

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“Nos ha afectado muchísimo, las personas sordas hemos tenido dificultades añadidas a las propias de la pandemia”, cuenta María José Cruz Agra, secretaria general de la Federación de Asociacións de Persoas Xordas de Galicia (FAXPG). Según María José, las personas sordas y sordociegas no están “preparadas para confinarse”, realmente es como si se quedaran aisladas del mundo, perdiendo la conexión con la realidad.

“Teníamos miedos, tampoco la información era totalmente accesible. Llegó un punto en que la falta de comunicación era completa, ya que las mascarillas nos impedían comunicarnos, tanto entender lo que los demás dicen como hablar nosotros mismos y expresarnos”, apunta Cruz Agra, que comenta que hay muchas necesidades desde el punto de la salud mental, por ejemplo, tras todo este tiempo de pandemia, y que el acceso a especialistas es complicado porque la demanda es muy alta.

Uno de los principales problemas en todo este tiempo ha sido el aislamiento comunicativo. Por ello, como explica Cruz Agra, ha sido muy importante el papel de la Federación de Asociacións de Persoas Xordas de Galicia (FAXPG) a la que ella pertenece. “En todo momento ha estado ahí, ofreciendo recursos para pasar la pandemia lo mejor posible. Recursos en lengua de signos española, claro (LSE). Desde Psicología, a mediador comunicativo o formación en LSE. También ofrecen intérprete de LSE, voluntarios para personas sordociegas, especialistas de LSE, orientadores laborales, trabajadores sociales o accesibilidad general. Además, ofrecemos acompañamiento para evitar aislamiento”, apunta María José Cruz.

Todos estos recursos en lengua de signos han sido fundamentales para muchas personas sordas en todo este tiempo y lo siguen siendo. Según sus palabras, las tecnologías han sido fundamentales en esta pandemia. Para todos y, para las personas sordas, más, si cabe, al ser en muchos momentos la única vía para acceder al mundo, comprender lo que estaba pasando y poder comunicarse.

“También desde la federación se ofrece formación en este aspecto, incluso para crear aplicaciones de tecnología para comunicarnos”, añade Cruz Agra. Considera esta joven, de Vigo, que va a ser difícil recuperarse y volver a la vida de antes. “Lo veo complicado, está siendo muy difícil”, comenta.

"Comprobamos que los cuidados todavía recaen en las mujeres"

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“Tras dos años, queremos normalizar y olvidarnos pero todavía no podemos bajar la guardia. Hace unos días nos llamó un padre diciendo que había dado positivo. Hicimos un cribado en el centro: cuatro positivos. A estas alturas, sin síntomas, claro, pero parece que no se acaba nunca”, expresa Concepción Somoza, gerente de Apamp (Asociación de Familias de Personas con Daño Cerebral).

¿Qué hemos aprendido? “Muchas cosas, desde cosas simples como extremar la higiene en determinados servicios y usos hasta la organización de las personas. En servicio residencial, por ejemplo, son 46 personas, antes funcionaba como residencia y ahora con unidades de convivencia mucho más pequeñas, grupos de 15 personas. Nos obligó la pandemia y lo vamos a mantener”, expresa.

Recuerda Concepción que cuando se cerraron los centros como los de Apamp, en los momentos más duros de estos dos años de pandemia, tuvieron que hacerse cargo de los usuarios las propias familias, obligadas muchas veces a dejar de trabajar, ya que la mayor parte necesita atención 24 horas. “En este caso, pudimos ver que los cuidados en este país son cosa de las mujeres, lo siguen siendo, y que ellas tienen pocos apoyos o recursos”, añade Somoza.

¿El momento más duro? “Los inicios, el miedo, el pánico que pasamos... Era una cuestión de salud, hablábamos de vida o muerte... las consecuencias de nuestros actos podían ser muy fuertes”, expresa Somoza; de hecho, recuerda el estrés vivido revisando la legislación, la normativa enviada. “No se me podía escapar nada, era una responsabilidad muy grande porque si algo iba mal podía tener consecuencias terribles. Y claro, entre ese temor y la incertidumbre...”, recuerda Somoza. “También fue difícil la desinformación, el desconocimiento. Pasó tiempo hasta que nos llamaron de preventiva y en ese momento accedimos a formación sobre el tema. Por suerte, en nuestro caso los positivos fueron en la segunda parte de la pandemia, con los usuarios ya vacunados”, expresa.

“De todos modos, eso que se decía, que todo esto nos iba a cambiar: que íbamos a mejorar como personas, a pensar más en los demás, valorar más los cuidados... yo eso no lo veo”, concluye.

El doctor Jesús Sueiro.

"Salimos en la prensa, ahora toca salir en los presupuestos"

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“En el tema personal ha sido duro y estresante. Tanto yo como compañeros hemos vivido situaciones de verdadero estrés laboral. Nos ha afectado a nuestra vida familiar, nos ha puesto en circunstancias duras, a veces de crispación, desmoralización, angustia, miedo... Ha sido una montaña rusa de emociones: preocupación por tus pacientes, también por la familia directa... Estar en un entorno sanitario, en el que puedes adquirir la enfermedad y pensar que puedes llegar a casa y contagiar a la familia. Ha sido una situación tremenda”, expresa Jesús Sueiro, portavoz de la Asociación Galega de Medicina Familiar e Comunitaria.

Vigo estalla en aplausos como homenaje a los sanitarios que luchan contra el coronavirus

Vigo estalla en aplausos como homenaje a los sanitarios que luchan contra el coronavirus José Lores | FdV

Sueiro es médico en el centro de salud Concepción Arenal, de Santiago, “el más grande de Galicia”, indica. “En el ámbito profesional ha supuesto una cura de humildad: cuando se habla de avances en medicina parece que todo está dominado... pero en otras cuestiones seguimos como en el siglo XIX, en el sentido de que llega una pandemia y nos rompe los esquemas. Todavía estamos lejos de dominar el mundo; somos todos vulnerables y tenemos que ser humildes en ese sentido. Ha sido duro también abandonar la consulta presencial, perder el contacto con los pacientes. En general, a los médicos, nos gusta mucho explorar, tocar, hablar, mirar a la cara a la gente. Realmente, ha sido un cambio muy frustrante”, describe Sueiro.

En estos momentos recuperan la presencialidad: “Si, estos días ya tenemos muchas más consultas presenciales que telefónicas. ¿Qué ocurre? Que muchos pacientes llegan y te cuentan todo lo que no te han contado en meses. Es normal. En este tiempo la gente ha pasado por miles de cosas. Parecía que todo era COVID, que no existían otras patologías. Y, realmente, los pacientes crónicos, diabéticos, cardiópatas, broncópatas, de insuficiencia cardíaca, lo pasaron mal”, apunta Sueiro. “

¿El peor momento? La primera ola: nos cogió a todos sin saber nada, sin vacunación, sin herramientas, sin tratamientos... Ahora es otro tema. En la parte positiva, nos hemos dado cuenta de lo importante que es la Atención Primaria. Hemos salido en la prensa. Como dice un compañero mío, ahora hay que salir más en los presupuestos, sería lo deseable. Ha sido muy duro, necesitamos recursos”, cuenta Jesús.

Federico Martinón.

"Ha sido una cura de humildad en lo personal y lo profesional"

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“En lo personal, pues creo que dedicamos mucho tiempo a cosas que no importan. Y que puedo dormir menos de lo poco que dormía. Ha sido una cura de humildad tanto en lo personal como en lo profesional”, explica Federico Martinón, jefe de Pediatría del Complexo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS) y experto en vacunación, en una reflexión sobre estos dos años de pandemia. “También invita a pensar en la importancia de rodearse de gente más lista y válida que uno, gente que gestiona bien, que decide sobre nosotros”, cuenta Martinón. ¿Lo peor? “La pérdida de gente, la pérdida humana”, apunta. También “la crueldad de la pandemia en mayores y adolescentes”, añade. ¿Lo mejor? “La puesta en valor de la ciencia, la investigación, las vacunas...”, indica.

Martinón, como experto en vacunación, ha sido uno de los principales divulgadores de esta pandemia a través de redes sociales, correo electrónico, medios de comunicación... “Siempre he considerado la divulgación como una responsabilidad; es bueno comunicar lo que uno hace, lo que está pasando. Lo he hecho con gusto: no es fácil compaginar el trabajo y la atención a redes y medios, la verdad. Y la peor parte: algún insulto y amenaza, para mí y para mi familia”, describe Martinón, que destaca “el compromiso vocacional de la mayoría de los compañeros, profesionales sanitarios, atendiendo sin horarios y sin límites”, destaca.

Maite Maza en el Hospital Álvaro Cunqueiro.

"Hemos respondido pero hay que cuidar la sanidad para el futuro"

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Al principio fue muy difícil: había mucha incertidumbre, miedo, nerviosismo. Todo el mundo supo adaptarse: médicos, enfermeras, celadores, auxiliares... y con una sensación de servicio público importante. Si me preguntas, creo que lo mejor fue el compañerismo.

¿Lo peor? La responsabilidad de la toma de decisiones, intentando no equivocarte, sabiendo que no tenías las claves mágicas para arreglar todas las cosas. Y lo más angustioso, los primeros días, que pudiese faltar protección, material y que se creara un entorno de trabajo inseguro. Afortunadamente no ocurrió pero nos quitaba el sueño”, expresa Maite Maza, jefa de la Unidad de Urgencias de Adultos del Hospital Álvaro Cunqueiro.

“En lo personal, yo no soy de Vigo, soy de Zaragoza. Estar durante tantos meses lejos de la familia, sin poder ir, fue muy complicado. Eso nos pasó a todos, independientemente del lugar en el que vivimos, porque la gente de Vigo o de cualquier otro sitio tampoco podía ir a ver a sus padres. No éramos dueños de nuestras vidas ni de nuestras decisiones”, apunta Maza.

Comenta Maza que en las primeras olas “no hubo bajas, ni afectados de manera importante” en su ámbito laboral. “Eso permitió que no mermaran los ánimos: sería mucho más complejo si hubiéramos visto compañeros enfermos o situaciones personales dramáticas. Afortunadamente eso no ocurrió y pudimos centrarnos en cómo podíamos y queríamos dar el servicio”, recuerda Maza sobre los primeros momentos.

“Hemos aprendido mucho sobre el terreno. A nivel de urgencias sabemos prever circunstancias que antes no nos imaginábamos. Lo que valía una semana no valía para la siguiente. Era como vivir en contradicción e ir probando. Ha sido una suerte tener un sistema sanitario que ha respondido perfectamente. En otros países enfermar hubiese sido más complejo; aquí, casos de personas con enfermedad grave se han resuelto. Con los últimos coletazos de la pandemia, el sistema es frágil. Tenemos una Atención Primaria muy mermada de recursos, y nosotros (Unidad de Urgencias), una saturación importante. Hemos respondido bien pero hay que cuidar el sistema para el futuro”, describe Maza.

Rocío, en una clase reciente en laboratorio con el alumnado.

"No verles las caras, además de triste, es antipedagógico"

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“Entré en la pandemia con mucha energía y ahora mismo ya no tengo tanta. Lo más difícil fue el periodo de confinamiento, no todos mis alumnos tenían medios. Doy en muchos cursos y diferentes asignaturas, lo que me obligaba a estar continuamente creando tareas, tutoriales y explicaciones, tratando de que les fuese lo más fácil y entretenido posible. Y las tareas devueltas, fue un horror corregir todo el volumen de trabajos que recibía día a día. Las conexiones virtuales, una tristeza. Lidiar con todo esto quema muchas energías. La vuelta a las aulas, con mascarilla, distanciamiento y nuevas normas... otro bajón, dolores de cabeza, malestar en la garganta y ‘oír peor’ se convirtió en una tónica general. No ver las expresiones y caras del alumnado, además de triste, es antipedagógico”, describe Rocío Paramá, docente en el Colegio Possumus (Vigo).

Reflexiona sobre estos dos años de pandemia: “a nivel social, quizá entender la importancia de la familia, el pasar más rato con ella e incluso vivir experiencias nuevas a pesar de un encierro, fomentando la imaginación y la creatividad”.

Y en docencia, la irrupción de la enseñanza online, que ahora se queda. “En mi caso, yo ya estaba familiarizada con la tecnología, es un campo que siempre despertó interés en mi día a día. ¿Problemas? No todo el mundo tiene las mismas destrezas, las mismas ganas o los medios a su alcance para que este cóctel sea el adecuado. Y lo nuevo, hay que abrazarlo, mimarlo y hacerlo nuestro. Pero las herramientas tradicionales que funcionan no deben abandonarse”, añade.

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