Abandonar a India no era una opción. Ese fue el sentir que motivó el agónico rescate de una perra de cuatro años que terminó atrapada en una madriguera de A Lama. Todo comenzó en una salida de caza el pasado domingo. El animal se separó del grupo y, pese a llevar un collar con localizador, su dueño, Gaspar, no era capaz de dar con ella. India terminó en un hoyo y, aunque el GPS daba una ubicación, el margen de error, que la perra se encontrase bajo tierra y que no ladrase o aullase hizo que el domingo terminase sin dar con su paradero.

Su dueño dejó algunas prendas suyas en el monte por si el rastro guiaba al can y lograba regresar por sus propios medios, sin embargo el lunes amanecía sin buenas noticias y la preocupación no hacía más que crecer. Así que Sergio Cendón, presidente del coto de A Lama, junto a otros miembros de la directiva y un grupo de voluntarios retomaron la búsqueda sin tiempo que perder. "Solo pensábamos en encontrarla, en que ese no podía ser su final, morir de hambre o sed porque no diésemos con ella", explican.

El primer paso fue contactar con dos personas que se dedican de manera profesional a desbrozar y que, de manera altruista, se pusieron a limpiar aún más la zona para localizar la madriguera en la que había entrado India. Las horas pasaban y la autonomía del collar localizador se había terminado cuando encontraron una entrada que parecía fresca y que devolvía algo de esperanza. A estas alturas ya participaban cerca de una decena de personas en la búsqueda, entre miembros de la directiva y otros cazadores. Llamaban por India pero la perra no daba señales. Hacía falta algo más. Así que con la buena voluntad y la colaboración de todos los participantes se sumó a los trabajos una excavadora profesional. A punto de anochecer y cuando llevaban más de seis metros levantados, aparecía el tímido hocico de India tras más de 30 horas bajo tierra y se desbordaba la emoción.

"Nunca conocí a nadie así, tan implicado, tan solidario, no hay dinero que pague todo lo que han hecho por mi y por India, nada tiene que ver con el valor del perro o el collar sino con pensar que sin ellos quizá hubiese muerto", concluye un agradecidísimo Gaspar.