Entrevista | El Barroquista Historiador del arte y divulgador cultural

“Nos perdemos una gran parte de la historia del arte, siempre hablamos de los mismos”

Anima en su primer libro a ampliar las miradas sobre las obras

Miguel Ángel Cajigal Vera.

Miguel Ángel Cajigal Vera. / Berta Delgado

Miguel Ángel Cajigal, conocido como El Barroquista en redes sociales y medios, se quedó convulsionado cuando un amigo, también historiador del arte, le comentó que no le gustaban ‘Las Meninas’. De esa vivencia y de su contacto con el público, sea en formato digital o presencial, nació la idea de escribir un libro que pone en discusión algunos de los tópicos sobre los que se construye su disciplina y su canon. El título, Otra historia del arte. No pasa nada si no te gustan ‘Las Meninas’, avanza sus intenciones.

–El libro invita a cuestionar los clichés de la historia del arte.   

–La historia del arte, como la valoración de la música o la literatura, se basa mucho en clichés. No es que tengan nada de malo, pero al final limitan y coartan la manera en la que disfrutamos del arte. Por eso el libro, para mover a la reflexión sobre cosas que damos por hechas.

–Comenta que se valora más el cine más reciente, y en cambio el arte contemporáneo tiene muchos problemas para llegar al gran público. ¿Por qué cree que ocurre?   

–Probablemente porque disfrutamos del cine en el momento presente, en cuanto sale en las salas o en las plataformas, mientras que el arte que acaba disfrutando la mayor parte del público es el que está en los museos, y para llegar a la sala de un museo tienen que pasar años, incluso siglos. Hay muy poca gente que vaya a disfrutar del arte en las ferias o en las galerías, que es donde está el arte del presente. Siempre vemos el arte con retraso.

  • El Barroquista

    La primera vez que salió en FARO, en 2019, rondaba los 10.000 seguidores en Twitter; hoy tiene 113.000. Ha comisariado ‘Galicia Futura’, muestra estrella del Xacobeo, y colabora con varios medios.

–¿Qué se puede hacer para mejorar la comprensión del arte contemporáneo?   

–Lo más importante es quitarse prejuicios. Tenemos el hábito de pensar que lo que no nos gusta automáticamente tiene que ser basura. Abriendo esa receptividad mejora mucho; luego quizás no sea suficiente. Pienso que debería haber una mayor presencia del arte actual en el panorama cultural, al final siempre estamos hablando de los mismos modelos artísticos, siempre estamos promocionando cosas que pasaron como mínimo hace un siglo. Habría un tercer espacio, que es la autocrítica. Desde el punto de vista de la gente del arte contemporáneo no muchas veces se hace un gran esfuerzo por explicar de qué va lo que están haciendo los artistas. Se juega al hermetismo.

–La ilusión de realidad renacentista o barroca sigue conectando con el gran público, pero el arte actual se percibe como ajeno.   

–Quizás no comprendamos tan bien como creemos el arte del pasado. El Renacimiento se valora desde una perspectiva, pero hay muchas cosas detrás de una obra de El Bosco o de Migel Ángel que la mayor parte del público no las conoce. Siempre nos quedamos con dos ideas de valoración: el realismo, lo más realista gusta más; y el paso del tiempo, las cosas antiguas son más venerables. Con ese doble juego al final tenemos un panorama que es como una pescadilla que se muerde la cola. No salimos de los mismos nombres, los mismos artistas, casi siempre hombres. En los últimos años se han celebrado decenas de exposiciones de Caravaggio, parece que es el único artista que hay. En realidad nos estamos perdiendo una parte enorme de la historia del arte porque siempre estamos hablando de los mismos.

–En el libro habla de una especie de hiperinflación de obras maestras. En el Prado considera que solo hay 12.   

–Cuando hice esa lista sabía que podía ser potencialmente polémica, así que le di muchas vueltas. Lo que quiero combatir es la idea de que todos los cuadros que están colgados en un museo son obras maestras. No es cierto. Y también que empleemos el concepto ‘obra maestra’ con un completo abuso. Le llamamos maestras a obras que nos gustan, y punto. Es muy difícil que alguien le llame obra maestra a un cuadro que no le gusta. Si convertimos el concepto en algo totalmente subjetivo queda vaciado de valor, se convierte en una hipérbole. En esa lista intenté ser lo más objetivo posible e incluí dos obras de un artista que no me entusiasma, que es Goya, y sin embargo es el único que aparece con dos. Porque considero que ‘Los fusilamientos del 3 de mayo’ y ‘Las pinturas negras’ son dos obras maestras en el sentido más tradicional: son rupturistas pero a la vez tuvieron muchísima influencia.

–¿Algún ejemplo a la inversa, de obra mediocre que le entusiasme?  

–Hay muchas obras de Picasso que me encantan sin necesitar que sean extraordinarias. Sus dos cuadros más importantes, ‘Las señoritas de Avignon’ y ‘Guernika’, no me gustan particularmente, me gustan más otros de su producción, aunque sé valorar que esos son más importantes. Me resulta más fácil en el caso contrario, obras muy conocidas e indudablemente magistrales y que a mí no me gustan. Por ejemplo, ‘El Grito’ de Munch. Igual por sobreexposición, pero a mí no me conecta. La esencia es separar esa idea: que los gustos van por libre y que si solo empleamos el gusto como criterio nos hacemos trampas.

Suscríbete para seguir leyendo