El volcán de La Palma acumula en su interior energía térmica equivalente a la que producirían 4.000 bombas atómicas, de una potencia similar a la que lanzó Estados Unidos sobre Hiroshima al final de la Segunda Guerra Mundial. Se calcula que hay 100 millones de metros cúbicos de lava a una temperatura de 1.200 grados centígrados y por 1.700 kilogramos por metro cúbico de densidad de piedra. El calor que desprende la erupción es igual a lo que consumiría la totalidad de la población de la isla en 200 años con energía eléctrica. La empresa HDMeteo, que desarrolla el portal meteorológico del Cabildo de La Palma, suministra estos datos como demostración de la elevada capacidad geotérmica que alberga el volcán palmero. La magnitud de las erupciones volcánicas se mide en la escala del Índice de Explosividad Volcánica con valores entre 0 y 8; en el caso de esta erupción el índice estimado hasta ahora es de 2, pero también una característica de las erupciones es la emisión de calor y en el caso de Cumbre Vieja está por determinar la acumulación geotérmica que se encuentra en su interior, energía que seguirá en la zona mucho tiempo más una vez finalice la erupción explosiva.

Más seísmos, más coladas de lava y más dióxido de azufre a la atmósfera reflejan cinco semanas después que el volcán de La Palma, lejos de finalizar, sigue en plena actividad y expulsando el ingente magma. Y ante este escenario los palmeros están con el corazón en un puño porque, sin prisa pero sin pausa, la destrucción de cultivos y edificaciones va aumentando por momentos.

Tanto el Instituto Geográfico Nacional (IGN) como el Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) certifican que la erupción está en plena fase efusiva con alternancia de episodios explosivos intensos y que hay cuatro bocas eruptivas, aunque han llegado a ser nueve centros de emisión. También se enumeran las coladas de lava, que ahora son diez.