Bebés robados, prensa clandestina, mujeres que sufren o luchan por vivir su vida, médicos que producen horrores en el nombre de la ciencia y el supuesto bienestar humano, la posguerra y la España franquista más la lucha de periodistas contra la censura son los diferentes ejes en los que Teresa Valero ha apoyado su última novela gráfica, “Contrapaso. Los hijos de los otros” (Norma Editorial). La autora estará en Vigo este sábado día 8 en la librería Banda Deseñada para firmar ejemplares (quienes vayan deben pedir cita previa) de una obra que ha sorprendido en el panorama estatal.

Teresa Valero

Teresa Valero

“La idea de hacer “Contrapaso” –explica la madrileña– surgió tras escuchar en una entrevista al director del semanario “El Caso” y me pareció sugerente lo que contaba. Decía que en su periódico se habían peleado mucho con la censura para presentar todos los casos criminales que había y no le dejaban porque el régimen franquista quería dar la imagen de que mucha seguridad. Me pareció muy buena idea contar la historia de España a través de los crímenes. Como me centré en las publicaciones clandestinas que daban una versión diferente de las cosas, me fijé en el término musical contrapaso que define la segunda voz que va diciendo algo mientras la primera domina”.

Valero decidió centrar la historia en un periódico inventado: “La Capital”, del Madrid de 1956. Nada más comenzar la novela negra en viñetas muestra una noche helada. La nieve cae sobre el cuerpo desnudo de una mujer en un río. En la piel, unas extrañas inscripciones. En la tercera página, una voz nos presenta su máquina de escribir, un folio en blanco, un cenicero rebosando colillas y un comentario: “Empecé a escribir en prensa en 1939 cuando la guerra abandonaba España para ir a arrasar Europa. Al mismo tiempo, alguien, en esta ciudad, empezó a matar mujeres”.

En las restantes páginas, iremos conociendo a Emilio, este dinosaurio del periodismo y su cruzada en favor de la verdad, pero también al nuevo redactor, León, un joven procedente de Francia pero con familia en Madrid que regresa para buscarse la vida y reencontrarse con un viejo amor.

La problemática individual se irá entrelazando con historias de opresión a mujeres. “Yo quería tirar del hilo de los experimentos que había realizado el doctor Antonio Vallejo-Nágera, jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares de la dictadura franquista, con brigadistas en prisión en un campo de concentración en Burgos como a las mujeres de la cárcel de Málaga. Él buscaba justificar que los de izquierdas eran peores individuos, menos inteligentes. Yo me centré en el papel de las mujeres en la novela fijándome también en las conquistas que habían perdido, en cómo les habían reducido las opciones de la vida”.

Además de este tema, Teresa Valero incluye las terapias de otro doctor, López Ibor, un psiquiatra que buscaba tratar la homosexualidad; así como los tratamientos contra el ‘histerismo’ de la mujer en las clases altas incluidas. “Al final, cualquier mujer que no respondía a lo que se esperaba de ella, se pensaba que era porque le pasaba algo. Ahora intuimos que no tenían una vida completa. Un ser humano necesita tener objetivos si no acaba frustrado. En esa época no se les pasaba por la cabeza que con ser esposa y madre no cumpliesen con sus objetivos vitales”, opina la autora.

En el libro, el personaje de Paloma (la mujer de la que está enamorado León) busca vivir de su profesión, ilustradora, y ser independiente, algo que no ve bien parte de su familia. “Me gusta hacer personajes que sean muy complejos, que tengan que vivir en perpetua contradicción consigo mismos. Paloma contribuye a hacer comics y revistas femeninas que hacen un lavado de cabeza a las mujeres para decirles cómo deben ser (según los principios franquistas). Ella para tener su cota de libertad está contribuyendo a eso. Cualquier lucha es así, tienes que hacer concesiones para obtener pequeñas conquistas. Le pasa al resto de personajes que deben ceder en algunas cosas porque el ambiente es duro”.

Preguntada acerca de si la España de ese momento (años 50) presenta alguna similitud con la actual, Valero –cuyo grado de documentación para la historia, el manejo del color y del trazo son extraordinarios– da una respuesta demoledora: “Estamos en círculos. No hemos sabido darle un final a la anterior etapa. La transición estuvo muy bien, el problema es que no se ha hecho nada después con ese talante. Se debieron cerrar muchas puertas que quedaron abiertas y ese talante quedó a medio camino. Ahora tenemos una polarización, tenemos el aniquilar al contrario sin escucharle para deshumanizarle y hacer ver que es una amenaza total. Como población estamos viendo una política que no es constructiva sino de hinchada de fútbol”.