Una vecina, emocionada con la visita. | // BRAIS LORENZO

Un boteiro y la alcaldesa entregan a un vecino su ración de cabrito. | // B.L.

En municipios como Laza, Vilariño de Conso, Maceda, Bande, Cartelle o Manzaneda, el Entroido celebra la tradición y la vida en el rural. La fiesta tiene que ser más contenida que nunca este año, por la pandemia. Pero no se olvida, porque es un rito acostumbrado a los años oscuros, a la efusividad de puertas adentro, a ir al monte, lejos de las autoridades represivas. Ahora es el coronavirus el que ha obligado a cancelar la programación, para que no se produzcan aglomeraciones y evitar el riesgo de contagios. Vilariño de Conso no ha registrado ni un solo caso de COVID desde el inicio de la pandemia, hace once meses. Es el único municipio de la provincia que se ha librado por ahora. En uno de los concellos menos poblados de Galicia, con medio millar de habitantes y una edad media que se aproxima a los 57 años, la edición número 33 de la fiesta del cabrito se celebró ayer con una versión de entrega en casa. Un take away de carne, patatas, bica y licor para que la tradición perviva pese a la pandemia.

La alcaldesa, Melisa Macía, y personal del ayuntamiento colaboraron en el reparto de comida por las 16 parroquias de este municipio de montaña, que cuenta con el núcleo habitado situado a mayor altitud de Galicia. La fiesta, que solía celebrarse en el pabellón, se trasladó este año a cada uno de los domicilios. Se llevaron a casa 500 raciones de cabrito, previamente cocinado en los hornos de las panaderías de Vilariño de Conso.

La norma de precaución y las restricciones sanitarias rebajan a mínimos el Entroido. Este sábado no hubo fuliones, esa comitiva bulliciosa que recorre las aldeas, con el sonido de los cencerros o ‘esquilas’ avisando a los vecinos de que los boteiros se aproximan. Sí acompañó la entrega de la comida la máscara tradicional de esta comarca de Viana do Bolo. Acudieron de forma individual o con su pareja. “Solo personas convivientes”, afirmaba la alcaldesa.

Máscaras ante mascarillas

La magia surgió aunque fuera en dosis pequeñas. Ante vecinos con mascarilla y en formato reducido, también ayer hubo lugar para el divertimento y la irreverencia, con el boteiro brincando con la ayuda de la ‘monca’ (un palo de 1,70 metros, con una borla en la punta, que utilizan para dar saltos, como una pértiga), con las vistosas cintas del traje coloreando el día. El espíritu del Entroido, pese a todo, sobrevive.

El inolvidable licor xastré que sobrevive a la pandemia

Antes de la pandemia, que ha obligado a cancelar la programación de la fiesta más tradicional de Ourense y limitar la celebración a los convivientes, el Entroido en Laza no se concebía sin un licor xastré como acompañamiento a la bica. En la era del COVID tampoco falta en las casas. En 1903, monjes cartujos llegados a Tarragona desde Massif de la Cartreuse, en los Alpes franceses, comenzaron a elaborar un elixir a base de aguardiente y hierbas, que le dan su característico color verde (hay otra versión en amarillo). Este licor se popularizó por todo el norte de España bajo el nombre comercial Chartreuse. En la comarca de Monterrei se desarrolló una fórmula propia adaptando el nombre francés al de ‘xastré’ o ‘xastreu’. Esta palabra también se emplea para designar una de las hierbas que se utilizan en la elaboración. Una labor casera que consiste en mezclar aguardiente, azúcar y 8 especies de plantas silvestres, que maceran durante 20 días, lo que confiere a la bebida espirituosa el color verde.