Portugal afrontará lo que resta de febrero sumido en un confinamiento que se da por hecho se extienda también durante todo marzo para controlar la tercera ola de coronavirus, que empieza a estabilizarse tras un duro enero de récords diarios que han requerido que el país reciba ayuda internacional.

“El desconfinamiento no está en el horizonte”, avisó el primer ministro, el socialista António Costa, quien ya avanzó que se extenderá durante marzo, algo que no ha sorprendido demasiado en el país, donde la prensa local apuntaba desde hace días que no se aliviarían medidas hasta después de Pascua.

El Gobierno, sin embargo, se resiste a apuntar cualquier fecha para desconfinar, argumentando que hacerlo sería “prematuro” en el actual contexto.

Ese contexto es la elevada presión en los hospitales portugueses, que llegaron al límite del colapso en enero, un mes negro para el país en el que se llegó a registrar récords de más de 16.000 contagios y 300 muertes en un solo día.

Actualmente, hay ingresados 5.230 pacientes con COVID en Portugal, de los cuales 846 están en cuidados intensivos. Reducir significativamente estos números es la meta apuntada por los especialistas para poder plantear cualquier alivio.

Esta semana se han empezado a ver los frutos del encierro de los lusos, que pueden salir de casa apenas para lo esencial, como trabajar si no es posible el teletrabajo, ir al supermercado, a citas médicas o dar paseos cerca del domicilio, entre otros. Además, las escuelas están cerradas desde el 22 de enero.

Ayer las autoridades han notificado 2.854 nuevos casos y 149 muertes en 24 horas, números incluso inferiores a la media de anteriores días, en los que se han rondado los 3.500 casos y las 160 muertes en una jornada.