Italia, el país europeo más golpeado por el coronavirus, inició con gran cautela la fase de desescalada gradual de las medidas de emergencia, tras 55 días de confinamiento estricto en todo el país y aún más en las regiones del Norte, donde comenzó la epidemia.

Unos 4,5 millones de personas que estaban confinadas volvieron ayer lunes a sus trabajos, con la reanudación de la actividad en industrias, construcción y comercio mayorista, sumándose a los empleados de negocios esenciales, como farmacias y alimentación, que nunca cerraron. Paralelamente, los ciudadanos gozan a partir de ayer de más libertad de movimientos, con un leve alivio de las restricciones que les permite, entre otras cosas, salir a pasear, hacer deporte más lejos de casa o visitar a familiares, pero no a amigos.

Todo ello con cuidado, distancias entre personas y mascarillas obligatorias en los lugares cerrados, el transporte o si hay gente cerca.

A pesar de que la curva de contagios está en franco descenso -cuando ya se han alcanzado más de 210.000 casos- y el domingo se registraron solo 174 muertos diarios, la cifra más baja desde el principio del confinamiento, se multiplican los llamamientos de las autoridades a la prudencia y la responsabilidad.

El primer ministro, Giuseppe Conte, ha apelado a la responsabilidad en esta nueva etapa de "convivencia con el virus" y ha recordado que se ha podido llegar a esta "fase dos" "gracias al poderoso esfuerzo colectivo" y con "enormes sacrificios".