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Los días que vendrán

Abrazar a un familiar, visitar la playa o salir a hacer deporte, algunos deseos tras una semana de confinamiento

Mon anhela salir en su barco con su hija (en la foto).

Solo ha tenido que pasar una semana para descubrir que es peor no tener rutina que tenerla, que nos gusta la cotidianidad, a pesar de aborrecerla. En este poco tiempo, hemos descubierto que, pese a todo, somos seres sociales y ya echamos en falta los abrazos y saludos a menos de dos metros de distancia o sin una pantalla de por medio. Situaciones que hasta la llegada de la cuarentena por coronavirus no éramos conscientes de que eran tan imprescindibles. Aunque como consuelo tenemos que de la misma manera que esto empezó, algún día terminará.

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En general, como dice Ángeles, todos echamos de menos "la libertad de poder elegir" y "tener el control" de nuestra vida. Aunque esta extraña situación la ha hecho ver que sigue teniendo intacta la capacidad de "adaptación" y que lucha como una "jabata", para que el Covid-19 no la lleve "por delante". Ni a ella ni a sus compañeros de trabajo. Merchi, que es autónoma, echa de menos, precisamente, su empleo. Y lo primero que hará cuando todo esto acabe será "salir adelante como pueda". Eso sí, "peleando" siempre por su negocio.

Marta echa de menos poder salir a la calle "sin escapar de las personas por miedo a coger el virus". Ella no se lo esperaba, pero también echa en falta asistir a la universidad. Por todo ello, cuando tenga la oportunidad, celebrará estar viva "rodeada de gente, sea donde sea". Una opción es "ir de compras" o tomar café de cafetería, porque no sabe igual que el de casa. Entre sus preferencias está "ir a escuchar el mar". Un sueño muy recurrente.

Visitar la playa es también la prioridad de Laura. Una necesidad por abrazar la naturaleza que capea bajando a la calle todos los días a tomar el aire junto a su mascota. Por otro lado, está el perro de Mon, que, después de tanto paseo, incluso se esconde. Pero de lo que de verdad tiene ganas este marinero es de "ir a pescar" y sacar su barco a navegar.

Comprar el pan o sacar la basura hoy son las tareas del hogar más codiciadas. Son el nuevo "voy a afilar el lápiz" del colegio. Una excusa para pisar calle y reencontrarse con la vida. "Yo lo que más echo de menos es hacer lo que quiera", manifiesta Diego, quien apunta que su piso no tiene precisamente el trasiego del de El apartamento de Billy Wilder, sino que más bien se parece a un cuadro solitario de Edward Hopper. "Esto es como estar en una cárcel, pero sin visitas", indica.

Ana echa de menos "socializar" y salir a "tomar un vino" y a cenar con su pareja. Para Iván no han cambiado muchas cosas. Continúa yendo a trabajar, aun poniendo en riesgo su salud. No obstante, confiesa que todo ese esfuerzo sería más llevadero si por las noches volviera a reunirse con sus amigos de siempre, al calor de la barra de un bar. A las 23 horas, concretamente.

"Después de la tormenta, siempre llega la calma", señala Javi, que deambula por el pasillo de casa, mientras le tengan prohibido practicar deporte fuera. Por su parte, Paula está que salta por las paredes de la casa de sus padres porque no puede ir a su ajustado entrenamiento de atletismo. Matilde ya se había acomodado a su nuevo gimnasio, aunque estos días más le cuesta desacostumbrarse de sus padres, a quienes "solía visitar a menudo" y ahora llama "a cada momento".

Cuando la alarma se apague, que lo hará, María saldrá corriendo a ver a su abuela, para "darle un achuchón muy grande". Y Mari Carmen hará lo mismo, pero con su nieta, a la que coserá "a besos". A continuación, dará un paseo "hasta el faro del Náutico" de Vigo y se tomará "un helado sentada en un banco de la Alameda". Los días que vendrán están en su cabeza. En la de todos, en realidad.

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