"Insultos recibo muchos, como mis compañeros, y no deberíamos. Pero hace muchos años que no me mandan a fregar. No tengo esa percepción de insultos machistas, aunque he salido muchas veces del campo escoltada por la fuerza pública". La viguesa Elena Casal se encuentra a sus 31 años en la elite del arbitraje de fútbol. Una actividad en la que se inició por curiosidad con solo 15 años, pues eran los árbitros quienes llamaban su atención cuando iba a ver los partidos de su hermano pequeño. Compagina ahora el arbitraje de la primera división femenina con la tercera división masculina.

"Recuerdo especialmente un partido de segunda autonómica en Tui, no porque yo tuviera miedo, sino porque mi padre estaba muy asustado. Antes de empezar ya me dijeron que a ver si era capaz de pitar. Vieron a una niña que les quería arbitrar y el partido era difícil. En un momento me acerqué al banquillo y pedí que avisaran a la fuerza pública. Me contestaron que hacía quince minutos que habían llamado a la Guardia Civil y que estaban al caer". Recuerda que su padre, que nunca entraba al campo, "apareció en el vestuario desencajado y solo me decía: Dime que no te han tocado".

Esta joven todavía no puede vivir del arbitraje y lo compagina con su profesión de esteticista. "Me gustaría vivir del arbitraje, pero seguro que llegará. El fútbol femenino está en un momento de impulso", resalta.

De cara al futuro le gustaría una mayor integración de niñas en el deporte base. "Me toca ver partidos de benjamines y alevines y antes había más niñas en equipos mixtos. Me parece bien que haya equipos femeninos, pero no creo que en esas edades haya que separarlos. Eso facilitaría que sigan creciendo y haya más equipos, no basta con que existan dos o tres de niñas. Hay que integrarlas en la base", concluye.

Espera poder disfrutar arbitrando los años que le queden, consciente de que los deportistas "tenemos fecha de caducidad".