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Juan Noval-Moro: "El verdadero problema es que la cultura dependa de la política"

"Tenía 30 años y dejé un trabajo de 8 a 3 para toda la vida por aprender"

Juan Noval-Moro. // Miki López

El tenor Juan Noval-Moro cree que es malo que la cultura dependa de la política y pone como ejemplo, aunque sin mencionarlo, que Estados Unidos tiene el teatro de ópera más importante del mundo y la mayor industria cinematográfica, pero carece de Ministerio de Cultura. Opina que la educación artística no se valora en las escuelas porque no ofrece frutos a corto plazo y se sustituye por "engendros sociológicos de tercera". Casado con una pianista y con dos hijas que empiezan a cantar, Noval-Moro considera que se puede atraer más público a las óperas con obras que aúnen intensidad dramática, metraje y orquestación verista.

-¿Las ovaciones en casa suenan mejor?

-Siempre que sean de corazón suenan bien dondequiera que se reciban. Pero es cierto que disfruto mucho cuando vienen familiares y amigos a verme y consigo ofrecerles algo a la altura de sus expectativas.

-¿Qué aspecto le interesa más de un personaje como Beppe?

-Sin duda, el contraste entre la necesaria naturalidad cotidiana del actor Beppe y el histrionismo barato y facilón del comediante Arlecchino.

-La armonía entre voz e interpretación es esencial en la ópera moderna?

-Sí, hoy día lo tienes difícil si te dedicas a cantar de una forma estática que en inglés se llama peyorativamente "park and bark" (aparcar y ladrar). En la actualidad se tiende a enriquecer el aspecto escénico y a dotar de mayor profundidad psicológica incluso a personajes que en su día fueron concebidos con trazos más sencillos, como ocurre con las obras de Donizetti o Bellini.

-¿La "Serenata de Arlequín" es un regalo para cualquier cantante?

-Es un caramelo, masticable, porque dura poco. Aunque lo breve?

-¿Hay obras más apropiadas que otras para captar nuevos públicos? ¿Es "Pagliacci" una de ellas o tener tres planos distintos la hace muy compleja?

-Naturalmente, hay obras más fáciles que otras para iniciarse en la ópera. No es lo mismo estrenarse con "Carmen" que con "Le Grand Macabre". "Pagliacci" es ideal para atraer nuevos públicos por varias razones. La primera, la intensidad dramática; la segunda, que contiene hits; la tercera, su metraje. La cuarta, la orquestación verista, que es muy espectacular y puede fascinar a cualquiera.

-¿Qué le decidió a dejar su carrera como profesor de música y director de coros para ampliar horizontes? ¿Tuvo miedo de que fuera una decisión errónea?

-Nunca. La decisión errónea es quedarte sin hacer nada y atormentarte muchos años después con el "¿qué habría pasado si...?". Simplemente me vi en la necesidad imperiosa de crecer como músico y actué en consecuencia.

-¿Desafinan mucho nuestros políticos en asuntos culturales?

-El verdadero problema es que la cultura dependa de la política. El teatro de ópera más importante del mundo y la industria cinematográfica más importante del mundo están en un país sin Ministerio de Cultura.

-¿Irse a Alemania sin hablar alemán y a ver qué sale es una temeridad o estaba seguro de que esa partitura no la podía saltar?

-Fue una experiencia apasionante. Tenía 30 años y dejé un trabajo de 8 a 3 para toda la vida por aprender. Digamos que como partitura me negué a ser un ostinato y traté de parecerme más a un poema sinfónico o un scherzo.

-¿Cuál fue el momento más duro de su aprendizaje? ¿Estuvo a punto de tirar la batuta?

-Lo más complicado tuvo que ver con el repertorio. En un momento te encuentras muchas dificultades para interpretar una obra y cuesta mucho trabajo saber si no la cantas bien porque no sabes cantar o porque no es para ti. Hasta que la técnica no está clara esa duda desgasta mucho. Yo lo pasé mal, pero con trabajo, lectura, escucha y reflexión siempre se alcanza lo más parecido a la verdad.

-¿Tiene pesadillas con gallos?

-Si me sale un gallo solo me perjudico a mí. Se me ocurren cosas mucho peores con las que tener pesadillas.

-Plácido Domingo. ¿Divo expiatorio, quizá?

-Entre los principios que nos transmitió mi padre, licenciado en Derecho y procurador, estaban la privacidad de la correspondencia y la presunción de inocencia y el "in dubio pro reo". Éramos cinco hermanos y jamás abrimos una carta que no fuera para nosotros, y jamás consideramos culpable a alguien de nada hasta que no se hubiese demostrado su culpabilidad. El amor por Agatha Christie que heredamos de él también nos ayuda a no fiarnos de las apariencias. Lo importante son los hechos. Hasta que estos se prueben, toda persona es inocente.

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