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Lindsey Vonn: "Siempre di el 110%, de ahí mis éxitos y mis problemas"

"Ayudo a las mujeres que están infravaloradas, estoy haciendo un documental, unas memorias; me encanta trabajar duro"

Lindsey Vonn. // E.P.

De blanco, sonriente, sin una arruga, sin una cicatriz visible que deje constancia de todas las batallas que ha librado, se presentó ayer Lindsey Vonn a las puertas del hotel de la Reconquista, en Oviedo, donde hoy recibirá el premio "Princesa de Asturias" de los Deportes. Y así, dulcemente, la que es considerada como la mejor esquiadora de la historia, reconocía que tuvo que dejar de hacer lo que más le gusta porque su cuerpo se estaba "descomponiendo".

Pensar que esta mujer, que hoy cumple 35 años, se puede estar descomponiendo remueve algo por dentro, aunque lo diga sonriendo y sin darle demasiada importancia. Es estadounidense (Saint Paul, Minnesota, 1984) y por lo tanto no tiene demasiados problemas en contar que lo suyo tiene mucho mérito, que ganar sufriendo lo que ella ha tenido que sufrir pasando de un quirófano a otro y con las rodillas destrozadas no lo hace cualquiera: "He tenido que luchar mucho más que la mayoría para poder seguir ganando". Y es verdad.

La lesión que sufrió en 2013, después de su mejor temporada, hubiera bastado a casi cualquier otro deportista para retirarse y dedicarse a otra cosa que no le doliera tanto. Ella ya lo había demostrado todo en el esquí cuando sufrió un accidente mientras competía en el supergigante de Schladming (Austria). La consecuencia fue una rotura del ligamento colateral medio y del cruzado anterior en su rodilla derecha. Un destrozo enorme del que tardó un año en recuperarse y que convirtió el resto de su carrera deportiva en un ejercicio de resistencia al dolor. "Fue el principio de una serie de lesiones. Mi motivación era participar en los Juegos de 2014 (en Sochi, Rusia), pero acabé perdiendo dos temporadas, luego volví (en 2015) y gané", asegura.

Que se acuerde de que se quedó a solo cuatro victorias de superar a Ingemar Stenmark como el que más triunfos ha conseguido en la Copa del Mundo de esquí alpino (el sueco consiguió 86 y ella se quedó en 82) demuestra que, ocho meses después de anunciar su retirada, aún le cuesta un poco resignarse a su nueva vida y asumir que le quedaron cosas por hacer como deportista por culpa de sus rodillas. Un palmarés gigantesco que podría haber sido aún mayor. "Claro que he pensado en cómo habría sido mi carrera sin las lesiones. Es muy probable que hubiera superado a Stenmark, pero no tiene mucho sentido preguntarse por lo que podría haber ocurrido. Yo siempre he dado el 110% y he competido al máximo, y esa es la razón por la que tuve tantos problemas y también tantos éxitos. Es descorazonador, pero la vida es así y todo lo que me ha pasado me ha hecho ser una persona más fuerte", añade.

Palabras profundas para una mujer que ahora, después del deporte, vive pendiente de las redes sociales y que cuida su imagen al milímetro. Instagram es el medio que utiliza para expresarse, hacer negocios y enviar mensajes al mundo. Mujer del siglo XXI, habla de "empoderar a las chicas jóvenes" y se pone como ejemplo de "todo lo que pueden llegar a hacer". Como no podía ser de otra forma, Vonn ha creado su propia fundación para ayudar a jóvenes deportistas a que "alcancen sus objetivos" y en ella colaboran sus hermanas, que la están acompañando estos días. Con ellas salió a tomarse una cerveza por Oviedo y a hacer algo de ejercicio. Actividades que quedaron inmediatamente reflejadas en su cuenta de Instagram.

La campeona olímpica y dos veces campeona del mundo de esquí también quiso honrar el premio que le han otorgado y aseguró estar muy orgullosa de compartirlo, especialmente, con otras dos mujeres, Joanne Chory y Sandra Myrna Díaz, las dos biólogas galardonadas con el premio "Princesa de Asturias" de Investigación Científica y Técnica. Comparte con ellas, como mujer de su tiempo, la lucha contra el cambio climático. "Es un privilegio estar entre tantas personas que cambian el mundo", dice la premiada deportista.

A las puertas del hotel de la Reconquista no había una multitud para recibir a Lindsey Vonn. Serían como una decena de personas las que la rodearon para que les firmara un autógrafo. Había algunos esquís, un casco y poco más. No es el esquí un deporte que mueva a las masas en España. Eso pueda quizá hace perder la perspectiva sobre la dimensión que tiene la figura de Vonn en su país. Allí, en Estados Unidos, cumple todos los requisitos para ser una estrella: un palmarés indiscutible y una historia de superación ante la adversidad. Si a todo ello le sumas un noviazgo -ya pasado- con el golfista Tiger Woods y -en la actualidad- una relación con el jugador de hockey sobre hielo P. K. Subban, el resultado es una figura gigantesca que no puede andar por la calle sin ser reconocida. Tanto como para que entre sus proyectos en el futuro esté la grabación de un documental sobre su vida.

Y es que, aunque ya no se castiga deslizándose sobre la nieve -dice que solo se ha puesto los esquís dos veces después de retirarse-, Vonn tiene mucho que hacer: "Ayudar a las mujeres que están infravaloradas, estoy haciendo un documental, unas memorias, tengo un negocio de belleza. Estoy muy ocupada, me encanta trabajar duro". Una manera de dar continuidad a su vida tras un final, con un bronce en el pasado Campeonato del Mundo, que considera que fue el mejor dentro de lo que tenía a su alcance: "Creo que ganar un bronce fue el mejor resultado que podía obtener, no tenía ligamentos en las rodillas y luchaba simplemente por poder bajar. Me llevé hasta mis límites. Ese bronce fue una victoria, una manera fantástica de acabar mi carrera". Un punto y aparte. Sabe que ahora le toca la recompensa al esfuerzo: "Sigo aquí y ahora puedo disfrutar de una vida exitosa después del esquí".

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