Su "lucha constante" es lograr que los países desarrollados se impliquen en la erradicación de la tuberculosis, la enfermedad infecciosa más mortífera del planeta y que se cobra casi 5.000 víctimas diarias. "Cada año desaparece una ciudad como Barcelona. En un mundo tan globalizado como el actual no se entiende que los progresos sean tan inaceptablemente lentos. Debemos tener una mayor conciencia sobre los problemas sociales y de salud que existen y adquirir un compromiso colectivo, sobre todo, los políticos que toman las decisiones", reclama el médico e investigador Alberto García-Basteiro (Vilalba, 1982).

Vive y trabaja a caballo entre Mozambique, donde coordina el área de tuberculosis del Centro de Investigación en Salud de Manhiça (CISM), y el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal). Y en los últimos tiempos también ha viajado a menudo al AIGHD de Ámsterdam, donde defendía su tesis doctoral el pasado febrero. Sus estudios de epidemiología, ensayos clínicos de fármacos y nuevas herramientas diagnósticas le valieron en 2017 el premio al mejor investigador joven de la Unión Internacional contra la Tuberculosis y la Enfermedad Pulmonar, que se fijó por primera vez en un español para concederlo.

Hijo de madre pediatra y sobrino de una médica de familia, Alberto estudió en Santiago y se especializó en Medicina Preventiva y Salud Pública en el Clínic de la ciudad condal, además de completar sendos másteres en la LSHTM de Londres y la Autónoma de Barcelona y realizar estancias en Costa Rica y otros países centroamericanos y africanos.

Cuando Pedro Alonso, director del programa mundial de malaria de la OMS, le propuso incorporarse al CISM que él había fundado en 1996 aceptó "encantado". "Fue un regalo. Es un privilegio dedicarte a lo que te gusta en un país tan amable. El gallego y el portugués son muy parecidos y te sientes en casa muy rápido", asegura.

La tuberculosis es una de las principales causas de muerte y enfermedad en África oriental. Y la primera en Sudáfrica. "Es inaceptable teniendo en cuenta que es una enfermedad que se puede prevenir, diagnosticar y curar. No se explica si no es por la negligencia y la falta de visión de los países que más pueden contribuir, que son los que menos casos tienen porque es una patología relacionada con la pobreza", subraya.

"Luchar contra la tuberculosis también implica combatir la desigualdad y la injusticia social. Todo lo que hagas desde la investigación para controlar la enfermedad repercutirá en el desarrollo de las familias y del país. De igual forma que invertir en erradicar la pobreza y en el sistema de salud rebajará su incidencia", plantea.

Alberto se muestra optimista respecto a los acuerdos alcanzados durante la primera reunión de alto nivel sobre tuberculosis de la Asamblea General de la ONU, que tuvo lugar en septiembre de 2018 en Nueva York. "En los últimos años ha habido un esfuerzo importante por parte de la comunidad internacional de investigadores y de ONGs para visibilizar el problema e instar a los políticos a tomar medidas. Se empiezan a establecer las bases de un compromiso global y espero que en los próximos años se vean los frutos", comenta.

Un buen momento para comprobarlo será la reunión del Fondo Global para la lucha contra el Sida, la Malaria y la Tuberculosis del próximo octubre en Francia, durante la que se tendrán que reponer las aportaciones económicas de los países.

En el ámbito de la investigación, también podrían confirmarse en un futuro no muy lejano los prometedores resultados obtenidos en dos estudios científicos presentados en 2018. Uno está relacionado con una estrategia de revacunación de adolescentes para reducir la infección y el otro con una nueva vacuna de la compañía farmacéutica GSK.

"A día de hoy solo existe una vacuna, la BCG, que es altamente imperfecta. Las nuevas pueden ser las balas de oro contra la tuberculosis", destaca Alberto, que también celebra que desde Galicia, con una tasa de casos superior a la media española, se trabaje con este mismo objetivo.

Y es que, aunque no alcance las cifras de los países africanos, la enfermedad también constituye un problema de salud pública en nuestro país, con unos 5.000 casos anuales. "No es algo del pasado o que ya hemos superado", advierte.

Alberto es muy crítico con los movimientos antivacunas. "Me parece una actitud irresponsable por parte de los padres, porque sus hijos se benefician de que los demás están vacunados y se reduce el riesgo. Hay que hacer educación para la salud y desde el colectivo médico seguiremos insistiendo en explicar los beneficios y los pequeños riesgos, así como todo lo que se ha logrado gracias a las vacunas. Solo hay que rebobinar y recordar qué pasaba en España cuando no estaba controlada la viruela o el sarampión. La inmunidad del grupo es muy importante".

Además de intentar mejorar la salud y la calidad de vida de los mozambiqueños, Alberto también ejerce allí como embajador de sus colores futboleros. "Soy de la Peña Celtista de Vilalba y de la de Barcelona y ahora estoy haciendo proselitismo por África para crear otra. Aunque desde el punto de vista de la salud, este año nos han hecho sufrir mucho", bromea el médico, que espera poder visitar Balaídos la próxima temporada.