Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Juan José Millás: "El futuro ya no existe, es muy difícil que un joven pueda planificar su vida"

"En los políticos ves gente de pocas lecturas, de una indigencia cultural que da pánico"

Juan José Millás. // F. Torre

"La vida a ratos" (Alfaguara) es el nuevo libro de Juan José Millás, escritor y columnista de FARO DE VIGO. Un volumen al que el autor da forma de diario para mostrar lo extraordinario de la realidad cotidiana.

-¿Cómo surge "La vida a ratos"?

-La idea fue hacer un diario, pero con un sentido finalista, que fuera una novela, debido a que los espacios en los que transcurre mi vida (y el personaje protagonista es Juan José Millás), son casi siempre los mismos. El lector navega por ese diario encontrándose en los mismos espacios y con los mismos personajes. Por eso, en vez de diario clásico, está dividido en semanas. Son tres años de mi vida, y cada semana constituye en sí misma una unidad narrativa: lo que ocurre el viernes suele tener que ver con lo que ha ocurrido el lunes. Cada semana es casi un cuento.

-Algunos pasajes recuerdan a sus columnas de prensa, en su reflejo de una cotidianidad casi podríamos decir que surrealista, si no estuviera tan sobreexplotado ese concepto.

-Naturalmente; se nota la mano del autor y tienen un registro que puede ser semejante a lo que yo llamo el articuento, un híbrido entre cuento y artículo. Hay que decir que yo me muevo mucho en la vida cotidiana, pero en la vida cotidiana a la luz del misterio, de aquello que de misterioso hay en la vida cotidiana. Abunda mucho en lo doméstico, en lo que vemos todos los días, pero intentando ver la trastienda de esa realidad, que es finalmente una construcción de la realidad, intentando ver las grietas de esa construcción. Es como la película "El show de Truman", aquella que cuenta la historia de una persona cuya vida es un programa de televisión. Me parece muy impresionante el final, cuando descubre la puerta por la que sale del plató. Eso intento: descubrir la puerta por la que se sale del plató.

-¿Quizás la vida son momentos deslavazados, inconexos, a los que tratamos de dar sentido?

-Sí, pasa un poco como con el cine: en realidad, en el cine no hay movimiento, hay ilusión de movimiento. Son una sucesión de fotogramas que, al transcurrir seguidos, crean esa ilusión de movimiento. Quizás la vida también es una ilusión de movimiento, pero está construida por movimientos aislados y relacionados entre sí por la mera yuxtaposición. Intentamos darle sentido y por eso pensamos que nuestra vida es el resultado de la planificación y no del azar. Pero la vida es el resultado del azar y cuanto más mayor es uno, más lo sabe. Pero es imposible vivir bajo esa idea de que el azar lo determina todo, y nos engañamos pensando que es el resultado de planificación.

-Estamos en un momento además en el que da la sensación de que ciertas bases del país, de la sociedad misma, se tambalean, algo que también parecen fruto de unas circunstancias azarosas. ¿Lo ve así?

-Bueno, tenemos un panorama complicado no sólo entre nosotros, en el mundo entero. Afrontamos un cambio de paradigma como no hay otro igual en la historia, con la irrupción de las nuevas tecnologías y la brecha que se ha abierto entre un mundo analógico y un mundo digital. Eso ha dado lugar a un interregno, en el que el mundo nuevo no acaba de nacer y el viejo no acaba de morir. Es lo que caracteriza a los cambios de paradigma, y éste no se parece a ningún otro de los que hayamos vivido a lo largo de la historia. Se habla de la Revolución Industrial o de la imprenta, pero ningún cambio ha sido de esta magnitud: hasta la irrupción de las nuevas tecnologías, los cambios eran lineales, y ahora son exponenciales. Esto produce una gran incertidumbre, sobre todo en la gente joven que ha visto cómo se le ha arrebatado el futuro. El futuro ya no existe, es muy difícil que un joven pueda planificar una vida, diseñarla. Y el futuro, ese futuro que nos ha sido arrebatado, es una de las dimensiones fundamentales del ser humano: el posponer un placer para obtener mayores beneficios de ese placer. El ser humano caza un león y en lugar de comérselo en el sitio se lo lleva a la cueva; pospone el placer de comérselo para llevárselo a la cueva. El futuro es una dimensión esencial del ser humano, y esa dimensión esencial, en este cambio, nos ha sido arrebatada. La filósofa Marina Garcés, que es una ensayista muy interesante, lo expresa muy bien cuando habla de "posfuturo".

-Nos han arrebatado la esperanza.

-Claro, si no hay futuro tampoco hay esperanza. Por eso es que vivimos en una sociedad muy sumisa, que no protestan ante las presiones de las que son objeto.

-Eso es algo contradictorio si de verdad ésta es, como se dice, la generación más preparada de la historia.

-Es que eso es un tópico, que se repite pero que no es cierto por una razón: porque no se puede estar bien preparado si no hay una base humanística, que es la que produce la argamasa que asocia todos los saberes. De tal manera que un médico puede ser un buen médico, pero no un gran médico, sin una base humanística. Lo mismo pasa con un buen arquitecto, y así de forma sucesiva: sin base humanística lo que hay son saberes aislados, que no se conectan. La base humanística nos da la capacidad asociativa. Por eso creo que es una mentira radical hablar de "la sociedad más preparada", porque se le ha hurtado el conocimiento humanístico, que cada día está más a la baja: empezaron quitando el griego, luego redujeron el latín, ahora quitaron la filosofía... Esto conduce a sociedades que no pueden pensar y que por lo tanto no son libres. Durante mucho tiempo pensé que esta reducción paulatina de las humanidades obedecía a un proyecto malvado de los políticos para, precisamente, tener sociedades sumisas que no les crearan problemas. Con el tiempo he llegado a pensar que no hay un proyecto, que es por ignorancia, que no saben lo importantes que son las humanidades en nuestro mundo. Nadie podrá ser grande en su profesión sin una base humanística.

-¿Aprecia una tendencia hacia la mediocridad, en formación y profesionalmente, también en la clase política?

-Si los miras, uno a uno y en conjunto, ves gente de pocas lecturas, de una indigencia cultural que produce pánico. Y además esto no sólo sucede en nuestro país, sino que sucede a nivel mundial. Creo que no ha habido una época en la que miraras al mundo y no encontraras un líder interesante. Ahora no lo hay, el último fue Pepe Mujica, que fue presidente de Uruguay, que ya está retirado. Pero ahora no serás capaz de encontrarlo, ni en Europa, ni en América, en ningún lugar. Y esto es una característica de nuestra época: en todas las épocas anteriores ha habido líderes, incluso en algunas ha habido acumulación, pero ahora sufrimos un vacío total de liderazgo.

-Hablaba de las nuevas tecnologías. Por su impacto, sobre todo el de internet y las redes sociales, ¿hemos perdido capacidad de atención?

-Eso dicen los expertos, pero no lo sé. Ellos dicen que efectivamente nuestra capacidad de atención se ha reducido, debido a los fogonazos con los que nos movemos. No sé si esto será verdad o no, porque creo que tenemos el fenómeno demasiado pegado a los ojos como para obtener conclusiones tan precipitadas. Pero es llamativo que los jefes de Silicon Valley hayan prohibido a sus hijos utilizar ordenadores y teléfonos hasta los 14 años. Pero bueno, siempre que aparece una tecnología nueva aparece junto a ella un temor de carácter religioso. Lo hubo frente a todo. Una de las cosas que caracterizan al ser humano es la resistencia al cambio: cuando llegó el tractor muchos seguían arando con el arado romano. Entonces no sabemos si eso es realmente así, si las redes sociales producen esos estragos de los que hablan, o si es simplemente una manifestación de la resistencia al cambio.

-¿Siente que su profesión tiene futuro, dentro de que nada lo tiene ya?

-De hecho, hay ya generaciones de escritores jóvenes, y además escritores muy interesantes. No creo que la cultura que represento yo, como también la faceta que representan los periodistas, vaya a desaparecer. Sufrirá transformaciones, pero lo que pasa es que, en el mundo de los libros, como en el mundo del periódico, se han sumado dos crisis: la crisis general que ha afectado a todos y la crisis del papel. Parece que el papel repunta de nuevo, después de la fascinación que produjo el libro electrónico: repuntan las ventas en papel y parece que tiende a normalizarse. Pero es difícil hacer profecías. Sí parece que el futuro no es el papel, aunque podría ponerse de moda.

-¿Puede beneficiarse de cierto fetichismo por el objeto?

-Sí. Un periódico interpretativo, que diera por hecho que el lector ya tiene los datos y que se los interpretara, sólo de fin de semana, sería un periódico de gran éxito. Al papel le queda mucho porque tiene mucho prestigio. Se transformará, seguramente pasaremos una etapa de fines de semana, que yo creo que puede funcionar a condición de que se haga un periódico excelente, claro. Tiene que ser un periódico con excelentes análisis que estén, además, excelentemente bien escritos. Y eso es algo que se está perdiendo.

-En este libro, como en otros suyos, hay cierta dignificación de la vida cotidiana, de lo que se ve y se oye por la calle. ¿Se está perdiendo es porque tenemos la cara pegada a la pantalla del móvil?

-Si uno va por la calle mirando hacia abajo, desde luego se está perdiendo toda la alegría de la calle y todo lo que sucede. Todo lo que sucede y todo lo que nos sucede, también hay que fijarse en lo que nos sucede. El escritor tiene la obligación de ver lo que la gente no ve y de contárselo. Y esto se hace a través sobre todo de la extrañeza. Tienes que transmitir al lector una sensación de extrañeza respecto a aquello que le es familiar para que adquiera significado. Una de las obligaciones primeras del escritor es desfamiliarizar al lector de lo que le es familiar, porque en ese momento lo que le es familiar adquiere significado. Hay distintos modos de hacer eso: al pasar por la calle podemos cruzarnos con treinta semáforos y no ver ninguno, pero si al llegar a casa hay uno dentro del salón, lo veríamos por primera vez, y nos parecía un artefacto maravilloso y una escultura bellísima. Ha bastado cambiarlo de contexto para que lo viéramos, nos extrañáramos y adquiriera significado. Ese es uno de los modos en los que opera el arte, cambiando de contexto las cosas para que adquieran un relieve que antes no tenían.

Compartir el artículo

stats