La esperanzadora localización con vida de los 12 niños y su entrenador de fútbol atrapados desde hace diez días en una cueva de Tailandia es solo el principio de un complicado rescate que podría demorarse "meses". Los equipos de salvamento buscan la opción más "segura" de acometer la evacuación entre tres alternativas, ninguna exenta de riesgos: drenar las aguas que inundan la principal vía de salida, enseñar a bucear a los niños u horadar un túnel que abra un acceso alternativo a la cavidad en la que permanecen refugiados.

Visiblemente delgados y con la ropa sucia por el barro, los niños, de entre 11 y 16 años, y su monitor, de 26, agradecieron la llegada de los dos buzos británicos que consiguieron recorrer los más de 4 kilómetros que le separa de la salida. El grupo fue encontrado en un terreno elevado cerca del agua que inunda los pasadizos donde penetraron el pasado día 23.

El gobernador de Chiang Rai, Narongsak Osottanakorn, confirmó que ninguna de las víctimas sufre problemas críticos de salud, tras ser examinadas por un grupo de médicos que seguirá de cerca la evolución del grupo.

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Los familiares de los desaparecidos estallaron en júbilo al conocer las buenas noticias, durante unas operaciones seguidas al minuto y con gran expectación por todo el país.

Los equipos de rescate transportaron ayer hasta el refugio alimentos y agua "para al menos cuatro meses", así como medicinas para tratar y recuperar a los niños y al adulto. "No los vamos a sacar hasta que encontremos una forma totalmente segura", declaró a los medios el gobernador de Chiang Rai, provincia donde se encuentra la gruta.

Entretanto, las autoridades trataban ayer de desplegar a lo largo de la cueva una cable telefónico que permita a los reencontrados hablar con sus familiares y recibir soporte psicológico para afrontar un encierro cuya duración es incierta.

Drenar las galerías inundadas y esperar a que baje el nivel del agua se presenta como la opción más segura para rescatar con vida al grupo, que se encuentra bien de salud y ha empezado a recibir comida. Sin embargo, está previsto que la temporada de lluvias dure hasta octubre y una nueva crecida resultaría ser desastrosa.

La opción más rápida es también la más arriesgada. Supondría la ardua tarea de enseñar a bucear a niños que ni siquiera saben nadar y guiarles por un recorrido submarino que un buzo experimentado tardaría en completar seis horas, precisaron los socorristas.

Otro grupo de rescate trabaja ya en la tercera alternativa. Intenta reabrir tres pozos cegados próximos al lugar donde se encuentra el grupo con la esperanza de que alguno de ellos permita acceder a la cavidad y ofrecerles una salida segura.