Hay que decirlo ya: "Eric Clapton. El patrón del blues", ya disponible en Movistar+, es uno de los mejores rockumentales de la historia. Vale, uno es un rendido fan del guitarrista inglés, pero cualquiera que ame el rock disfrutará durante las más de las dos horas de esta película aunque aborrezca a su protagonista. Y es que la vida de Eric Clapton es tanto una oda al blues como una historia de redención y una increíble demostración de humildad de quien se decía en los años 60 -y hasta hoy- que era Dios. Si me apuran, hasta deberían ponerla en los colegios.

El título en español es lo único lamentable de este documental: podrían haber traducido "Life in 12 bars" literalmente, "Vida en 12 compases", aunque se pierda el juego de palabras con bars/bares/compases del inglés. Da igual. Ver hablar a Jimi Hendrix, Muddy Waters, Duane Allman y George Harrison, todos fallecidos hace muchos años, en imágenes hasta ahora inéditas, pone los pelos de punta. Solo por eso, y presenciar cómo Bob Dylan se enamoró de los Cream cuando los vio en televisión, o cómo Aretha Franklin menospreció a Clapton hasta que lo oyó tocar... No tiene precio.

Produce y dirige Lili Fini Zanuck, ganadora de un Óscar por "Paseando a Miss Daisy" (1989), y se nota. El montaje sigue en orden cronológico la vida de Clapton, aunque hace algunos flashbacks para subrayar la importancia que tuvo en su vida y su música el traumático abandono de su madre biológica y la crianza por parte de sus amorosos abuelos.

Otra de las grandes protagonistas es Pattie Boyd, la mujer de George Harrison que inspiró "Layla", y que cuenta todo con pelos y señales.

No hay ningún episodio escabroso o trágico que se evite en esta película. Ni la muerte de Jimi Hendrix, ni los comentarios racistas de un Clapton borracho en un concierto en Birmingham en 1976, ni el horror de las adicciones del guitarrista, primero a la heroína -aparece incluso esnifando droga puesta en la punta de una navaja- y luego al alcohol, que le llevó a abandonar conciertos a los 30 minutos y a ser abucheado e insultado desde el público. La condescendencia y la autocompasión simplemente no existen en el largometraje, que reúne todo lo que un seguidor de Clapton y del blues podía soñar y pensaba que jamás iba a ver: películas y fotos inéditas, declaraciones reveladores y familiares del guitarrista revelando detalles íntimos. Ni siquiera su autobiografía, de 2007, había llegado tan lejos.

Lo más conmovedor de la película llega, naturalmente, con la muerte de Conor, el hijo de Eric Clapton. El bluesman cuenta que, entre las cartas de condolencia, encontró una del niño. No desvelaremos más, porque destriparíamos lo mejor.

Solo recordaremos que la idea del suicidio rondó durante muchos años la mente de Clapton, sobre todo cuando estaba enganchado a la heroína. "Sé que no viviré mucho", decía en sus años de drogadicción. Sabemos que erró en su pronóstico, pero nadie hubiera apostado un penique por ello entonces. Como decía cierto cantante de Dublín: "Casi todos mis héroes están vivos. Por eso son mis héroes".