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Volver a la vida sin hepatitis

Los primeros pacientes gallegos tratados con los nuevos fármacos contra el virus celebran un "renacer"

Ricardo Grobas

De incrédulos a expectantes y ahora, con euforia contenida. Están curados. Sí, libres de virus. Doce semanas sin el maldito VHC detectable en la sangre, después de un calvario de hasta tres décadas de "convivencia" con el insano huésped de la hepatitis C, dan para un mosaico de emociones. No es de extrañar. Pacientes gallegos que llevaban décadas sufriendo la enfermedad y en muchos casos, los hostiles efectos secundarios de tratamientos largos que no lograban surtir los efectos deseados, celebran hoy la curación. Han sido de los primeros que lograron un tratamiento combinado de nuevos fármacos contra la hepatitis C y que han comprobado en sus organismos lo que hasta la fecha les parecía una abstracta estadística: 97% de curación.

"Como si me quitaran una losa de una tonelada de peso de los hombros; realmente he vuelto a nacer sin hepatitis", narra una afectada de Vigo que luchó contra la enfermedad contraída en los años 80. Estaba en una fase crítica, por avanzada -cirrótica- desde 2008 y vivió la montaña rusa de sensaciones cuando primero le denegaron y luego autorizaron a curarse con el tristemente famoso Sovaldi. Aunque los primeros tratamientos fueron autorizados y extendidos a todos los enfermos graves con el Plan Estratégico para el Abordaje de la Hepatitis C a partir del 1 de abril, algunos pacientes (los más graves) llevaban tratándose desde antes. Por tanto, ya testan en sus propias carnes la mejora de no tener carga viral. Hasta 340 pacientes fueron tratados en la EOXI de Vigo desde esa fecha hasta hoy.

María José Nistal es una de las primeras gallegas curada "oficialmente" de la hepatitis C con los nuevos fármacos, ya que empezó a tratarse en el mes de marzo, acogida a un tratamiento compasivo -confirman los médicos- y sus resultados siguen dando negativo al virus. "No tengo depresión, ni tanto cansancio", asegura la viguesa a sus 83 años junto a su marido, José Pérez Vega, de 86.

La madre de María José Nistal murió con 99 años y, a juzgar por su aspecto, ella está decidida a competir en longevidad. La historia de María José, nacida en agosto de 1932 en Pontevedra y recién curada, es uno de esos relatos poco habituales que rompen las estadísticas. "Me considero viguesa porque llevo aquí desde muy pequeñita", explica desde su casa en Herville. No sabe cómo se contagió. Tiene sus sospechas sobre un servicio médico, pero nada claro. Se encontraba cansada y un día, hace unos 16 años, fue al hospital Meixoeiro. Allí le prescribieron dos tratamientos, uno de ellos muy fuerte y que tuvo que abandonar. "Ahora fui, si no la primera, de las primeras en el tratamiento de nuevos fármacos", explica Nistal. Su mejoría se ha hecho latente enseguida, explica. Lo único que no ha podido paliar aún son las varices esofágicas provocadas por el virus. Pero ella no se rinde.

Con solo veinte años, José Luis Verde supo que tenía hepatitis C. Recuerda haber estado seis meses encamado, luego de cumplir con el servicio militar. También se mezclaron en la época sus problemas con las drogas y por eso había visto los efectos de los durísimos tratamientos en la piel de algunos compañeros, que se caían al caminar o subir escaleras. "Muchos entonces murieron jóvenes", recuerda. Corrían los años noventa y a la vista de aquello, decidió no medicarse. Ahora, Verde es uno de los pacientes gallegos que se ha beneficiado de los nuevos tratamientos. A falta de sus nuevas analíticas -aún no han pasado 12 meses desde que finalizó el tratamiento- no tiene restos de virus en la sangre. "Es indetectable en sangre", explica el vecino de una parroquia cercana a Tui, de 47 años. José Luis llevaba más de veinte conviviendo con la enfermedad y esta buena noticia le da ánimos para "emprender de nuevo la búsqueda de empleo", asegura el extrabajador de una empresa de diseño plástico.

"Estoy mejorando", asegura por su parte, a sus 53 años, el vigués José Antonio Barros, que llevaba casi veinte años sufriendo un "cansancio" crónico, depresiones y dolores corporales a causa de alojar al virus de la hepatitis. "Me diagnosticaron la enfermedad con 35 años", asegura José Antonio, aunque cree que realmente la padecía desde antes. Antes de probar los nuevos fármacos en la EOXI de Vigo, había estado a tratamiento con interferón durante nueve meses, pero sin un resultado satisfactorio. "Me traté tres meses y acabo de hacer el último análisis: estoy libre de virus", asegura emocionado, al tiempo que agradece la atención recibida en la Unidad de Patología Infecciosa. "Empezaré a buscar de nuevo trabajo", añade.

La hepatitis no ha sido la única de las complejidades de la vida de Barros. Se inyectó drogas desde antes de cumplir la mayoría de dad -reconoce- y probablemente ese fue el origen del contagio, aunque después acudió al servicio militar y poco después, cumplió una pena de cárcel. Estuvo años en centros de rehabilitación y actualmente lleva 14 años sin consumir drogas.

El vigués sigue en recuperación, porque aunque no tiene el virus, el tratamiento no puede curar ni revocar la cirrosis hepática que le ha provocado la enfermedad continuada. "Tengo una minusvalía del 55% y de momento no consigo encontrar trabajo, pero lo seguiré intentando". Mientras se desarrolla esta entrevista, la hija de José Antonio le visita. Vuelve de la Universidad de A Coruña, donde estudia la carrera de Sociología, relata con emoción su padre, que reconoce los errores que en el pasado le alejaron de la niña. ¿Quién dijo que las segundas oportunidades no existen?

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