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El gran salto de Dores André

La bailarina viguesa acaba de ascender a "principal" en el Ballet de San Francisco, primera compañía fundada en EE UU y una de las mejores del mundo

La viguesa Dores André, ayer por la tarde en el monte de O Castro, ante la ría de Vigo. // Jose Lores

Elegante, sensible y tímida. La joven Dores André, la única bailarina gallega en el histórico Ballet de San Francisco, acaba de convertirse en la primera viguesa que llega a "principal", después de tres años como solista y de una década integrada en el cuerpo de baile de una de las mejores compañías de danza del mundo. Dores André es una viguesa de, al menos, tercera generación y ve reminiscencias de su ría natal en la estadounidense bahía de San Francisco: "Se asemejan muchísimo en el clima, en el pescado y por supuesto, en la costa". En un paseo por el monte de O Castro, la artista confiesa: "Habiendo crecido al lado del mar, me costaría no vivir cerca de la costa".

El tesón que ha trasladado a su carrera acaba de convertirla en primera bailarina con 29 años de la primera formación profesional fundada en EE UU, aunque "lo que importa no es el estatus", señala. Reconoce su preferencia por los papeles dramáticos y más interpretativos -viene de representar "Romeo y Julieta"- y la próxima gira con la compañía, el año que viene, será por China. La última fue en París.

Con todo, parece que no se le ha subido la fama: "La danza es un arte: no vale lo de que el mejor gana; la interpretación es subjetiva y no hay 'bien' y 'mal'. Hay gente muy buena que no llega a ser principal porque quizás no está en el lugar adecuado en el momento oportuno". En el Ballet de San Francisco hay otros españoles, "menos que antes" -asegura- "pero nos llevamos bien". Dores André reconoce que tiene el carácter "necesario" y que, lejos de los dramas que el cine ilustra en la danza, entre bambalinas, el ambiente es más "sosegado" que en el celuloide.

Es la hija mayor -de cuatro hermanos- de la médica del Hospital Xeral de Vigo, Dolores Rodríguez, y del profesor de Economía financiera y contabilidad de la Universidad de Vigo, Rafael André. Y acaba de llegar a su ciudad natal estos días en unas pequeñas, pero intensas, vacaciones.

A Dores le ha sorprendido el tórrido calor que viven las Rías Baixas. Y a su interlocutora le sorprende su instintiva postura de flor de loto, cruzando las piernas al sentarse. Escribe en gallego -parte del legado educativo de su madre- y confiesa que una de las mayores tentaciones nutricionales de estos días la constituyen las riquísimas recetas de su padre, un "magnífico chef". "Siempre que tengo tiempo vengo la Vigo, a visitar a mi familia y amigos. Me siento muy vinculada a Galicia", explica.

Como un adagio. Sobre sus referencias en el baile, reconoce a "muchos", comenzando por su profesora en la adolescencia, Lola de Ávila y a sus compañeros de San Francisco. "Todos aportan algo único y diferente e igualmente importante para la danza", asegura.

Sobre las renuncias personales, la bailarina asegura que no prescindió de amistades o familia. "Simplemente tuve una relación diferente debido a mi decisión de bailar, pero eso abrió otras puertas", indica. "La mayor exigencia es la constancia. Hay que estar siempre al 100% sin excusas", enuncia convencida.

En lo que se refiere a cómo conoció su promoción a primera bailarina -que aún no es oficial- la joven explica: "Mi director me lo comunicó en abril después de un ensayo. Me hace mucha ilusión y me permite interpretar nuevos papeles que me interesan. Pero lo importante es bailar, el estatus simplemente es un medio para poder hacerlo más tiempo". Además, valora: "La gente normalmente va poco a poco en danza y no llega a "principal" alguien que acaba de llegar".

Entre las marcadas diferencias que la bailarina gallega ha encontrado entre EE UU y España, destaca que "el público del ballet tiene mucha más presencia e importancia social y apoya de una manera amplia las artes escénicas", indica. "En el teatro hay gente de todas las edades, haciendo que el ballet no sea elitista", revela. "La sociedad está acostumbrada a ver danza, es como ir al cine y hay cierta formación porque todos los pequeños han visto "El Cascanueces". A mí me encantaría que aquí pusieran ballet en la televisión, por ejemplo", explica.

¿Su vida después de la danza? La artista reconoce que se trata de una profesión muy exigente físicamente pero que gracias a la regulación sindical y a los avances en los cuidados, los bailarines han alargado su vida profesional hasta los 40 años, aproximadamente. "Me gustaría continuar trabajando en el mundo de las artes, pero aún no estoy segura exactamente en qué", reconoce.

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